Jornada Semanal,  domingo 15 de febrero  del 2004             núm. 467
TURBA INFANTIUM
Para mi alumno Iván,
que me regaló esta historia


Sucedió en los albores del siglo XIII europeo y atravesó esa centuria turbulenta como una ráfaga de fantasmagoría y pureza. Naturalmente, terminó en un desastre. Cincuenta mil niños, en su mayoría franceses y alemanes, abandonaron a sus padres y recorrieron los campos y los caminos para rescatar el sepulcro de Cristo, pues los reyes y los prelados estaban demasiado ocupados peleando entre sí y habían desatendido la Cruzada, que los niños, en su candor, creían una empresa santa. Iban sin armas, sin comida y sin dinero. Cuando se les interrogaba, dice M. Michaud en su hermosa Historia de las Cruzadas, decían: "Vamos a Jerusalén a liberar el sepulcro del Salvador."

Casi todos murieron. La mayoría de hambre, otros asesinados por proxenetas y ladrones. Muchos fueron vendidos como esclavos. Apenas regresaron unos cuantos, perdida la inocencia, y reconocían que no sabían por qué lo habían hecho.

Este tierno y cruel episodio fue transformado en un relato diamantino por Marcel Schwob, quien supo darle voz a la bondad épica de estos niños que esperaban ganarse el Paraíso al recobrar Jerusalén.

Un siglo y medio más tarde, en la estela desolada que dejaron la Peste Negra y la Guerra de los Cien Años, surgieron en Europa algunas de las herejías más agrias que la Iglesia ha enfrentado. Dice el medievalista francés Jacques Le Goff que un ateo en el sentido contemporáneo era, en esa época, un ser hipotético. El ateo, el sin-dios, el hereje no creía que gritaba en el vacío como el hombre del siglo xxi. El medieval desafiaba al poder divino en un acto temerario que ponía en juego mucho más que su vida. En el siglo xiv, el bandolero Werner de Urslingen llevaba al cuello una medalla que tenía grabada esta divisa: Enemigo de Dios, de toda caridad y toda piedad. Es en esos tiempos que floreció la secta de los Luciferinos que afirmaban que "Dios había obtenido la posesión del Cielo por usurpación, fuerza e injusticia".

Este es, sin duda, uno de los signos más elocuentes del desaliento inaudito que invadió las sociedades europeas al final de la Edad Media y que habría de propiciar cambios muy profundos en una Iglesia que era ya un monolito corrompido y homicida.

En los días que nos han tocado, ¿qué significado tienen el puñado de historias que se transmiten con solemnidad ritual los casi mil 800 niños desamparados que buscan refugio en los albergues del Ejército de Salvación de Miami? En estas historias en las que se reconocen fragmentos de la Biblia, imágenes de series de televisión (Buffy la Cazavampiros, Charmed y Angel), así como de santería cubana y leyendas mexicanas, Dios fue arrojado del trono celestial el 24 de diciembre de 1996. Un ejército infernal, dirigido por un espíritu, llamado La Llorona, más temible que cualquier otro, destruyó el Paraíso. Dios huyó y no ha vuelto a aparecer. Los ángeles se han quedado solos y defienden la tierra como pueden. Los niños, igual que los pequeños cruzados, han escogido estar del lado de Dios. Sólo que los niños medievales confiaban en ganarse el cielo, mientras que para los niños del siglo xx, Dios está ausente y es obvio que el Demonio está ganando la batalla.

Los demonios se fortalecen con las emociones destructivas de los humanos. El Diablo siente un odio especial por Miami porque fue descubierto por los ángeles una noche cuando se paseaba por South Beach, buscando entre los bares y las boutiques un "portal" para ir y venir a este mundo. Los ricos no se dieron cuenta de que el Demonio estaba entre ellos, a pesar de que su piel es escamosa como la de una serpiente de oro, porque "anda vestido de ropa marca Tommy Hilfiger y fuma Newports". Cada vez que un niño hace algo bueno, ayuda a las fuerzas angélicas en su guerra, por eso no hay que extrañarse si el objetivo predilecto del mal son los niños. Los noticieros televisivos son analizados minuciosamente: si Kendia Lockhart de cuatro años fue asesinada por su padre los niños presienten que La Llorona está detrás.

El corazón de esta mezcla de creencias es el hecho más negro y desgarrador: Dios no sólo huyó, sino que enloqueció de pena por lo que pasa en el mundo y porque La Llorona, dicen los ángeles, fue antes la Virgen María.

Esta historia, que haría palidecer a un luciferino medieval, es narrada con los tonos de la piedad y compasión más profundas.

La misma piedad y compasión que estos niños merecen y que jamás han conocido.