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México D.F. Domingo 11 de enero de 2004

Carlos Bonfil

En carne viva

La primera sorpresa de En carne viva (In the cut), séptimo largometraje de Jane Campion (Un ángel en mi mesa, El piano, Retrato de una dama), es la incursión de esta realizadora neozelandesa, icono del cine de mujeres (estilo inclasificable, punto de vista muy personal, perspectiva de género), en el cine comercial, explorando un género, el cine de suspenso, con una violencia que incluye, como crónica del delirio de un asesino serial, descuartizamientos de cuerpos femeninos, profusión de sangre, escenas sexuales casi explícitas, y un lenguaje que combina provocación, vulgaridad y escatología. Quienes esperen encontrar en el nuevo Campion el impulso lírico de El piano, la fina observación sicológica de Sweetie, o los refinamientos meridionales de Retrato de una dama, deberán seguir buscando en cartelera. En carne viva es, desde su título, la disección de un barrio perturbador, East Village (en un Nueva York anterior a Giuliani), y de una mujer (Frannie, una maestra de literatura, de sexualidad tan ávida como menesterosa -una Meg Ryan irreconocible), en busca del asesino que bien pudiera ser su propio objeto de deseo.

Muy al inicio, Frannie es testigo ocular de una felación en los pasillos oscuros de un bar de Manhattan. El rostro del hombre aparece semioculto, la luz destaca sin embargo un tatuaje en su muñeca. Al día siguiente, aparece "desarticulado" el cuerpo de la víctima femenina, la cabeza cercenada, los miembros esparcidos. La investigación incluye a la propia maestra, y el detective Malloy (Mark Ruffalo), a cargo del caso, se convierte en su mayor obsesión erótica, desplazando a un ex amante quejumbroso (Kevin Bacon) y a un joven semental negro particularmente maniático. Lo que aborda Campion con interés inocultable es la obsesión de la protagonista por el peligro, su deseo de disipar en la multiplicación de riesgos la monotonía de su vida profesional y, de modo especial, su desasosiego sexual. Malloy se transforma así, paulatinamente, en maestro, amante magistral, de la profesora -una iniciación apenas distinta de la que ensaya Harvey Keitel en El piano, con una Holly Hunter, resguardada en el mutismo; o aquella, más espiritual, del mismo actor con Kate Winslet en Humo sagrado (Holy smoke). Las lecciones son aquí, sin embargo, ásperas, muy crudas, y esto derriba la imagen gratificadora de una Jane Campion artista, de enorme sensibilidad y fineza, exponiéndola a la facilísima acusación de sensacionalismo y misoginia.

En carne viva procede de una novela de Susanna Moore, quien colabora también en la adaptación fílmica. La acción transcurre en 1995, y Campion retiene las turbias atmósferas neoyorkinas previas al saneamiento moral y a la tolerancia cero. Hay un peligroso toque del Cruising, de William Friedkin, otro, más molesto aún, de Bajos instintos, de Paul Verhoeven, y una forma muy disparatada de conducir la trama de suspenso, con indicios demasiado obvios, un desenlace poco convincente, y en flash backs reiterados, visiones oníricas inconsecuentes que pronto se vuelven un lastre narrativo. El interés de la película no reside de modo alguno en este desarrollo de la trama, rutinario y sin grandes sorpresas; lo desconcertante es que la directora se apoye en una estructura narrativa tan endeble para insistir en lo que mejor sabe hacer: construir personajes femeninos intrigantes (Meg Ryan y Jennifer Jason Leigh, estupendas), y propiciar situaciones donde el mecanismo del whodunit, la intriga sembrada de pistas falsas, cede progresivamente el lugar a un relato de iniciación, con un voyeurismo que precede al sometimiento sexual voluntario, y éste a la recuperación final del entusiasmo sexual.

En carne viva decepciona como incursión de la directora en el género del thriller -la sobriedad de Río místico, por ejemplo, está aquí fuera de su alcance-, pero su apuesta central (su retrato de una maestra capaz de revertir su propia insatisfacción erótica, nuevo retrato de una dama) ofrece sugerentes claves de lectura. Una película desigual, en muchos aspectos frustrante, que explora la sexualidad femenina sin rodeos ni reprimendas morales, como un itinerario vital sembrado de desafíos y peligros, venturosamente superados.

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