Jornada Semanal, domingo 25 de enero de 2004        núm. 464

NAIEF YEHYA
LINDA LOVELACE: DIVA PORNO, CYBORG MEDIÁTICO,
VÍCTIMA VICTORIANA (III Y ÚLTIMA)

FEMINISTA RENACIDA

Fue un signo ominoso del zeitgeist de los años ochenta el hecho de que la diva porno Linda Lovelace (LL) hubiera cambiado de bando al ser reinventada como la heroína del movimiento antipornografía. Militantes feministas como Andrea Dworkin y Catherine McKinnon la convirtieron en el icono más popular de la mujer humillada y degradada por la industria pornográfica. En la era de Reagan, LL alcanzó de nuevo el estatus de celebridad desechable, fue objeto de cientos de entrevistas, artículos e incluso comparecencias ante legisladores (ante el subcomité del Senado para la pornografía de 1984). LL recorrió Estados Unidos dando conferencias ante grupos de mujeres y fue usada para impulsar el movimiento antipornografía. El tono de las denuncias de LL aumentaba en intensidad y sus afirmaciones eran cada vez más sensacionalistas y maniqueas, especialmente en su segundo libro, Out of Bondage (Berkley Books, 1987). Inicialmente no acusaba a la industria pornográfica de su desgracia, más tarde declaraba que cada vez que alguien veía Garganta profunda en realidad estaba violándola nuevamente. "Es un crimen que esa película aún se exhiba… una pistola estaba apuntada contra mi cabeza todo el tiempo." Asimismo, LL hablaba de pornografía refiriéndose siempre a la pornografía infantil y al snuff (donde supuestamente la protagonista es asesinada por placer), como si éstos fuesen productos comerciales de esa industria o como si tuvieran que ver con su experiencia. Poco a poco se le fue identificando con los sectores más fanáticos del feminismo. Aunque sus vivencias en la entonces incipiente industria pornográfica fueron espantosas, LL sabía que era falso que todas las mujeres que trabajaban en ella eran sistemáticamente violadas y prostituidas a punta de pistola. No fueron pocas las estrellas porno que la criticaron violentamente. Ordeal se convirtió en lectura obligada de las militantes de esa causa y varias frases de ese libro fueron adoptadas como eslogans y repetidos incesantemente en manifestaciones, panfletos y debates.

Catherine McKinnon, considerada entonces como una de las principales figuras del movimiento feminista, presentaba el caso de LL como el emblema mismo del abuso que sufrían todas las víctimas de la pornografía. Pero cualquiera que leyera Ordeal podía darse cuenta que era una espantosa historia de violencia doméstica y que de ninguna manera podía culparse a la pornografía, ni siquiera en sus expresiones más extremas, del sufrimiento de la protagonista. Las vejaciones de que fue objeto LL no se debieron a su participación en Garganta profunda y de hecho ella misma declaró al respecto de la filmación de la cinta:

Para mí fue a la vez tocar fondo y una salvación… Algo me estaba sucediendo, algo extraño. Tenía que ver con el hecho de que nadie me trataba como basura. Y tal vez era tan sólo la química de formar parte de un grupo. Por primera vez en muchos meses había sido lanzada entre otra gente, otra gente que no eran pervertidos ni me amenazaban. Me volví parte del grupo. Comencé a mejorar. Nos reímos mucho ese primer día de rodaje…Y nadie me pedía que hiciera cosas que no quisiera hacer.

LL nunca hubiera podido liberarse de Traynor de no ser porque el abrumador éxito de la película le dio el valor, apoyo y recursos necesarios para escapar. Nada de esto pareció importante a McKinnon, para quien LL era tan sólo una más (aunque muy representativa) de las víctimas de la pornografía. En más de una ocasión LL se refirió a las militantes como sus amigas, pero en poco tiempo se dio cuenta de que ahora ellas la estaban explotando sin el menor respeto, al forzarla a apoyar una campaña visceral, desinformadora y paranoica con la que no estaba del todo de acuerdo y de la cual nuevamente, debido a su notoriedad, fue la víctima. El pornógrafo Al Goldstein, director de la revista Screw, lanzó una campaña personal en contra de LL, publicó y distribuyó las peores imágenes de sus cortos, en particular acompañada de aquel perro, la denunció como una masoquista, oportunista e hipócrita. Pasada la euforia de la campaña antipornografía, la mayoría de las militantes se olvidaron de LL, quien una vez más se volvió objeto de sorna y ridículo. Tras el desengaño de la militancia antipornográfica, LL aceptó posar para la revista Legs Show (enero 2001), con lo que su credibilidad y honestidad fueron nuevamente cuestionadas.

LL murió a los cincuenta y tres años, el 22 de abril de 2002 en el Denver Health Medical Center a causa de las heridas provocadas en un accidente automovilístico el 3 de abril anterior.