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México D.F. Miércoles 21 de enero de 2004

Menos de 500 latinoamericanos entre los 100 mil delegados asistentes de todo el mundo

Mumbai 2004 no resultó el gran encuentro entre pueblos de Asia y AL

La lectura, acaso la mejor vía para acercar a ambas regiones, dice el escritor Bajpai

LUIS JAVIER GARRIDO ENVIADO

Mumbai, 20 de enero. El foro de Mumbai 2004 no ha resultado, como se imaginó al concebirlo, el gran encuentro "histórico" de los pueblos de Asia y América Latina que impulsaría de manera decisiva al movimiento alternativo mundial, y sólo ha quedado en un pequeño paso hacia adelante. Las cúpulas económicas y políticas del mundo no tienen mayores problemas para reunirse -y entenderse- como lo están haciendo ya de nuevo en Davos, Suiza, para hacer más eficiente al capitalismo depredador del nuevo siglo (Lula, por ejemplo, llega a Delhi el próximo domingo), pero todos aquellos que buscan impulsar un movimiento alternativo mundial aún tienen un buen trecho por recorrer para integrar, articular e impulsar sus propuestas y lograr revertir el actual proceso histórico. Y lo acontecido aquí en este Foro Social Mundial (FSM) de Mumbai -que hoy vivió su cuarto día de fiesta- debe constituir una alerta en tal sentido, lo mismo para los organizadores que para los participantes.

Las razones para que este encuentro imaginado por muchos no tuviera mejores resultados son varias: la lejanía histórica entre los pueblos asiáticos y los de América Latina, la escasa presencia de latinoamericanos -y en especial de brasileños- aquí en Mumbai, la ausencia en el programa oficial de actos que alertaran los diálogos entre los dos pueblos: nadie lo puede decir con precisión.

Lo del número de latinoamericanos, sin embargo, no se puede explicar por el costo del viaje solamente, pues muchos viajaron a Porto Alegre como lo hicieron aquí: pagados por sus redes. Y otros no lo hicieron, pudiendo hacerlo.

La elección del sitio que sucedería a Porto Alegre tampoco pudo ser mejor, pues históricamente India ha sido la puerta de Asia, y Bombay "la puerta de India".

La puerta de India es, en realidad, un arco de piedra que se levanta junto al mar, en el extremo de un punto llamado Apollo Bunder, aquí en el puerto de Bombay. El monumento de piedra, edificado en 1911 por el arquitecto George Wittet para recibir al rey Jorge V y a su esposa la reina María-Queen Mary-, y que reverbera con la luz del sol en tonalidades que van del naranja al violeta, se ha convertido con los años en un símbolo de la llegada a India, que antaño era para los europeos este puerto de Bombay. Por ahí desfiló en 1948 el último regimiento inglés que abandonó India tras la independencia, marchando con respeto bajo sus columnas. Octavio Paz, quien llegó por vez primera a este país en 1951, la evocaría años después por su estilo "fantasioso", pero también porque representó para él, aquí en Bombay, la verdadera puerta de India y de Oriente.

No es, por lo mismo, un azar que los organizadores del cuarto Foro Social Mundial 2004 hayan elegido Bombay para sede del encuentro. Es la ciudad con mayor crecimiento del país, y con sus casi 20 millones de habitantes, la más grande y popular. Dicen que cuando Chico Whitaker y Sergio Haddad la visitaron a finales de 2001 para decidir si algún día podría trasladarse aquí el foro de Porto Alegre, al ver la vitalidad de la ciudad no lo dudaron un instante.

La vieja Bombay, rebautizada como Mumbai, abrió así en 2004 su hospitalidad a los 100 mil delegados de todo el mundo, de los cuales por lo menos 50 mil eran extranjeros, aunque muy pocos latinoamericanos, acaso menos de 500. La idea de que aquí, con el foro, se encontraran dos culturas y dos mundos -India y Latinoamérica-, lanzada como propuesta clave, no pudo culminar.

En los hechos las cosas han sido muy diferentes y a Mumbai viajaron, por ejemplo, sólo unos 30 argentinos, una veintena de Venezuela y menos de 10 chilenos. La delegación de Ecuador, que organizará del 25 al 30 de julio de este año en Quito el primer Foro Social de las Américas, es acaso una de las que más hacen sentir su presencia, pero también son un puñado. Y de México deben haber venido entre 20 y 30 personas: buena parte de ellas (unas 12) diputados y senadores de los tres principales partidos (PRI, PAN y PRD) que vinieron al Foro Parlamentario, que es totalmente aparte, y quienes han buscado de manera oportunista hacer evidente su participación en el FSM. Los demás son unos cinco dirigentes sociales miembros de organizaciones no gubernamentales y activistas como Guillermo Rodríguez Curiel, uno de los dirigentes históricos del movimiento urbano popular de la ciudad de México.

¿Cómo romper, entonces, esta forma de aislamiento?

