Robert
Rauschenberg:
A la memoria de Roberto Matta, consejero de siempre
Así, la naturaleza de la relación individual con los medios cambió en forma sustancial, proporcionando a su vez una cantidad fundamental de material visual a niveles sin precedentes en la historia del arte contemporáneo. Los artistas pop respondían a todo ello beneficiándose de este hecho, ya que incorporaban símbolos de la modernidad para producir obras que cuestionaban las categorías pictóricas establecidas. Esa ironía fue punto clave para criticar el american way of life. Las dos exposiciones que hicieron Robert Rauschenberg y Jaspers Johns en la mítica Galería de Leo Castelli en Nueva York, sorprendieron y dieron paso a una nueva experiencia estética. Es cierto que ambos se sentían ligados a John Cage, que muchos han señalado como el "inventor" del pop. Rauschenberg se encontró con Cage en el Black Mountain Collage, y es de ahí que participara en el primer Happening. Las teorías de Cage derivaban del dadá y del budismo zen, contribuyendo a recuperar la actitud de Duchamp, y desde luego, a abrir la situación de desconcierto que se había creado en Estados Unidos por la aparición de corrientes estéticas nuevas, e incitó a los artistas a borrar la frontera entre el arte y la vida. La finalidad del Pop art parecía consistir en describir todo lo que hasta entonces había sido considerado indigno de atención, y todavía menos, propio del gran arte: la publicidad, las ilustraciones de revistas, los muebles de serie, las latas de conserva y las pin-up. Prueba de esa conquista fueron también las grandes exposiciones que organizó la Galería Martha Jackson de Nueva York en 1960 y 1961, bajo el título de Formas nuevas, medios nuevos, la primera, y, Entornos, situaciones, espacios, la segunda. Así, artistas como Andy Warhol, Robert Rauschenberg, Jaspers Johns, George Segal, Jim Dine, James Rosenquist, entre muchos otros, desarrollaron sus obras utilizando imágenes tomadas de la cultura de masas. Siguiendo las iluminadas opiniones de Cage de prestar atención a la vida que los rodeaba, expresaban en sus telas las cosas cotidianas, con lo cual parecía que adoptaban el materialismo, el vacío espiritual y el ambiente "ridículamente sexualizado de la Norteamérica opulenta", según apuntaba el mismo John Cage.
Al escuchar y caminar junto a Rauschenberg por el Museo Guggenheim de Bilbao, entiendo todo lo anterior: los fantasmas del arte moderno son errantes términos de las formas. Esa misma idea absorbe el azar de la memoria y la imaginación. Descubrir la idea de obra de arte supone avanzar con mayor claridad hacia una sustancia crítica que transforma los mitos. Su obra no es pintura: es un vehículo de ideas subjetivas, que interrumpe la aparición de todos los conceptos. Me dice el artista: "Soy terriblemente inquieto, así que cambio de opinión prácticamente respecto a todo con más frecuencia de lo que quizá debería hacer. Empecé creando mi propia realidad, tal y como la veía yo. Ahora quiero crear la posibilidad de que alguien vea mi arte como si fuera esa realidad." Con ello, Rauschenberg consigue un gran impacto visual en los medios de los cuales ha tomado el lenguaje como forma de expresión. Su obra no sólo planta una reflexión sobre la sociedad contemporánea, sino que también cuestiona la naturaleza misma del arte: la niega para redefinir las formas del objeto artístico.
Fue en 1953, cuando Rauschenberg compró un dibujo de Willem de Kooning, que posteriormente borró y exhibió bajo el título De Kooning borrado por Rauschenberg. Con este impacto visual rompió la barrera del arte norteamericano y su consagración mundial, además que fue considerado como un ataque abierto en contra del expresionismo abstracto. En este tipo de acciones se pudo comprobar hasta qué punto Rauschenberg se apoyaba en el conceptualismo de Duchamp y la corriente dadá. Lo que los materiales crean es el vacío. La estructura de la materia es el sostén de su compleja estructura. Desafío constante del arte, que hace brotar de sí la intensidad de lo inesperado, de lo sorpresivo. En su célebre serie Combine Paintings,
incorpora objetos tridimensionales, formas cotidianas que evocan al
cubismo primitivo y al sarcasmo dadaísta. "Aprendí en una
etapa temprana de mi vida
El lenguaje pictórico es sólo un leve rumor que el ojo descubre, y el oído interpreta. En la obra de Rauschenberg hay una constante referencia a ese rumor, a ese silencio que en pocos momentos se descubre. "Tal vez todo lo que llamamos espíritu es el movimiento de la materia", escribía Malevich en 1922. Creo que esa espiritualidad de la materia es el secreto y el descubrimiento total de la obra de Rauschenberg. Y de él retomo estas palabras: "En todas partes del mundo los artistas quieren ser como los demás para poder defender sus propias diferencias. La igualdad en el arte es una pesadilla infernal. Ser artista exige coraje: debes reconocerte a ti mismo y asumir la responsabilidad de ser lo que eres." En óleos como Sacudida (1959), Persimmon (1964), Barcaza (1965), Sin Título (1963) o Intersección (1991), descubro modernidad, asombro, y la afirmación de evocar sentidos más allá de las imágenes. En este fluir, Robert Rauschenberg es un pintor de vanguardia que descubre líneas, un devorador de mitos y dibujante ilimitado. Sus imágenes, en este sentido, son fácilmente reconocibles y enmarcables en contextos concretos. Tienen un tono mítico y literario no exento de ampulosidad que puede convertir los significados populares en iconos universales. Para Rauschenberg, figura indeleble de nuestro tiempo, todo es un desafío constante. Una tarde de París, después de varios meses de mi encuentro con Rauschenberg, solo ante un cuadro suyo en el Musée Maillol, escribí un poema que el espacio pictórico generó. Quisiera concluir con él este texto, como testimonio de complicidad: Migue Ángel Muñoz, México; poeta y ensayista, asiduo colaborador de revistas y suplementos culturales, dirige la revista Tinta Seca. |