JAZZ

Antonio Malacara

Un balance anual II

LOS MUSICOS CONTINUAN dándonos sus testimonios sobre las diferentes realidades del jazz en México durante 2003.

AARON CRUZ. Es el año en el que más he trabajado en mi vida, y afortunadamente sólo tocando jazz. Con la fundación del Papá Beto he encontrado un foro en el cual es un lujo tocar. Creo ser el músico que más ha tocado ahí. Si bien los proyectos básicos siguen siendo los mismos, han nacido otros que van desarrollándose muy bien. Así, Cráneo de Jade, el quinteto de Iraida Noriega, el quinteto de Panchito Lelo, Trío de Santella-Cruz-Hecht, como pro- yectos principales, y la reciente reunión con Héctor Infanzón me tienen bastante ocupado y soñando mucho. Caso interesante el de Infanzón, pues a petición mía invitó al baterista Giovanni Figueroa. Pudimos viajar mucho dentro del país, constatando que hay público ávido para el jazz en todas partes. Hace poco, al terminar una tocada en Papa Beto, un músico neoyorquino avecindado en México se me acercó y me cuestionó qué hacía aquí en México, que debería irme a Nueva York; en otra ocasión, platicando con el trombonista Rey David acerca de la urgencia que tienen todos por irse, me dijo: "Y si nos vamos, Ƒquién se queda?" Y eso es muy bonito, pues es importante saber que desde aquí se pueden hacer las cosas; de hecho se están haciendo, y tarde o temprano compartiremos nuestros proyectos en el extranjero. Este año salieron bastantes discos; personalmente disfruté mucho el de Iraida, no sólo por haber participado, sino porque el resultado me pareció de gran calidad; también está el de piano solo de Enrique Nery, su madurez, su personalidad parsimoniosa y sencilla.

EDUARDO PIASTRO. Observo un movimiento sano, que camina con la participación de las compañías de discos, los periodistas, las instituciones culturales, las escuelas, los bares y clubes, las librerías y las tiendas de discos, el público y, lo más importante, un extraordinario encuentro entre músicos de diferentes generaciones. A mi modo de ver, éste es el punto central del movimiento actual. Lo malo es que siempre habrá descontento, sobre todo entre la gente que está pero no está, que quiere pero no quiere, que critica pero no hace. También están los que quieren todo el pastel para ellos, pero éstos son conocidos públicamente. Me gustaría pensar que el trabajo periodístico, al igual que el de la institución, o la compañía de discos, más que presentarnos la novedad, pudiera acompañarnos en un camino que subraye el concepto de movimiento. Me gustaron cuatro discos: Solo sessions (Enrique Nery), El pez dorado (Eugenio Toussaint), Mundo paralelo (Diego Maroto) y Viaje de mar (Iraida Noriega).

ALAIN DERBEZ. De entrada me gustaría resaltar la presencia del jazz y de los jazzistas mexicanos fuera de México. El jazz mexicano fue tema en revistas como la francesa Jazz Hot, la inglesa Wire, las menciones en la madrileña Cuadernos de Jazz, en la revista cibernética de la Asociación Internacional de Periodistas de Jazz y, desde luego, en mesas de discusiones internéticas tan enriquecedoras como es la página de Jazz Mestizo. La consolidación de espacios físicos para las noches de jazz, como el Papá Beto, es una buena noticia de 2003. Buenas noticias siempre son las apariciones discográficas de gente como Enrique Nery, Alberto Zuckermann, Eugenio Toussaint, Iraida Noriega, Diego Maroto y Marcos Miranda. Lo peor es la muerte y la desmemoria. No debe, no puede pasar esto con gente como Juan José Calatayud. Por ahí comprometida está la biografía que prepara Malacara, el cidí del concierto dado por el cordobés y Chilo Morán en el Cervantino. Ahí están los discos de Gloria, la viuda de Calatayud.