"La mejor vía para acercar a los pueblos de India y América Latina acaso sea la literatura", dice a La Jornada el escritor Ashok Bajpai, quien durante su exposición en la mesa sobre Medios, cultura y conocimiento citó a Paz como uno de los mejores conocedores y un puente entre los dos países, y no le falta razón: la literatura ha sido un vínculo fundamental entre estos dos mundos.

La visión simplista de muchos latinoamericanos no puede entender la complejidad de India, que geográficamente se halla en nuestras antípodas y culturalmente es un país por completo diferente. Y lo mismo podría decirse de muchos indios que creen ver semejanzas con los latinoamericanos donde no las hay, como el escritor de Madrás (hoy Chennai) G. Jaypal, quien en los años 70 sostenía en París que las similitudes que creía ver entre India y México obedecían a que ambos países formábamos parte de la cultura de Oriente.

India y México se distinguen en todo, hasta en su evolución histórica. India fue una colonia británica hasta 1948, cuando México tenía ya más de un siglo de vida independiente, y su experiencia bajo el yugo inglés fue por completo distinta a la nuestra. Pablo Neruda, quien en los años 20 del siglo pasado fue cónsul de Chile en Ceylán (hoy Sri Lanka), dice en su libro de memorias, Confieso que he vivido, que en dos siglos de dominación los ingleses "sólo dejaron en India botellas de whisky vacías", en alusión a que aquí no se produjo un mestizaje. La frase es demoledora, pero requiere un matiz. Los británicos sí dejaron algo más: una desintegración de las comunidades, las instituciones políticas y la pasión por el cricket. Y acaso otra cosa: la lengua, el inglés, que acaso algún día se haya impuesto a las 14 lenguas constitucionales y a las 179 no oficiales, así como a los cientos de lenguas de India que llaman "dialecto" y sea la lengua nacional.

Los latinoamericanos de principios del siglo XX conocieron India por su literatura antigua. Borges fue, por ejemplo, un divulgador excepcional de los libros fundamentales del hinduismo: el Rigveda, los Upanishads, el Bhagavad Gita, y en realidad de todo el Mahabharata, y en los años 20 no había escritor latinoamericano que no hubiese leído a Tagore, a quien él no admiraba como al angloindio Kipling.

El cine fue más tarde un efímero vínculo cuando llegaron a exhibirse en México los filmes de Satiajit Ray en los 50: Pather Panchali, Aparajito y la Leyenda de Apu en el desaparecido cine Chapultepec, que conmocionaron por su calidad. Pero quien más permitió conocer la realidad de India en América Latina fue Octavio Paz en diversos libros.

Paz vivió en dos ocasiones en India: cuando fungió como segundo secretario de la embajada de México a las órdenes de Portes Gil (1951-1952) y como embajador de México (1962-1968), dejando en varios libros de poemas y otros de ensayo su pasión y conocimiento por este país: Conjunciones y disyunciones (1969), El mono gramático (1974) y Vislumbres de la India (1995), en los que desarrolló la tesis de que la peculiaridad que marca a India es la religiosa. Paz vio la diversidad de este subcontinente enigmático en el que coexisten esas dos grandes religiones que son el hinduismo y el Islam, marcándolo con diversas contradicciones: la de las castas y la de las realidades éticas, históricas y económicas. India no es una nación, sino un conglomerado de pueblos con culturas y religiones diferentes. Y por eso aún hoy se discute si la independencia de 1947 no fue un triunfo de las ideas y de las instituciones de los ingleses.

Las nuevas burguesías latinoamericanas, zafias y pedantes, empezaron a su vez a ver a India desde otra perspectiva: la del seudomisticismo y el yoga. Ashok Bajpai insiste por eso en que debemos entendernos a otros niveles y que uno fundamental es el de la cultura. Como hizo Julio Cortázar en su admirable libro Prosa del observatorio.

La realidad económica y social mundial ha terminado, sin embargo, por generar una nueva identidad entre los pueblos de Asia y de América Latina. En todos nuestros países el neoliberalismo ha logrado destruir a los estados nacionales y cancelar los derechos esenciales de los pueblos a la educación, la salud, la naturaleza, la tierra, la cultura, la electricidad, la seguridad social y el trabajo, identificándonos cada vez más. Y en este escenario el FSM es un espacio que podría llenarse con más imaginación.

Los aspectos positivos logrados en Mumbai 2004 son pocos, pero constituyen el comienzo de una relación que debe profundizarse. El Frente Auténtico de los Trabajadores de México (FAT) se ha vinculado con organismos laborales del sudeste asiático, por ejemplo, y efectuarán un encuentro en dos meses en Guadalajara; las relaciones personales de muchos dirigentes sociales han avanzado.

La clave del proceso histórico actual está, por lo mismo, en esa unión de los pueblos de Asia y Latinoamérica. Hoy, con gran intuición, un contingente de mujeres y hombres de algún país asiático entraban al atardecer en los campos de Goregaon en inglés, pero también en español -en un perfecto español-, con una música que a pesar de todos las campañas los dueños del poder económico no han logrado descalificar por "comprometida": El pueblo unido, jamás será vencido.

En perfecto español.

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