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México D.F. Viernes 13 de febrero de 2004

La muestra Gráfica 1925-1991 difícilmente se verá completa de nuevo

Recorrido para acercarse a la belleza y la verdad intrínseca del arte de Tamayo

Exhiben 268 obras gráficas del artista en el museo que lleva su nombre En cada pieza se manifiesta su ''enamoramiento por la forma'', destaca el curador de la exposición

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

¿Por qué se considera a Rufino Tamayo entre los grandes maestros del arte mundial surgidos durante el siglo XX?

Una respuesta categórica a esa interrogante se encuentra -ya no por muchos días- en la muestra de obra gráfica del pintor oaxaqueño montada en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo (MTAC). Se trata, por su calidad y magnitud, de todo un acontecimiento cultural.

La exposición se titula Tamayo. Gráfica 1925-1991 y fue inaugurada el 30 de octubre pasado y concluirá el domingo 22 de febrero. Con un total de 268 imágenes, es la más completa que se ha hecho del trabajo impreso del artista. El conjunto ofrece al espectador constancia elocuente de su talento, ingenio e inventiva.

Rufino Tamayo sostenía que, por encima de todo, su principal compromiso artístico era con el lienzo y los pinceles. Sin embargo, la muestra en el museo Tamayo permite apreciar a un ''virtuoso" también del arte impreso, donde destacó como uno de los artistas ''con mayor cantidad de recursos formales y simbólicos".

En la gráfica encontró una veta llena de posibilidades de experimentación que le permitieron innovar y ampliar su lenguaje plástico. Juan Carlos Pereda, historiador de arte, catalogador de la obra de Tamayo y curador de la exposición, subraya la enorme significación del pintor en la historia del arte gráfico mexicano.

Belleza y calidad sin paralelo

Tamayo aprendió y dominó todas las técnicas clásicas del arte impreso: xilografía, litografía, aguafuerte. No le bastó ejercerlas con maestría.

Fiel a su espíritu rebelde e innovador, experimentó hasta propiciar -en palabras de Pereda- ''una revolución técnica y estética" y ''protagonizar uno de los más brillantes capítulos en la historia del de por sí rico y prestigiado campo de la obra gráfica en México".

El reiterado compromiso del artista con la pintura no fue obstáculo para que hiciera sus aportaciones a la gráfica. El sabía que a lo largo de la historia el arte impreso ''había sido revolucionado, ampliado y enriquecido en elocuencia y belleza por artistas que no estaban dedicados de lleno y profundamente a él".

La mujer sonríe anaranjada. El perro negro le ladra a la luna mensajera de nostalgias. El hombre sigiloso espera bajo el quicio de una puerta. Un niño baila música azul y otro se cubre el rostro, avergonzado. Una pareja se mira a los ojos, junta las narices y se besa. La bestia apocalíptica de siete cabezas rojas sonríe inofensiva. La Venus negra observa con el hieratismo enigmático de las esfinges.

En poco más de 70 años de actividad artística, Rufino Tamayo produjo 320 obras impresas.

Tamayo. Gráfica 1925-1991 hace un recorrido cronológico por la mayor parte de esta producción, dividiéndola en segmentos representativos del trabajo del creador en diferentes talleres y con distintos impresores, ''con quienes formó equipo para lograr obras de belleza y calidad sin paralelo".

La primera sección de la muestra reúne alrededor de 30 xilografías (grabado en madera) creadas entre 1925 y 1935; ''piezas extraordinarias" de las que se hicieron pocos ejemplares y que hoy son codiciadas por los grandes coleccionistas de Estados Unidos y Europa.

A decir de Pereda, ''el mismo Tamayo seguramente nunca vio reunidas" esas obras tempranas y candorosas que para el ojo no entrenado resulta difícil asociar con el artista oaxaqueño: Hombre con maguey, Sirenas, Tehuanas, Hombre y mujer...

Junto a éstas se ubica otro grupo de trabajos de la más diversa índole: tarjetas de felicitación, ex libris, ilustraciones para libros y cancioneros, invitaciones y viñetas. Ya germinan ahí los elementos estéticos e iconográficos que al paso del tiempo definirán la obra de Tamayo.

Por un lado destaca ''la exactitud de su dibujo"; por otro, ''la mezcla que hace de lenguajes de las vanguardias contemporáneas con elementos de la tradición popular mexicana".

Imposible detallar en este espacio todas y cada una de las piezas expuestas. Sin embargo, cabe detenerse en algunas que Pereda señala como ilustrativas del virtuosismo y la evolución estética de Tamayo.

Una que causa especial emoción a Pereda es el aguafuerte Hombre contemplando la Luna, de 1947. Fue hecho ex profeso para ilustrar los 80 ejemplares de lujo de la primera monografía de Tamayo escrita por el influyente historiador de arte Robert Goldwater. La pieza hoy es considerada como una ''obra maestra" del género.

La del artista oaxaqueño fue la tercera hecha por el crítico estadunidense. Antes había efectuado las de Pablo Picasso y Joan Miró.

