Hermann Bellinghausen

Prevalecen las causas que dieron origen a la insurrección indígena

El movimiento zapatista se ha dedicado en los meses recientes a fortalecer la autonomía que sus pueblos alcanzaron en los hechos. Al crearse en Chiapas las juntas de buen gobierno, la experiencia autonómica de más de mil comunidades rebeldes ha adquirido un sentido político nuevo, que supera la mera resistencia y propone una forma diferente de hacer política regional y de relacionarse con las demás comunidades, organizaciones políticas, autoridades judiciales, delegados estatales y ayuntamientos oficiales.

Se trata de una estrategia esencialmente civil y pacífica. Como una de las medidas de su éxito se ve también un incremento de los "antídotos" contra la autonomía; es decir, una reactivación de la constrainsurgencia organizada en la selva, los Altos y la zona norte.

Diez años después de la insurrección indígena del sureste, las causas políticas y sociales que le dieron origen siguen existiendo, a despecho de la propaganda foxista.

En las comunidades controladas por el PRI y el Ejército Mexicano, y bajo disfraces siempre insuficientes, desde 1996 hasta la fecha han operado diversos grupos de corte paramilitar. "Inexistentes", como se supone son, estos grupos civiles armados han provocado más muertes y desplazados permanentes en los Altos y la zona norte que la guerra regular. Eufemísticamente llamados de "paz y justicia", "de defensa indígena", o pandillescamente puñales, cholos, Máscara Roja, Aguilares, los grupos contrainsurgentes recibieron en el pasado el estímulo y el respaldo de policías, soldados, funcionarios federales y estatales, y cuando menos de un partido político: el PRI.

En especial, resulta notable la participación de dirigentes y organizaciones magisteriales, como el SNTE. Ex diputados, alcaldes, maestros de escuela y delegados priístas han estado detrás de Paz y Justicia y los paramilitares de Chenalhó. Hoy, como en épocas anteriores, dichos grupos controlan caminos en los municipios oficiales de Tila, Sabanilla y Chenalhó, o bien amenazan con expulsar a los rebeldes en Altamirano, Ocosingo, Cancuc, Pantelhó, Palenque, Marqués de Comillas y Santiago el Pinar.

Variadas denuncias de municipos autónomos en las semanas finales de 2003 revelan que podría haber un repunte de la violencia paramilitar (o alguna de sus variantes). Esto, mientras sus crímenes siguen impunes: nadie ha sido procesado, mucho menos castigado, por la ola de asesinatos y pillaje en la región chol entre 1996 y 1998 contra las bases de apoyo zapatistas; los verdaderos responsables de la matanza de Acteal (y todo el pillaje previo en Chenalhó) hacen vida pública tan quitados de la pena; los asesinos de campesinos zapatistas hace dos años en Amaytik, Altamirano y K'anakil, identificados en todos los casos, están libres y, salvo una excepción, ni siquiera han sido investigados.

Mientras las huestes de la líder priísta (casualmente chiapaneca) Elba Esther Gordillo han sido la médula de la contrainsurgencia armada y política, los gobiernos autónomos zapatistas han denunciado recientemente que la senadora priísta (y secretaria de Gobierno de Roberto Albores Guillén) Arely Madrid Tovilla se ha dado a la tarea de reactivar y estimular estos grupos.

El frente "pacífico" (o mejor dicho económico) de la guerra de baja intensidad, tan constante y continuo como la ocupación militar, sigue privilegiado por el gobierno de Vicente Fox y mucha veces se concreta en medidas y "obras" de gobierno estatal de Pablo Salazar Mendiguchía.

Por un lado se incumplen acuerdos y se manipulan las leyes; por otro se construyen, deliberadamente, las bases de una profunda división comunitaria (que sus proyecciones no lograron convertir en guerra civil). La inversión pública se emplea como arma sustituta. Diez años después del levantamiento indígena, la apuesta del gobierno es minar, socavar, desangrar, "dejar que se pudra" el zapatismo en Chiapas.

