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México D.F. Jueves 29 de enero de 2004

Emilio Pradilla Cobos

Dinamismo económicoy pobreza

El Distrito Federal ha perdido, desde 1980, el dinamismo que lo colocó en el pasado como el motor del crecimiento económico nacional. Su participación en el producto interno bruto (PIB) del país disminuyó 2.84 puntos entre 1980 y 2001, al pasar de 25.20 a 22.36 por ciento. Esta tendencia declinante se mantiene, pues si exceptuamos 1997 y 2000, la capital presentó entre 1994 y 2001 tasas de crecimiento del PIB notoriamente inferiores a la media nacional (Gobierno del Distrito Federal, tercer Informe, septiembre 2003. Anexo estadístico).

El factor explicativo básico de este declive es la desindustrialización. La participación de la capital en el producto manufacturero nacional cayó de 29.5 por ciento en 1980 a 20 por ciento en 2001 (-9.5 por ciento). Este fenómeno se manifiesta de tres maneras: caída de la participación relativa del sector fabril local en el total nacional, baja de la participación relativa de la industria en el PIB total local, que ha caído de 29.5 a 20 por ciento entre 1980 y 2001, y en la pérdida absoluta de unidades fabriles, empleos y producción industrial en la ciudad. El crecimiento del sector terciario, que se adoptó como sustituto para el crecimiento, no ha cumplido esta función, debido a su polarización entre un sector moderno concentrado monopólicamente, cada vez más trasnacionalizado, poco creador de empleo, y un enorme sector informal, ineficiente y de baja productividad, que ha crecido hasta absorber a cerca de la mitad de la población económicamente activa (PEA) de la capital, y de toda la zona metropolitana.

Aunque poco relevante como indicador ante la magnitud de la informalidad (señala el porcentaje de la PEA que no trabajó ni una hora en la semana), la tasa de desempleo abierto en el Distrito Federal se ha mantenido por encima de la nacional desde 1990, según datos del gobierno local. El sector informal ha absorbido el desempleo generado por la nula creación de empleo en el formal y moderno de la economía urbana derivada del bajo crecimiento económico, las crisis recurrentes y la modernización tecnológica. Sus trabajadores operan en condiciones laborales, salariales o de ingresos, y de prestaciones sociales por fuera de la legislación y, aun, de los mínimos de dignidad humana. A pesar de tener un ingreso por habitante 2.6 veces mayor que el promedio nacional, 38 mil 800 pesos en el segundo trimestre de 2003, el 39 por ciento de la población ocupada recibía ingresos de menos de dos salarios mínimos (el promedio del salario mínimo real es mayor en el Distrito Federal que el nacional), lo que muestra el alto grado de concentración del ingreso en la capital. Según Julio Boltvinik, en 2000 la pobreza afectaba a 64.9 por ciento de la población defeña (38.3 por ciento en pobreza extrema y 26.6 por ciento en pobreza moderada), cifra inferior apenas 3.1 por ciento a la registrada 10 años antes.

Estas cifras son menores a las registradas en el conjunto de la zona metropolitana de la ciudad de México, lo que indica que la magnitud de la pobreza es mayor en los municipios conurbados del estado de México; esto explica parcialmente el hecho de que una parte de la población pobre de éstos se desplace hacia el Distrito Federal para buscar empleo, desarrollar actividades informales o delictivas de subsistencia, o acceder a servicios públicos que no obtienen en su lugar de residencia, lo que genera el flujo de población itinerante que llega diariamente: más de dos millones y medio de personas.

Estos hechos permiten sacar algunas conclusiones. Para dinamizar la economía capitalina no bastan las políticas coyunturales, focalizadas en el fomento de la construcción y la obra pública, que sólo aportaba 4.7 por ciento del PIB total del DF en 2002, el cual únicamente genera empleo durante el tiempo de la obra, de baja calificación y mal remunerado; se requieren políticas estructurales de largo plazo, de cobertura metropolitana. Otorgar microcréditos individuales de bajo monto unitario, convertibles en consumo de subsistencia, reproduce la informalidad y no es base sólida para la recuperación económica. La política económica se establece en el ámbito federal, pero la local no es pasiva; en el Distrito Federal tiene un papel crucial para el rumbo de la economía. Y la lucha contra la pobreza exige, en primer lugar, un crecimiento económico sostenido con equidad distributiva.

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