Jornada Semanal, domingo 1 de febrero  de 2004                núm. 465

LUIS TOVAR

EL GÉNERO MARGINADO
(III DE IV)

De manera similar a lo que sucede en el cine de ficción, en el cual no es demasiado difícil advertir cuándo se trata de un trabajo hecho por mero encargo y cuándo estamos frente a un filme aledaño o francamente inserto en el llamado cine de autor, en el caso del documental cuando no se trata de un trabajo evidentemente emanado de la intención panegirista de quien puso los billetes para producirlo, un filme suele ser el resultado del interés, personal o colectivo, que un cineasta o un grupo de ellos, según el caso, tiene por el tema abordado.

Cada año, Hollywood provee decenas y decenas de ejemplos de lo primero, y ya lo han mencionado por ahí algunos de quienes se han ido a triunfar a la chocantemente llamada Meca del cine: noventa o más por ciento de las películas filmadas en esa industria no son el resultado puro, si tal palabra puede usarse aquí, de una intención autoral, sino más bien responden a necesidades y requerimientos de mercado, establecidos por el productor, mismo que en el director sólo ve a una suerte de gerente de producto capaz de generar exactamente aquello que la fábrica (léase compañía productora, major, e incluso alguna que otra minor) precisa para un lugar y una época determinadas. Las posturas para afrontar este fenómeno de asimilación varían diametralmente de un cineasta asimilado a otro, y no faltan los que se sienten muy contentos y realizados y triunfadores porque la Company les tiene la suficiente confianza para manejar un presupuestote y les pone en el reparto un buen par de nombres taquilleros.

CHAYOTE CON ESPINAS

Guardadas las proporciones, con el documental sucede algo similar a la hora de que el instituto tal o la secretaría cual o la televisora equis o el gobierno ye deciden que es hora de hacer (otra vez) una peliculita que le revele a Todo Mundo lo mucho que ha mejorado la situación de tal etnia, lo avanzado que está cierto proyecto, lo interesante que resulta equis tema o lo bonito que es tal estado o región. Es lo mismo que los llamados publirreportajes en la prensa escrita o que los infomerciales de la publicidad: resulta imposible dar una visión ya no digamos negativa, sino siquiera medianamente equilibrada del tema en cuestión, porque como dijo López Portillo, "no pago para que me peguen..." Por fortuna, tales producciones suelen agotarse en sí mismas y difícilmente trascienden la esfera de su propio universo cautivo; así como los publirreportajes suelen ser escritos por seudoperiodistas a destajo y leídos únicamente por alguno que otro incauto; así como los infomerciales son hechos por directores que casi no pueden ser llamados así y son vistos únicamente por veladores y otros insomnes, los documentales por encargo son para el consumo casi exclusivo de los indefensos empleados del instituto, la secretaría o el gobierno que los mandó hacer.

CHAYOTE SIN ESPINAS

Si en cuanto a los trabajos por encargo hay una razón directa para que un documental equis lleve una marca panegírica que lo balda inevitablemente, en el caso de los documentales realizados motu proprio se corre el riesgo de ser parcial por enamoramiento, para decirlo de algún modo. Es claro que la elección de un tema determinado hace evidente una inclinación más o menos fuerte –cercana, personal, ideológica...–, hacia dicho tema, cuando no hacia el o los protagonistas, sean éstos un personaje, un grupo social, un lugar o algún hecho histórico, una leyenda popular, un fenómeno cultural, etcétera.

Pongámoslo así: hay un cineasta que quiere hacer un documental sobre un tema que a) sencillamente le apasiona, b) es importante, le preocupa muchísimo y siente que puedo hacer algo al respecto c) le interesa genuinamente y cree que puede ser interesante para otros. Digamos que el tema recipientario de tan buenos propósitos son los niños en situación de calle. Puesto que nuestro cineasta tiene mucha conciencia social y aún más sensibilidad, dedica no nada más lo mejor, sino la totalidad de sus esfuerzos a documentar la vida de los tales niños, sin la contaminación que implicaría introducir dato estadístico alguno, mucho menos la opinión, vertida por ellos mismos o asimilada al guión, de especialistas en el tema, sean del sector oficial o no, para conseguir un retrato lo más fidedigno posible; luego entonces, venga una pareja sucesión de imágenes de niños de la calle, pues en eso consiste esto que quizá puede ser llamado registro, pero que aún está muy lejos de ser un documental.

(Continuará.)