![]() LUIS TOVAR (II DE III) El pasado Festival Internacional de Cine de Morelia inauguró la Primera Jornada de Documental Mexicano, en la cual, además de los mencionados aquí la semana pasada (Gabriel Orozco y La canción del pulque), se exhibieron otros veintidós documentales: Conmoción y pavor, 4, y Walkman, 4, ambos de Bruno Varela; Cuando la justicia se hace pueblo, 2553, de Carlos E. Pérez Rojas; Día de muertos en la tierra de los murciélagos, 30, de Pedro D. López López; En pocas palabras, 24, de Mariana Chenillo; Eso viene sucediendo, 1117, de Fabiola Gervasio; Morada, 22, y Onces, 37, los dos de Alejandro Gerber Bicecci; Que suene la calle, 14, de Itzel Martínez del Cañizo; Los remedios, 4, de Jaime Magaña; Volver a ver/Exentani, 27, de Dante Cerano; Chacahua, 25, de Alexis Rodil; Five OClock Tea, 49, de Manuel Cañibe; Maletilla, 60, de Victoria Clay-Mendoza; Niños de la calle, 82, de Eva Aridjis; Ocho candelas, 70, de Sandro Halphen; Palabras zapatistas contra la injusticia, 3340, de Videoastas de los municipios autónomos de Chiapas; La pasión de María Elena, 76, de Mercedes Moncada; Recuerdos, 86, de Marcela Arteaga; Los rollos perdidos de Pancho Villa, 4920, de Gregorio Rocha; The Sixth Section, 26, de Alex Rivera; y finalmente XV en Zaachila, 52, de Rigoberto Perezcano.
Otro dato importante es que solamente la quinta parte cinco de veinticuatro documentales fue filmada en 35mm, mientras el resto recurrió a la accesibilidad económica del video. Obvio es que, de otro modo, esos diecinueve trabajos difícilmente hubieran sido llevados a término. De nueva cuenta, como sucede con el cortometraje, la mayoría de las veces la realización de un documental depende sobre todo del entusiasmo y el interés de su realizador, sea individual o colectivo, y de las soluciones que sepa encontrar de cara a la ingente carencia de apoyos suficientes. Dicha situación tiene una serie
de implicaciones que necesariamente condicionan el resultado que se verá
en pantalla. En primera instancia tales condicionamientos son de orden
técnico, ya que por mucho que la realización en video sea
susceptible de ser transferida a película, como suele hacerse con
el proceso data to film, si el material a transferir ha sido filmado
bajo las reglas del video, difícilmente las imágenes y el
sonido dejarán de reflejarlo. Esto se aprecia sobre todo al hacer
un análisis de las soluciones de orden formal elegidas para un documental
determinado; idealmente, tales soluciones deben obedecer a las necesidades
de conceptualización plasmadas en el guión. La impresión
que dan varios de los documentales arriba mencionados es que la forma no
fue producto de una elección, sino de una carencia de opciones,
lo cual lleva a concluir una de dos: que, en el mejor de los casos, la
solución formal elegida por default responde apenas al concepto,
o bien que éste, así como el objetivo de comunicación,
son difusos; lo cual lleva a suponer, en el mejor de los casos, que se
ha contado con un guión inconsistente, o en el peor, que no hubo
un guión sino apenas una escaleta, y que la carne, la conjunción
de tema, contenido y solución formal, no contó con la correspondiente
investigación y ésta fue más bien de campo; en otras
palabras, que se acudió al expediente de seleccionar un asunto,
tomar la cámara de video, ver qué se encontraba, filmar,
editar y listo.
(Continuará)
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