Entre 1949 y 1950 Tamayo fue invitado a trabajar en dos prestigiados talleres de París, el Desjobert y el Guilde de la Gravure. De ese periodo son las ilustraciones de inapreciable valor elaboradas para tres libros, también en exposición:

Aztlan Songes Mexicains, de Man'ha Garreau-Dombasle, esposa de un ex embajador francés en México, que recorrió el país recogiendo y escribiendo leyendas populares; Air mexicain, poemario del surrealista Bejamin Péret, quien residió seis años en México, y Apocalypse de Saint Jean, donde Tamayo hace una interpretación audaz y novedosa del texto bíblico.

En estos trabajos Pereda percibe el sentido de innovación de Tamayo, ''no se ciñe a la ortodoxia de los talleres. Encontramos que incorpora elementos francamente pictóricos".

Pone como ejemplo una pieza sobre la que se percibe un trazo hecho a mano, ''una pincelada gozosa que no se corresponde con la ortodoxia de rellenar un dibujo de manera precisa y exacta".

Parteaguas en la gráfica mexicana

Durante el recorrido con La Jornada, el curador Juan Carlos Pereda se detiene ante un grupo de trabajos que representan ''un capítulo verdaderamente importante, un parteaguas en la historia de la gráfica mexicana".

El curador se refiere a las 26 litografías que hizo en 1964 invitado por el Tamarind Lithography Workshop de Los Angeles.

En cada una ''vemos no sólo los elementos clásicos, usuales del género, sino experimentos con elementos extralitográficos como son brochas cortadas, o lo que podrían haber sido defectos técnicos pero que quedan incorporados a la composición dándole una gran elocuencia estética". Por primera vez se exhibe completa esta colección, que fue de ediciones muy reducidas de 12, 15 y 20 copias.

Sostiene Pereda que en su momento no fue del todo comprendida la propuesta de Tamayo en las litografías surgidas del Tamarind, pero con el tiempo ''también se han constituido en obras maestras de la gráfica", muy buscadas y altamente cotizadas en el mercado.

Pero el recorrido por Tamayo. Gráfica 1925-1991 no es para poner precios sino para acercarse a la belleza y a la verdad intrínseca del arte.

Basta un poco de sensibilidad y algo de curiosidad para disfrutar de una experiencia estética excepcional y probablemente irrepetible: 95 por ciento de la obra expuesta proviene de colecciones privadas, algunas del extranjero. Difícilmente se verá junta de nuevo.

Otras piezas que constituyen uno de los "espectáculos estéticos" más emocionantes de la exposición son las que tienen como tema a la mujer. La mayor parte de ellas realizadas entre 1967 y 1969: "Representan un prodigio más dentro de la obra de Tamayo".

Mujer con sandía, Niña a la puerta, Torso de joven mujer, Mujer sonriente, Carnavalesca, La negra, Mujer con mallas negras... Es entrañable esa asamblea de mujeres vistas desde perspectivas variadas: la humorística, la mitológica, la erótica, etcétera.

Sobresale en el conjunto "la inagotable inventiva" del artista oaxaqueño y "el profundo conocimiento técnico que tiene de la litografía". En cada pieza hay un tratamiento distinto que habla "del gran gozo y enamoramiento de Tamayo por la forma".

La década de los 70 registra la más radical innovación de Tamayo en el arte impreso: en mancuerna con el impresor Luis Remba, entonces director del Taller de la Gráfica Mexicana, inventa un nuevo género: la mixografía, polémica y novedosa técnica de impresión que permite la creación de grabados tridimensionales.

Antes de esto, la práctica ortodoxa del arte impreso producía obras planimétricas y de un cromatismo reducido. Con la mixografía -explica Pereda-- Tamayo amplió las posibilidades estéticas de la gráfica al dotarla de relieves y texturas inéditas.

Su experimentación con los colores, la complejidad de los entintados, dio a las impresiones con sentido pictórico nunca antes visto.

Riqueza visual

Resume Pereda: ''Creó obras en serie que no le piden nada a un óleo".

El espectador no puede menos que volverse a asombrar y emocionar ante la calidad y riqueza visual del género inventado por Tamayo, en el que su espíritu innovador alcanzó su máxima expresión.

Tamayo. Gráfica 1925-1991 -que concluirá el día 22- es la más exhaustiva revisión hecha a esa faceta creativa del pintor. Muestra con amplitud sus intereses estéticos, así como su continuo diálogo temático y plástico con artistas como Picasso, Tàpies, Dubuffet y Miró, sin dejar de lado su profunda relación con el arte prehispánico y popular de México.

Las veleidades de la política, la economía y la farándula a menudo relegan del interés público los sucesos del ámbito cultural, que tal vez no sean tan espectaculares, pero tienen similar o mayor trascendencia.

Uno de dichos acontecimientos es la muestra en el museo Tamayo, suceso cultural de primer orden, acorde con el renombre internacional del artista oaxaqueño y universal. 

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