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México D.F. Sábado 21 de febrero de 2004

DESFILADERO

Jaime Avilés

Ser presidente, para qué

La humanidad ha entrado en un periodo de caos que se prolongará de 25 a 50 años: Wallerstein

EL MUNDO, NUESTRO planeta, es un individuo que respira, se nutre, se desgasta y se renueva celularmente en forma constante en el tránsito del nacimiento a la extinción; un ser vivo compuesto de materias líquidas y sólidas en proporción similar a la que guardan en nuestro cuerpo la sangre, los músculos y los huesos; un organismo formado por órganos que realizan las más diversas y complementarias funciones; una entidad que atraviesa, de manera sucesiva y dialéctica, por fases de armonía y desorden.

Estas ideas me acompañan desde hace algún tiempo, cuando aislado en este paraje de la sierra de Tecamacharco -donde en diciembre planté nueces que con suerte me darán muchas más dentro de 25 años- comencé a leer Después del liberalismo, un conciso y brillante ensayo de Immanuel Wallerstein, el creador de la teoría política y económica del "sistema-mundo".

A guisa de apretadísima síntesis diré que en este volumen el autor proclama la muerte de la ideología liberal, que desde su perspectiva sirvió como eje de la historia humana entre 1789 y 1989, esto es, desde la Revolución Francesa hasta la caída del Muro de Berlín. Y afirma que tras la disolución de lo que llama "los comunismos", Estados Unidos sufrió una terrible y dolorosa pérdida -la del supuesto "adversario" que en realidad era su más importante punto de apoyo-, misma que marcó, paradójicamente, el fin de su dominación hegemónica del planeta.

Con este planteamiento, Wallerstein sostiene que al desaparecer el equilibrio producido por la derrota del nazismo, que trajo consigo un periodo de estabilidad entre 1945 y 1989, el sistema-mundo ha entrado en una fase de caos que se prolongará, por lo menos, de 25 a 50 años. Esto, como resulta evidente, significa que quienes ya estamos grandecitos viviremos hasta el fin de nuestros días en un entorno de profundo desorden universal y quienes en este momento están saliendo del claustro materno crecerán y llegarán a la edad de la plenitud en un contexto apocalíptico. En consecuencia, lo mejor que podemos hacer al respecto es luchar para construir una alternativa.

Muy bien, me digo helándome en estas alturas, envuelto con bufanda, suéter y guantes, en un abrigo amarillo, contemplando la hierba, el barro, la escarcha en espera del primer brote de nogal; muy bien: luchemos por una alternativa, pero por dónde empezamos. Los pronósticos de Wallerstein, a escala planetaria, confirman lo que todos tememos en el plano nacional. O sea, la disolución del país.

ƑPor qué no? El país está roto, hondamente fracturado, como lo estuvo durante el siglo XIX y hasta el final de la guerra civil de 1910-1917, cuando establecimos el contrato social que nos permitió vivir en relativa calma a lo largo del siglo XX. En estas circunstancias, pretender la Presidencia de la República, como tan abierta e ingenuamente lo ha manifestado la señora Marta Sahagún, es aspirar a sentarse en la silla eléctrica. El propio Vicente Fox lo está experimentando en carne propia: gobernar sin proyecto y sin acuerdos entre las fuerzas productivas de la sociedad equivale a administrar la miseria en provecho de los ricos, una actividad que, por cierto, no puede deparar sino amargura, desconsuelo y desprestigio. Antes le ocurrió a Zedillo, antes a Salinas, antes a De la Madrid.

Ellos tres, como el actual Presidente, "gobernaron" un país reventado por dentro y contribuyeron con irresponsabilidad y desenfado a desgarrarlo. Hoy por hoy, el hecho de asumir el poder con base en la popularidad, como lo hizo Fox, equivale al suicidio político por la sencilla razón de que ese "poder" -el poder del Estado, el poder de la sociedad expresado en el gobierno- en los hechos, ya no existe. Es necesario reorganizarlo, pero no sabemos si esto es aún posible.

Es imperativo dotarnos de un nuevo contrato social para transitar por la historia unidos como país, pero sólo contamos con dos vías para ello: mediante la deliberación democrática o por la fuerza. Faltando seis años para 2010, nos queda una oportunidad para recorrer el primer camino, antes que el fatalismo de los ciclos sangrientos -recordemos 1810 y 1910- nos alcance de nuevo,

Boltvinik: SOS

ESTA PAGINA PROPONE a sus lectores un ejercicio de imaginación colectiva para averiguar si todavía está al alcance de nuestra mano una solución nacional, pacífica y civilizada. ƑCuál es, a juicio de ustedes, el problema fundamental que debemos resolver para evitar la guerra interna? Yo me atrevo a señalar que la banca. Es obvio que no podemos continuar bajo el yugo del Fobaproa-Ipab. Un economista solidario como Julio Boltvinik podría explicarnos cuántos centavos de cada peso que maneja el gobierno federal van a dar a los bolsillos de los privilegiados que tienen pagarés del Fobaproa. Y si dejáramos de pagarles, Ƒen qué proporción aumentarían los recursos para realizar obras y sostener estrategias de desarrollo en favor de la población?

No tengo la menor idea, pero me queda muy claro que mientras sigamos pagando tributo a los más ricos entre los ricos, terminaremos por engendrar una nobleza que habrá de conducirnos a un régimen de monarquía. Como dijo uno de los lectores que escribió al buzón de esta plana a propósito de Marta Sahagún, "la señora no quiere la Presidencia, su ambición es más alta, le gustaría ser coronada como Marta I de México".

