![]() NOÉ MORALES MUÑOZ. EL DICCIONARIO SENTIMENTAL La obra de Luis Mario Moncada, que se presenta en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz, podría tener un par de lecturas: o bien se trata de una historia gris que trató de ser enriquecida con un halo poético y/o filosófico, o de una propuesta cuyas pretensiones encallaron en sus propias salvedades. Como haya sucedido, y dejando las especulaciones, lo único concreto es que los resultados distan mucho de ser halagadores. Por un lado se nos presenta la crisis de un matrimonio de clase media alta, conformado por Marisa (Cecilia Suárez), lingüista sobresaliente, y Hanif (Víctor Huggo Martin), músico disperso y fracasado, provocada en buena medida por el choque entre la histeria de ella y la abulia de él. El triángulo amoroso lo completa Antonio (Joaquín Cosío), jefe y amante de Marisa, cuya insistencia orilla a la mujer a decidir entre su pasión y su obligación.
Pero si en el entrecruzado filosófico de Marina y López la convención habilita un distanciamiento efectivo para su disección de la psique humana, en la obra de Moncada y la puesta en escena de Mario Espinosa el subterfugio se percibe torpe, gratuito e incluso proveedor de pasajes de humor involuntario. El extraterrestre es incluido en el relato mediante un par de nexos fútiles: por un lado, y aunque aparece en casi todas las escenas, sólo puede ser visto por el hijo de ocho años de la pareja protagónica (Jean Paul Lander), a la usanza de cierta caricatura clásica; y por el otro, es el plus mercadológico que Antonio propone a Marisa para incrementar las ventas del diccionario en el que ambos trabajan. Paralelo a ello, asistimos a rompimientos en los que nos son dadas definiciones tomadas del libro de Marina y López, para explicarnos lo que no requiere de explicación: los momentos emocionales de los personajes, sus cambios y contradicciones. El trabajo de puesta en escena de Espinosa encuentra su mayor contratiempo en la inconsistencia del texto, en el divorcio que presenta entre el realismo de la historia de la pareja y lo fantástico de algunos de sus códigos. Y por lo mismo es en el primer apartado en el que aparecen los logros más evidentes: si el trabajo de Martin y Suárez es correcto y sobrio aunque podría serlo más si no fuera por lo difuminado del dibujo de sus roles, el del niño Lander resulta por mucho el más convincente. Por el contrario, en Cosío aparecen sonsonetes y entonaciones que ya se antojan principios de vicio actoral, y la propensión al grito de Giovanna Zacarías como Duende Azul mata casi cualquier matiz. Pero la gran damnificada de este experimento es Glinz, pues al serle marcadas una enorme cantidad de gestos, muecas y manierismos para reaccionar ante lo que Usbek presencia, sólo se apuntala su inverosimilitud y su divorcio del conflicto principal. Y es que cuando sus intervenciones se pretenden decisivas, la trama no ayuda: Hanif muere pero resucita al instante gracias al extraterrestre; cuando Usbek se declara incompetente para cumplir con su misión, descubre que la culpa de todo es del tabaco al que Hanif es adicto. Al final quedan dos cosas: las ganas de leer el libro de Marina y López para evitar la superficialidad de la adaptación, y la esperanza de que lo visto en escena le haya dado a Luis Mario Moncada una voz de alerta. |