Jornada Semanal, domingo 25 de enero  de 2004                núm. 464

LUIS TOVAR
EL GÉNERO MARGINADO
(II DE III)

El pasado Festival Internacional de Cine de Morelia inauguró la Primera Jornada de Documental Mexicano, en la cual, además de los mencionados aquí la semana pasada (Gabriel Orozco y La canción del pulque), se exhibieron otros veintidós documentales: Conmoción y pavor, 4’, y Walkman, 4’, ambos de Bruno Varela; Cuando la justicia se hace pueblo, 25’53’’, de Carlos E. Pérez Rojas; Día de muertos en la tierra de los murciélagos, 30’, de Pedro D. López López; En pocas palabras, 24’, de Mariana Chenillo; Eso viene sucediendo, 11’17’’, de Fabiola Gervasio; Morada, 22’, y Onces, 37’, los dos de Alejandro Gerber Bicecci; Que suene la calle, 14’, de Itzel Martínez del Cañizo; Los remedios, 4’, de Jaime Magaña; Volver a ver/Exentani, 27’, de Dante Cerano; Chacahua, 25’, de Alexis Rodil; Five O’Clock Tea, 49’, de Manuel Cañibe; Maletilla, 60’, de Victoria Clay-Mendoza; Niños de la calle, 82’, de Eva Aridjis; Ocho candelas, 70’, de Sandro Halphen; Palabras zapatistas contra la injusticia, 33’40’’, de Videoastas de los municipios autónomos de Chiapas; La pasión de María Elena, 76’, de Mercedes Moncada; Recuerdos, 86’, de Marcela Arteaga; Los rollos perdidos de Pancho Villa, 49’20’’, de Gregorio Rocha; The Sixth Section, 26’, de Alex Rivera; y finalmente XV en Zaachila, 52’, de Rigoberto Perezcano.

Algunos datos a destacar: de estos veinticuatro trabajos, solamente la mitad fueron realizados en 2003; el resto, a excepción de Volver a ver, son de 2002, lo cual significa que, como suele suceder con el cine de ficción, hay un rezago en la exhibición. Siete de ellos fueron producidos o coproducidos por el Centro de Capacitación Cinematográfica; otros cinco recibieron el apoyo de alguna institución educativa –UNAM, UIA, Universidad de Guadalajara, Universidad Autónoma de Baja California–, solamente cuatro tuvieron el apoyo de CONACULTA o IMCINE, y el resto fueron hechos a partir de un esfuerzo colectivo que, en algunos casos, contó con la colaboración de algún organismo como el Instituto de la Juventud o el Instituto de las Culturas Oaxaqueñas. Y hay una organización llamada Arcano Catorce que se ha dado a la tarea de enseñar cómo se realiza un documental y a producir, enfocándose preferentemente en comunidades indígenas de todo el país, a fin de que sean ellas quienes decidan el tema y el contenido de los filmes.

Otro dato importante es que solamente la quinta parte –cinco de veinticuatro documentales– fue filmada en 35mm, mientras el resto recurrió a la accesibilidad económica del video. Obvio es que, de otro modo, esos diecinueve trabajos difícilmente hubieran sido llevados a término. De nueva cuenta, como sucede con el cortometraje, la mayoría de las veces la realización de un documental depende sobre todo del entusiasmo y el interés de su realizador, sea individual o colectivo, y de las soluciones que sepa encontrar de cara a la ingente carencia de apoyos suficientes.

Dicha situación tiene una serie de implicaciones que necesariamente condicionan el resultado que se verá en pantalla. En primera instancia tales condicionamientos son de orden técnico, ya que por mucho que la realización en video sea susceptible de ser transferida a película, como suele hacerse con el proceso data to film, si el material a transferir ha sido filmado bajo las reglas del video, difícilmente las imágenes y el sonido dejarán de reflejarlo. Esto se aprecia sobre todo al hacer un análisis de las soluciones de orden formal elegidas para un documental determinado; idealmente, tales soluciones deben obedecer a las necesidades de conceptualización plasmadas en el guión. La impresión que dan varios de los documentales arriba mencionados es que la forma no fue producto de una elección, sino de una carencia de opciones, lo cual lleva a concluir una de dos: que, en el mejor de los casos, la solución formal elegida por default responde apenas al concepto, o bien que éste, así como el objetivo de comunicación, son difusos; lo cual lleva a suponer, en el mejor de los casos, que se ha contado con un guión inconsistente, o en el peor, que no hubo un guión sino apenas una escaleta, y que la carne, la conjunción de tema, contenido y solución formal, no contó con la correspondiente investigación y ésta fue más bien de campo; en otras palabras, que se acudió al expediente de seleccionar un asunto, tomar la cámara de video, ver qué se encontraba, filmar, editar y listo.
 

(Continuará)