Jornada Semanal, domingo 18 de enero del 2004          núm. 463
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

MARTA ACEVEDO: ENLAZAR LO PERSONAL Y LO POLÍTICO

Siempre quiso ser maestra. Esa fue su vocación primaria como parte de una familia de normalistas. Y a pesar de no contar con un título ligado al magisterio, en su labor de difusión –primero en radio, luego en libros y periódicos– ha tenido frente a sí un salón de clases ampliado: niños de la ciudad o niñas del campo, feministas, maestros indígenas o servidoras domésticas con los que Marta Acevedo (México, 1940) se ha dado a la tarea de abrir puertas para que todos aprendamos a conocer al otro. Ese "otro" que es el ser humano diferente por su condición social, color de piel, forma de vida o de pensamiento.

A los diez años ya era catequista y conoció la pobreza de cerca. Iba al barrio de la Romita para ayudar a los niños a hacer sus tareas y, si bien no enseñaba los Diez Mandamientos, sí veía el camino gris de una infancia ajena marcada por padres alcohólicos y madres golpeadas. Trabajaba junto a monjas francesas pero no funcionaba como catequista religiosa: cuestionaba el dicho de que si "Dios todo lo ve" por qué permitía la existencia de vidas tan desdichadas.

Cuando deseó convertirse en maestra, su madre la hizo desistir; era preferible ser universitaria que normalista, así que estudió Biología en la Facultad de Ciencias de la unam. Disfrutó al máximo ese ámbito pero en ella permaneció el gusanito de la enseñanza.

A pesar de su gusto, nunca ejerció de bióloga; ingresó al universo de la astrofísica, imantada por la profesión de su esposo astrónomo y padre de sus dos hijos. Con ellos vivió en Pasadena la triple jornada de ama de casa, madre y profesionista. Trabajó en astronomía, descubrió una supernova y disfrutó la faceta de mamá.

La ciencia nunca la hizo perder los pies de la tierra. Siempre hubo una liga con el mundo social que había conocido en su etapa universitaria con aires proclives al comunismo y a los movimientos de maestros y ferrocarrileros. Pero en esos años siempre eran otros los oprimidos: los niños pobres de la Romita primero, y los obreros después. Hasta que en la década de los setenta fue a San Francisco a reseñar la conmemoración de los cincuenta años del voto femenino en Estados Unidos, vio el espejo de la opresión de las mujeres y se reflejó ella misma.

Sin ser periodista, escribió veintiocho cuartillas que publicó en el suplemento de Siempre!, dirigido por Fernando Benítez. Se publicó en primera plana, junto con "otra gran exclusiva": ‘Jean Genet entrevista a Angela Davis’, recuerda sonriente sobre aquella incursión en el mundo periodístico que después abarcaría.

Eso de las mujeres la enloqueció. Fue un pivote que le cambió su manera de ver no sólo el problema de las mujeres sino el de la política y a ligar lo personal con lo político. Un nexo que no pierde de vista pues lo teje desde los años setenta con las feministas, y poco después con los niños, como guionista en Radio Educación y en el área editorial para el Programa Libros del Rincón de la sep.

A partir del 30 de abril de 1998 lo hace en el suplemento infantil UnDosTres por mí que edita este diario (premiado por la unicef en noviembre de 2003). Y es que los niños le apasionan, con ellos establece una relación directa y trata –como lo han hecho siempre los adultos– de no seguir magullando ese mundo infantil con ideas propias sobre el tiempo, la lengua, lo justo... tanto para quienes viven en una ciudad perdida como las niñas indígenas que no han podido manifestar su opresión "en un mundo adulto que ha rodeado a la infancia de un aura de melcocha" y la centra en el entretenimiento.

Si bien Marta no descarta la diversión con y para los niños, llama a no menospreciar sus capacidades de análisis y en cambio busca mostrarles asuntos que los adultos deciden que no son para ellos: el respeto a los derechos humanos, la opresión, la violencia, la desigualdad social, y tener una mirada abierta frente al otro. "La infancia es mucho más que los rosas y azulitos ñoños presentados en libros infantiles. Con el suplemento hemos aprendido a ampliar nuestra visión pues al mandar tres mil ejemplares a escuelas indígenas, tenemos una retroalimentación valiosa de niños que sienten que los contenidos tienen sentido también para ellos."

Así, Marta Acevedo crea lazos entre niños y va hacia los maestros y padres; los ayuda a cuestionar, responder preguntas, experimentar y reconocer cosas básicas de la vida que los adultos hemos dejado de lado. Eso sí, Marta no ha encontrado cómo atrapar ese dardo que alguna vez le lanzó Jimena, su nieta: "¿Qué fueron primero, las palabras o las cosas?" La respuesta está en el aire para quien pueda estar a la altura de la inteligencia de un ser como éste, de tres años y medio.