Filósofa feminista Conocerse, aceptarse y amarse fue la divisa de Graciela Hierro María Esther Espinosa Calderón Graciela Hierro vivió cada etapa de su vida intensamente. Siempre creativa, siempre festiva, defendía con ahínco sus creencias, su filosofía; le daba gracias a la vida, por saber leer y escribir; por ser mujer y saber amar, por ser madre de varias mujeres y un hombre; por remontar montañas y surcar mares sin más brújula que conocer y hermanarse con los otros; por ser hacedora y habitante de casas muy amadas; por saber decir adiós y seguir adelante sin volver hacia atrás en un gesto melancólico de arrepentimiento; por estar viva de la cabeza a los pies (1) Persona de gran sensibilidad, reflejada en sus ojos, amaba la vida y una de sus palabras claves era amor: por la familia, por el amor, por su profesión, por su desarrollo académico, por la Universidad Nacional Autónoma de México, de la que nunca quiso salir, lo que motivó a su hijo a decirle, cuando te mueras vas a querer que las cenizas las echemos en la UNAM. Hablaba también del amor en la edad adulta: Si eres hombre, tal vez encuentres el tercer amor, si eres mujer es más difícil. Puede regir para ti el Síndrome de la libélula. Dejas de existir, la mirada masculina se desliza sobre ti sin mirarte, ya no tienes cuerpo. Se suceden los días, los meses y los años y... ¡Ah¡ de repente, en el verano, te encuentras con alguien que se dirige sólo a ti, sí, es a ti a quien habla, te pregunta por tu vida, ríen juntos y descubren: el último amor... Se desliza lento, apasionado intermitente (2) Su trabajo, la filosofía y la lucha feminista eran su pasión: yo no me voy a jubilar y le voy a pagar a la universidad todo lo que me ha dado siendo maestra hasta que me muera. Así fue, nunca aceptó las propuestas de otras instituciones. También el placer fue parte de su filosofía: pero no cualquier placer, no el que se obtiene de hacer sufrir a alguien, sino el placer positivo. Para ella lo bueno era el placer y lo malo, el sufrimiento innecesario. La esencia de su filosofía era feminista y ella misma se definía como filósofa feminista de tiempo completo, como mujer y no como hombre. Para Graciela era importante que las mujeres siguieran sus propios intereses, igual como los hombres lo hacían. En sus ensayos e investigaciones analiza el lugar que ha ocupado el sexo femenino a lo largo de la historia, sin dejar de lado los problemas que trae consigo la diferencia sexual y el por qué el placer le ha sido negado. La liberación del placer es condición necesaria para que las mujeres ejerzan el poder. No sólo va De la domesticación a la educación de las mexicanas , o de la Ética y feminismo , a la Ética del placer , no sólo escribe libros sobre la condición social de las mujeres, también es una activista que exige esclarecer los asesinatos de las mujeres de Ciudad Juárez: Por el simple hecho de pertenecer al género femenino, una parte importante de esta población mundial esta sujeta comúnmente a la tortura, el hambre, el terrorismo, la humillación e inclusive, el asesinato. Crímenes como éstos, cometidos contra cualquier otro grupo social, serían reconocidos como una emergencia civil y política. Las muertas de Juárez son mujeres que, de algún modo, se sitúan en un espacio y un tiempo que no les corresponden, por lo que son castigadas en las formas más violentas que pueden ser usadas contra un ser humano: la violación y la muerte, sin que existan derechos humanos que las protejan. Para quien cocinaba libros en lugar de comida, el poder patriarcal se mantiene y perpetúa por medio de la violencia de género, y su finalidad es conservar la autoridad y el control colectivo sobre las mujeres con base en mecanismos que nos son familiares, desde la división del trabajo y la doble jornada laboral, hasta la violencia física y la muerte. Directora y fundadora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), a Graciela Hierro también le preocupaba la violencia a la que están expuestas las mujeres mayores de 60 años, por eso creó una organización denominada Las Reinas, para reivindicar sus derechos. Aseguraba: La mujer adulta vive un tipo de violencia que no necesariamente es la física, sino la simbólica, aquella que se manifiesta en la falta de respeto a la dignidad de la persona; el desconocimiento de su valor como ser humano en lo que atañe a su libertad, a su autonomía, a su derecho a orientar la vida de acuerdo con su propia decisión acerca de lo valioso, de lo que vale la pena elegir como persona. La vejez no la vive igual el hombre que la mujer, aunque los dos pueden sufrir de violencia: Existe otra violencia no menos terrible que sucede en las relaciones interpersonales, en las familias y en las comunidades. Es la violencia de género que se ejerce en todos los ciclos de la vida. Violencia que se ve agravada por la etnia y la clase socioeconómica y otras diferencias relevantes. Podemos decir que la mayor violencia se ejerce contra las mujeres mayores en las sociedades patriarcales. Sabía que aquel romántico ideal de gozar de una vejez relajada y placentera no sólo resultó un mito, una utopía que muchas veces, ni siquiera alcanza a cobijar a esa cuarta parte de la población mayor de 60 años que cuenta con una pensión por jubilación, las más de las veces raquítica e insuficiente para experimentar certidumbre económica. El resto, más de 5 millones de adultos mayores, llegan a la plenitud de su vida enfrentándose a la lucha diaria por el sustento. También sabía que la jubilación no era buena consejera y a sus 75 años, Graciela Hierro continuaba en la docencia, en la investigación y en el estudio de la ética y la educación. La sociedad moderna ha ido haciendo a la vejez cada vez más una suerte de desecho, con base en sus valores centrados en la fuerza, la agilidad para el éxito, y en la conquista de bienes materiales. En cuanto a lo afectivo, Hierro menciona que para las mayores se anuncia la tradicional desvalorización por la cesación de su capacidad reproductora, acompañada de la supuesta disminución de la respuesta erótica femenina. Con relación a lo físico: se considera a la menopausia como el umbral de una más de las enfermedades que aquejan al cuerpo femenino que debe, por tanto, medicalizarse. Violencia contra su cuerpo que se manipula, considerando todo lo que sucede como enfermedades capaces de curación, que representan grandes ganancias para el cuerpo médico. Advierte también sobre la imposición a las ancianas, de confinarse en el hogar o en un asilo. Decía que la condición necesaria para el empoderamiento de las mujeres consiste en prepararse para la vejez cuando se es joven. Que tanto mujeres como hombres construyan una vida propia, independiente, cuyo desarrollo en cierta medida dependa de cada una de las personas. Conocerse, aceptarse y amarse. Para Graciela Hierro, cada etapa posee su propio valor, por lo que había que vivir la libertad sexual, el erotismo y amor en la diversidad de los distintos ciclos de vida. La mejor edad, la que ahora estoy viviendo. La única batalla que no logró ganar fue la que libró contra el cáncer: Los seres vivos tememos a la muerte, la muerte es el mal cuando se ama la vida, y Graciela la amaba y parafraseaba a Amado Nervo: vida nada me debes, vida estamos en paz se fue como pensaba: bajo un cielo estrellado. Siempre creyó que valía la pena vivir. 1 Graciela Hierro Perezcastro, Gracias a la vida..., Documentación y Estudios de Mujeres A. C. (DEMAC), México, 2000, pág. 5 2 Op. Cit., pág. 78. |