Jornada Semanal, domingo 18 de enero de 2004        núm. 463

NOTICIAS DE BORINQUEN

En la charla que recientemente asesté a mis amigos y a un pequeño grupo de estudiantes en el recinto de Río Piedras de mi querida Universidad de Puerto Rico, intenté analizar las afinidades que se dan entre la poesía de Ramón López Velarde y la de Luis Palés Matos. Partí del hecho de que ambos dieron a sus amadas nombres idealizados: Fuensanta en el caso de nuestro padre soltero y Filí Melé en lo que se refiere a Palés, poeta de muchas facetas (la más conocida es la que lo señala como uno de los iniciadores de la poesía negrista, género en el que se adelantó a Nicolás Guillén, Ballagas y Langston Hugues y en el que tiene un buen número de coincidencias con Vachel Lindsay, Cesaire y Walcott (los caminos de la prosa que recorren ese terreno son transitados por Alejo Carpentier, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Luis Rafael Sánchez).

Los adjetivos precisos, las rimas novedosas, la maestría formal y un prudente y absolutamente original ánimo innovador son cualidades comunes a los dos poetas. Con Mercedes López-Baralt, la erudita y talentosísima maestra de la universidad puertorriqueña, especialista en Pérez Galdós, Arguedas, el Inca Garcilaso, la literatura de Puerto Rico y, muy especialmente, en Luis Palés Matos, comenté la posibilidad de que Palés haya leído la poesía de López Velarde (tal vez en la antología de Laurel, en la cual, por cierto, no aparece Palés. He aquí una de las muchas omisiones que plagan las páginas de las antologías de poesía en lengua española. Valdría la pena hacer una antología de los omitidos).

Palés Matos fue, durante mucho tiempo, simplemente ignorado por la crítica de España e Iberoamérica (con la excepción de don Federico de Onís, gran conocedor y promotor de la literatura puertorriqueña). Se necesitó mucho tiempo para que los lectores de la península y del continente se asomaran al rico panorama de la poesía palesiana. De Diego Padró, Julio Marsán y Mercedes López-Baralt, autora de la recopilación que debe ser considerada como canónica, fueron los pioneros que estudiaron a fondo la obra de Palés. En un principio, la vertiente que llamó la atención fue la negrista con sus personajes como la "mulata antilla" que oscila el rotundo caderamen con enloquecido ritmo de huracán para que, entre otros efectos producidos por su balanceo, se logre hacer rabiar al Tío Sam; "Tembandumba de la Quimbamba" caminando por "la encendida calle antillana"; los condes, duques y príncipes de la Mermelada en sus Versalles de utilería y todas las islas del "seno mexicano" (el "Egeo" de Walcott) con sus rones fieros o aterciopelados, sus mujeres de milagrería y sus playas ahora ocupadas por el todopoderoso turismo de la hamburguesa y la Coca Cola o por el exclusivísimo club de los poderosos que viajan en sus jets o en sus yates y se alojan en posadas con cinco suites imperiales, dos presidenciales, jacuzzis a diestra y siniestra y fuentes de mármol por las que corre el cantarín champaña. No exagero. En algunas islas hay algunos lugares que tienen esos y otros muchos aspectos regalones y que cuestan casi casi lo que gana al día un gobernador panista o lo que sustrae diariamente un dinosaurio priísta que sigue en el poder y sigue haciendo lo que en gana le viene.

Las otras vertientes de la poesía de Palés han sido las menos estudiadas. Entre ellas se encuentra la de "Filí Melé", la amada real, inventada e idealizada al igual que la "Fuensanta" de nuestro padre soltero.

Hablé con los amigos puertorriqueños para enterarme de que el genial barroco caribeño, Luis Rafael Sánchez, está encerrado en las selvas dominicanas (ahora junglas de hotelotes de cadena) escribiendo una novela a la manera de las "ejemplares" de nuestro señor Don Miguel. Me mostraron un capítulo y me asombró ver cómo el maestro barroco está buscando la precisión y el ahorro para encontrar las formas y las claridades cervantinas. Luce López-Baralt sigue buscando y encontrando nuevas joyas en los laberintos de los escritores místicos de todos los pensamientos y sensibilidades; Arturo Echeverría está dirigiendo el departamento de Literatura del Ateneo; Edgardo Rodríguez Juliá publicó ya sus ensayos de amor por la literatura y nos entregó, además, sus joyceanos "caribeños"; José Luis Vega fue publicado por Visor y sigue estudiando el Girandulismo, ese interesante movimiento vanguardista que encabezó Rivera Chevremont; Carmen Dolores Hernández dirige el suplemento cultural de El Nuevo Día y observa con cuidado los movimientos literarios neorriqueños; Luis Trelles se prepara para escribir sobre el Indio Fernández y doña Dolores del Río, y Hjalmar Flax presenta su nuevo libro por los distintos rumbos de la Isla. Mayra García Montero, Ana Lidia Vega, Mayra Santos y Rosario Ferré están en plena actividad y Juan Gelpí sigue vigilando los complejos desarrollos culturales de la isla. En fin... encontré que, como siempre, la literatura de Puerto Rico sigue su propio camino. Nada importa que muchos peninsulares y otros tantos ultramarinos la miren sin el cuidado que mucho se merece.
 

HUGO GUTIÉRREZ VEGA
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