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E C O N O M I A
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México D.F. Lunes 12 de enero de 2004

León Bendesky

Espejismo

Apesar de las fuertes fricciones entre la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión durante la reciente temporada presupuestal que terminó a fines de diciembre, continúa el entusiasmo de ciertos grupos con respecto a la situación económica del país. Ese entusiasmo se sustenta en las condiciones de la estabilidad financiera que se registra actualmente: baja inflación de 3.98 por ciento en 2003, reducidas tasas de interés que oscilan entre 5.5 por ciento y 6 por ciento para los Certificados de Depósito que emite el gobierno a un plazo de 28 días, y que sirve como referencia del costo del crédito, las pocas presiones para financiar la deuda interna y las abundantes reservas internacionales. Todo ello derivado, según la interpretación convencional, del buen manejo fiscal y monetario.

La estabilidad financiera, como puede verse, se asocia, principalmente, con el comportamiento de una serie de precios, ya sea su nivel general, que corresponde a la inflación; del crédito, que son los intereses, y de las monedas extranjeras como el dólar, el euro o cualquier otra que se compra con pesos, es decir, el tipo de cambio. Se sabe que los precios se mueven en los mercados en relación con el estado de la oferta y de la demanda; también se sabe, y bien, que esta economía no ha crecido prácticamente nada en promedio en los tres últimos años. De tal manera, no hay presiones relevantes por el lado de la demanda sobre los precios de los bienes y servicios y sobre los intereses, mientras que en el caso de las monedas extranjeras haya una fluctuación que se acentúa en ciertos periodos con una depreciación relativa asociada básicamente con la especulación. He ahí el sustento de la estabilidad, que es el estancamiento.

Ante la debilidad de la demanda interna y externa, ligada esta última en especial con las exportaciones desde México de la industria manufacturera incluidas las maquiladoras, la oferta agregada aumenta poco por la falta de expectativas de ganancia, y es lo que se expresa en una menor tasa de crecimiento del producto y en la muy reducida creación de empleos. Esto se confirma por la caída de la tasa de inversión en años recientes, misma que es un indicador de la disposición de los empresarios por gastar para producir más. Así, la estabilidad se convierte en una especie de profecía autocumplida y las políticas de restricción monetaria del Banco de México y de contención fiscal que aplica Hacienda tienden a validar la recesión. Y todos están muy satisfechos por ver que sus objetivos se consuman.

Hay quienes esperan -desde el gobierno, el sector empresarial y los bancos- que de modo automático la estabilidad financiera sea señal suficiente para el aumento del gasto del sector privado, es decir, las empresas y las familias en la forma de inversión y de consumo. Pero el mercado no es un mecanismo que garantice la eficiente asignación de recursos, ni en términos de rentabilidad del capital ni en cuanto a su expresión en el bienestar colectivo; Ƒo es que no ha habido evidencias suficientes al respecto?

Las fuerzas del mercado no funcionan de manera automática y requieren estímulos, como cuando una batería de un coche se descarga y se le tiene que pasar corriente. Ese estímulo es externo, o sea, no se deriva de la sola señal que representa la estabilidad. En el caso de esta economía puede provenir de dos fuentes principalmente. Una es la recuperación en serio de la producción industrial en Estados Unidos, para lo cual ya se han encendido en Los Pinos desde hace mucho tiempo todas las veladoras necesarias como si se tratara de un favor divino. La otra es una política bien definida de gasto público para generar mayor demanda interna.

Es posible que esto suene muy obvio, pero es notorio que la política económica, incluso en su expresión presupuestal, no se lo plantea de manera explícita como una forma de reordenar las finanzas públicas, enganchando la parte de los ingresos con el destino del gasto. En cambio, sigue siendo evidente la paradoja de que la economía tiene muchos obstáculos para crecer de manera suficiente y que, al mismo tiempo, tenga que seguir recortando el gasto público en aras de mantener la estabilidad.

La dinámica del crecimiento se apoya en la estabilidad, pero depende de otras condiciones, que en esta economía siguen siendo adversas: escasa inversión, reducida productividad, insuficiencia del ingreso familiar, y la fragilidad fiscal y financiera. Ante las condiciones recesivas de los tres últimos años, es posible que en 2004 sea mayor la tasa de crecimiento del producto, pero seguirá viva la cuestión de quién se apropiará de los beneficios derivados. El patrón de la distribución del ingreso es muy desigual y la inequidad social sigue siendo un rasgo definitorio del funcionamiento de esta economía. La estabilidad puede seguir siendo un espejismo para la política económica y para las expectativas de la recuperación sostenida de la actividad productiva.

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