ƑDe qué instrumentos dispondría un gobierno, fuertemente apoyado por la inmensa mayoría de los electores, para acabar con la pesadilla del Ipab? ƑLa renacionalización de la banca, el desconocimiento de los pagarés impagables que nos endilgó el régimen de Zedillo, la aplicación estricta de la ley para reducir al mínimo el monto del adeudo? Cualquiera de esas opciones, de todos modos, resolvería sólo una parte del problema. Queda otro aspecto de enorme gravedad: el país ya no cuenta con un sistema financiero nacional, todos los bancos "grandes", como dice Enrique Galván Ochoa, están en manos de extranjeros. Para llevar adelante un proyecto de desarrollo nacional autónomo se necesita una banca propia. Y suponiendo sin conceder que nos dotáramos de este instrumento, Ƒcómo lograríamos que cumpliera la función central de prestarnos dinero, a tasas razonables, sin entrar en conflicto con la política monetarista que restringe la circulación de efectivo?

De lo anterior se desprende, por lógica elemental, que enfrentar el problema de la banca nos llevaría inevitablemente a un choque con el Fondo Monetario Internacional. Esto, por supuesto, se traduciría en grandes tensiones y crearía inestabilidad que, a su vez, sería el principal obstáculo a superar por parte de cualquier gobierno que intentara coger el toro por los cuernos. Pero lo trágico es que si nada se hace al respecto, el deterioro de las condiciones de vida de la población irá en aumento hasta que se desencadene el estallido.

ƑHay soluciones intermedias? Hemos entrado en el cuarto año consecutivo de un periodo de recesión. Fox y su secretario de Hacienda miran al norte y advierten que en el último trimestre de 2003 hubo una ligera reactivación de la economía estadunidense y confían en que ésta continuará durante 2004, lo que fatalmente, según ellos, mejorará la situación interna de nuestro país. A eso le han apostado en lo que va del sexenio. Tal vez ocurra, tal vez no, pero en todo caso nada va a cambiar y nada va a resolverse.

En Después del liberalismo Wallerstein estima que la fase de contracción de la economía mundial, que se inició a fines de los 70, se aproxima a su fin. Pero también señala que el tramo final será el más agudo y el más terrible. Como quien dice todavía nos falta por ver lo peor. Y sin ofrecer el menor consuelo a los habitantes de las regiones pobres del planeta, asegura que cuando venga de nuevo la expansión no percibiremos los beneficios: éstos se irán para el Norte del mundo mientras todo empeorará para nosotros aquí en el Sur.

A la luz de las experiencias de Hugo Chávez en Venezuela o de Luiz Inacio Lula da Silva, en Brasil, gobernantes que llegaron al poder con un amplísimo respaldo popular y que por razones equivalentes a las arriba expuestas no han logrado perfilar siquiera una solución nacional, Ƒdebemos insistir en este plano? El pesimismo que se alza ante cualquier medida racional, constitucional y pacífica ideada para abordar el tema del Fobaproa, nos paraliza de antemano.

"Y sin embargo -insiste Wallerstein- estamos condenados a actuar. Para eso debemos tener claro cuál es la deficiencia de nuestro sistema mundial moderno, qué es lo que ha provocado la ira de un porcentaje tan grande de la población del mundo. A mí me parece claro que la queja principal ha sido por las grandes desigualdades del sistema, lo que significa la ausencia de democracia. Esto sin duda ha sido cierto en casi todos los sistemas históricos del pasado. Lo que fue diferente en el capitalismo es que su mismo éxito como creador de producción material parecía eliminar cualquier justificación de las desigualdades, ya sea que se manifestaran en forma material, política o social. Y las desigualdades parecían peores porque separaban no ya a un grupo minúsculo del resto, sino hasta un quinto o un séptimo de la población mundial de todos los demás. Estos dos hechos -el aumento del total de la riqueza material y el hecho de que los que podían vivir bien eran más que un puñado de personas pero mucho menos que la mayoría- fueron los que exasperaron a tal punto los sentimientos de los que quedaron afuera.

"En nada podremos contribuir a una solución deseable de este caos terminal de nuestro sistema mundial a menos que dejemos claro que sólo es deseable un sistema histórico relativamente igualitario y plenamente democrático. En concreto, debemos movernos activamente y de inmediato en varios frentes..." ƑCuáles son éstos?, se preguntará usted. El científico habla de cuatro. Uno, de "lucha política y cultural intensa y constante" para superar los valores del eurocentrismo. Dos, en favor de los derechos de los migrantes del Sur que tendrán enorme preponderancia demográfica en el Norte. Tres, considerando la deslegitimación de los estados nacionales, tenemos que actuar en niveles locales, manteniendo alianzas complejas y flexibles entre múltiples grupos pero en pos de objetivos igualitarios. El cuarto frente, concluye, será en el terreno del pensamiento científico.

En suma, si el hecho de soñar una salida como país no nos produce sino angustia por la magnitud de los obstáculos que provienen de nuestra inserción en el contexto mundial, esto significa tal vez que no existen ya las salidas nacionales y que, en lugar de buscar la Presidencia como instrumento de transformación hay que concentrarse en lo local como hacen, por ejemplo, los zapatistas en Chiapas o López Obrador en la ciudad de México.

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