Ojarasca 81  enero de 2004


Dominar el fuego se considera una de los actos fundadores de la humanidad sapiens. Sin embargo, dominarse en el uso del fuego sigue siendo, en pleno siglo XXI, uno de los actos para los que los hombres se encuentran menos preparados. Basta soltar los demonios de la raza, la religión o la conveniencia económica, para que toda guerra se propague como yesca y los distintos bandos la aplaudan. Ahora se ha inventado un concepto sustituto: combate al terrorismo, que incluye raza, religión y conveniencia económica, pero agrega algo nuevo: el miedo ciego.

¿Cuántos crímenes se cometen hoy en el santo nombre de La Seguridad? Con tal "doctrina" se aplasta a las naciones islámicas. Se alza el muro de ignominia en Gaza. Estados Unidos ocupa sangrientamente Irak y Afganistán, y sigue interviniendo en las guerras civiles de África, como ahora es el caso de Guinea Bissau (adicionalmente, con jugosas reservas petroleras). Con esa doctrina se pretende también doblegar al inmenso patio trasero de Norteamérica, del Bravo a la Patagonia. En la tarea, Washington cuenta con más aliados que "rebeldes"; como quiera, Brasil, Cuba, Venezuela y Argentina suman sólo cuatro. Entre los firmes alineados están Colombia, Chile, Guatemala y, oh bochorno, México.

Patético patiño pastoreado, el gobierno foxista acompaña al gobierno bushita en sus aventuras planetarias, en la posición más incómoda respecto a los yanquis desde Antonio López de San Anna. Una manita de puerco de vez en cuando le recuerda al gobierno mexicano que debe ser "colaborador", según expresión de Tom Ridge (zar de la guerra irregular interna de Estados Unidos, Homeland Security; y cuando se habla de Homeland, como la Vaterland nazi, algo ahí está bien podrido). Y nos amarran con la zanahoria "acuerdo migratorio", la impagable deuda eterna y los múltiples intereses y propiedades estadunidenses en nuestro territorio.

Ante el panorama, las franjas de resistencia nacional más firmes se localizan en tierras indígenas. Muchas de ellas, en la línea de fuego. Que se esfuercen por ser pacíficos no evita que se les trate como enemigos de guerra. Estas franjas de resistencia comienzan muy al norte de Mesoamérica, con los rarámuri y wixaritari. De Veracruz a Oaxaca, de las Huastecas, del Caribe a Chiapas, los enclaves de resistencia indígena no son desdeñables --y se les considera, erróneamente, "amenazas" a la seguridad nacional.

La soberanía de México se encuentra en entredicho. El integracionismo cunde en las clases medias consumistas, los intelectuales que perdieron la careta progre, la burguesía que no deja de saquear y vendernos. Y también en muchos migrantes, hay que reconocerlo; el sueño ya no es tener trabajo y dólares, sino devenir "americano".

Desde una derecha que sigue creyendo que existe el indigenismo, sólo que ahora pareciera en manos de los indios (si bien no falta quienes creen que Marcos es "los indios", pues el indio sigue siendo el invisible de la patria). Se acusa de etnicista a la corriente de opinión y se ignora olímpicamente al movimiento indígena nacional. ¿El qué?, dirán los estudiosos tras el trono, pues sólo ven la puntita del iceberg: los rebeldes mayas de Chiapas.

Ignorancia vil. Defensas trasnochadas del "mestizaje" como crisol de México, cuando nadie en el movimiento indígena pone en duda el mestizaje ni lo combate; ellos sólo piden un lugar más digno en el México de todos. Ay, tan primitivos y predemocráticos los usos y costumbres indígenas. Qué ganas de conservar dialectos. Y pobres sus mujeres. Tan aferrados a su agricultura tradicional, son un obstáculo para el progreso. Etcétera.

En consecuencia, desde el lugar común y la mala fe, se les niegan sus derechos, policías y soldados invaden sus predios y pueblos, se criminalizan los intentos de autonomía, la defensa de los recursos naturales y de sus identidades culturales. En esas estamos.

umbral


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