Magisterio y contrainsurgencia

En un mensaje divulgado el pasado día 8, el mayor Moisés llama "vampira" a Elba Esther Gordillo, mientras la junta de buen gobierno Corazón del Arcoiris de las Palabras acusó por las mismas fechas a la senadora Madrid Tovilla de instigar la "destrucción" del caracol Torbellino de Nuestras Palabras, en el ejido Morelia, y de cosas más graves, como fomentar e incluso controlar la prostitución en los cuarteles militares.

La legisladora, desde hace varios meses presidenta de la Comisión de Concordia y Pacificación, ha desarrollado un activismo notable en Tila, Ocosingo, Sabanilla y Chenalhó, entre otros sitios, para que los grupos priístas se opongan a las juntas de buen gobierno y los municipios autónomos zapatistas. Y por una vez coinciden en algo los zapatistas y los corrillos políticos de Tuxtla Gutiérrez: la senadora quiere ser gobernadora.

El mayor Moisés, uno de los pocos mandos militares del EZLN que han hecho declaraciones públicas en forma reciente, decía en su mensaje al magisterio nacional, divulgado por el "Sistema intergaláctico de televisión zapatista" en al menos 15 entidades del país: "Los maestros charros son los que traen la forma de hacer control político-ideológico, para así educar, pues, a los estudiantes. Son ellos los que llevan adelante la enseñanza de cómo quieren los neoliberales, los explotadores.

"Por desgracia ha salido de acá esa maestra, la vampira de Gordillo. Le decimos, pues, vampiro porque es la que anda chupando lo poco que queda de los maestros buenos, que son los maestros democráticos, que luchan y se tratan de organizar, pero que son muy golpeados precisamente, pues, por esa banda de vampiros que hay y que liderea esa señora. Porque chocan con las ideas de ella".

El mayor Moisés hace referencia enseguida al magisterio democrático. "Para nosotros tiene una dificultad muy grande. El problema que sufren los maestros democráticos es cómo están controlados por el mismo sistema." Luego de considerar que los problemas educativos de los pueblos no se resolverán mientras se mantenga ese control en la práctica magisterial, habla de "la otra parte, que son los maestros de los compañeros de los pueblos, de los municipios autónomos". Ahí, afirma, la educación es "totalmente diferente".

Según el vocero zapatista, "los compañeros promotores hacen todo el esfuerzo, porque sus alumnos tienen que salir al mismo nivel a todos, pues, pero para eso entonces es que ahí es un cambio. La educación de lo que se enseña es, como dijeron los compañeros y las compañeras, conforme a las necesidades del pueblo.

"En esas escuelas zapatistas se cuenta realmente la historia de cómo se vive este país. Por ejemplo, en la educación del gobierno; ahí te cuentan otras cosas, de que hay tecnologías muy avanzadas y no sé qué tanto, pues; aquí (en los municipios autónomos) se cuenta por qué hay pobres y por qué hay ricos; cómo nacen los ricos y cómo es que nacen los pobres, y por qué".

La problemática educativa de estos pueblos indígenas y sus implicaciones de autodeterminación versus contrainsurgencia ofrecen un buen ejemplo de que el zapatismo de Chiapas se desarrolla con una vitalidad que hoy se pretende negar, descalificar o ignorar.

A pocas horas de que se cumpla una década completa desde el alzamiento indígena, las demandas zapatistas siguen pendientes.

Millares de imágenes fotográficas, decenas de documentos fílmicos, millones de mensajes en las mallas sinfín de Internet. Diez años rigurosamente vigilados, y también observados con interés y entusiasmo. La producción bibliográfica en torno al movimiento zapatista de Chiapas es incontable. Condenado a una recurrente "muerte" mediática, histórica, política o intelectual, el zapatismo estimula debates, genera ideas e iniciativas, establece nuevas formas políticas, se mantiene activo.

Tan sólo una de sus propuestas cardinales, "mandar obedeciendo", sigue inquietando a la izquierda tradicional de México, Sudamérica y Europa occidental. ƑCómo es eso de que los insurrectos no luchan por el poder?

Como sea, la paz sigue pendiente, pero también permanece abierto el camino hacia ella en condiciones, como dicen los rebeldes, de justicia y dignidad.