La Jornada Semanal,   domingo 25 de enero  de 2004        núm. 464
Un libro involuntario de Kant:
Crítica de la razón caribe

Ricardo Bada

La editorial Steidl, en Gotinga, Alemania, es la editorial de Günter Grass. Pero sería un reduccionismo absurdo limitarla a Grass, con todo y ser él tan grande. En el catálogo de Steidl figuran asimismo otros creadores que no desmerecen del padre espiritual de Oskar Matzerath, el del grito vitricida. Para citar sólo uno: ¿cómo no recordar al épico Halldór Laxness, el Premio Nobel islandés?

Pues bien, la editorial Steidl incluye también en su catálogo una pequeña alhaja titulada Köche ohne Zunge (que podríamos traducir bastante aproximadamente como "Cocineros sin paladar"), y cuyo involuntario autor es un filósofo de gran calibre, un altísimo exponente del idealismo alemán: Immanuel Kant.

El joyero es Jens Kulenkampff, quien ha recogido con paciencia de hormiga laboriosa (perdóneseme el pleonasmo) una gran cantidad de anotaciones manuscritas del autor de la Crítica de la razón pura y de la Crítica de la razón práctica. Todas aquellas que pergeñó en los márgenes y en las páginas de guarda de los libros que leía; y les aseguro que la cosecha es de las más granadas.

Ojalá este libro encuentre pronto su camino en el mercado editorial en lengua de Castilla, pero mientras tanto intentemos gozar desde ya de sus tesoros. Por puro placer, he traducido una selección personal de tales anotaciones, y debo decir, a fuer de sincero, que emprendí la tarea con muy encontrados sentimientos: nunca hasta ese instante me había atrevido con un filósofo, y mucho menos con un autor de sintaxis tan enrevesada como el reloj viviente de Königsberg.

Elijo de entre lo ya vertido al castellano una docena de anotaciones que dan una idea de la variedad y la complejidad de los temas abordados por Kant. Y también de ciertos prejuicios suyos. Por ejemplo: "Un viajero sólo puede detraer alguna cosa para su instrucción de cuatro países en el mundo: Holanda, Inglaterra, Italia y Francia." ¡Eso, don Manuel, y a los demás que los parta un rayo!

Algún que otro apunte del buen don Manuel (que así lo llamaba el vasquísimo Unamuno; "vasco por los dieciséis costados", solía decir de sí) lo podría haber firmado el mismísimo Jorge Luis Borges. Este, sin ir más lejos: "¿Por qué algunos días discurren todas las fantasías como si fuese el día siguiente, o como si mañana fuese el día que recién será pasado mañana?"

Y no deja de ser divertido pensar que también en el siglo xviii era público y notorio que los escandinavos empinan el codo con harta frecuencia, según se desprende de esta pregunta todavía hoy sin respuesta, incluida entre las notas de Kant: "¿Por qué se embriagan tan a gusto, sobre todo, los pueblos nórdicos?"

Ni qué decir tiene: no faltan entre los pensamientos kantianos algunos que le habrían hecho fruncir el ceño con desconfianza a su más cercano déspota, por muy ilustrado y rey de Prusia que fuese. Fíjense tan sólo en uno: "Los reyes, en su calidad de padres, maltratan a sus súbditos como a niños por cuya subsistencia y felicidad quieren velar ellos solos. Los sacerdotes, en su calidad de pastores, como a ovejas y como a los queridos animalitos que nunca serán mayores de edad. Primero se incapacita a la gente para que no se pueda gobernar, y después de eso se disculpa el propio despotismo arguyendo que la gente no se deja gobernar."

Gemas diminutas pero no por ello menos valiosas: "Los sentidos no engañan porque no juzgan." "¿Qué es la verdad? Esta pregunta sólo es contestable por medio de reglas que presuponen que puedo distinguir lo verdadero de lo falso." "La juventud no es sabia aunque cree serlo. La sabiduría del viejo es aún peor." "Ya es honor no ser despreciado." "Se acostumbra a estar lleno de sensibilidad cuando se está vacío de pensamientos." Y esta otra de donde sale el título del volumen y que parece pensada para los Bocusses y los Arzacs: "Hay cocineros sin paladar. No vale la pena cultivar un placer que puede saborearse a diario."

Después de lo cual, ¡temblad, exégetas!, ese mismo Kant dejó anotado: "El tiempo expurga todas las escrituras." Y el idioma alemán no garantiza en este caso la univocidad: lo mismo pueden ser "escrituras" que "Escrituras". Si me inclino por traducir "escrituras" con minúscula es para que mi amigo Álvaro Mutis no me vuelva a tachar de comecuras.

Concluyamos nuestro apresurado safari por el riquísimo coto de caza que nos legara involuntariamente Immanuel Kant, con una reflexión que tiene tanto de juiciosa observación como de conocimientos prejuiciados: "Si supiéramos cómo, uno de los medios más poderosos para dotar de influencia a la razón y darle fuerza a los motivos de la conducta, sería potenciar de tal modo dentro de nosotros la previsión de nuestro futuro juicio sobre aquello que hacemos ahora, que resultase igual a lo que enjuiciamos en el momento presente. El caribe vende por la mañana su hamaca, y se lamenta por la tarde de que no tiene donde echarse a dormir."

A este último pensamiento, y recurriendo a la nomenclatura del propio Kant, ¿no es verdad que lo podríamos encuadrar dentro de una posible Crítica de la razón caribe?