Roberto Garza Iturbide
Si bien la lógica del consumo indica que "cantidad no es sinónimo de calidad", en el caso de Laswell esta mañosa regla del mercado se topa con una agradable excepción: su discografía rebasa los cuatrocientos títulos, en los que la calidad musical es una garantía. Digamos que Laswell, como hacedor de discos, o mejor dicho, como arquitecto sónico, encarna la antítesis funcional del sistema de producción que rige a la industria discográfica: da vida a unos quince discos al año, de ediciones relativamente limitadas, carentes de un aparato de difusión y distribución masiva y dirigidos a un público restringido. "¡Qué, qué!... eso es ridículo", pensarán los amantes de la mercadotecnia. No es por joder a la fauna monetarista (nadie ha dicho que Laswell está peleado con el billete), pero, como afirma su socio en Axiom Records, el productor y compositor británico Chris Blackwell, "Bill no se preocupa por ganar dinero, es un artista dedicado por completo a la música". Estoy totalmente de acuerdo con Blackwell, e incluso considero que la relación de Laswell con la música es tan elevada como la de un danzante derviche con la mística. "La moneda falsa existe solamente porque existe el oro verdadero", dicta una sentencia sufí que explica el concepto de riqueza laswelliano. Laswell saltó a las grandes ligas en 1983 con la producción de Future Shock, un disco del pianista Herbie Hancock que revolucionó por completo el escenario funk de los ochentas ("Rockit", pieza que abre el disco, es un auténtico símbolo de la década). Inspirado en la idea futurista del hombre-máquina, Laswell logró hacer lo que para el resto de los productores era un sueño guajiro: fusionar el jazz de Hancock con las nuevas tecnologías en electrónica y los ritmos del naciente hip-hop. A partir de entonces, ha trabajado con músicos de primerísimo nivel como Laurie Anderson, Ginger Baker, Brian Eno, David Byrne, Wayne Shorter, Jah Wobble, Peter Gabriel, Mick Jagger, Carlos Santana, Shankar, Zakir Hussain, Toshinori Kondo y Tetsu Inoue, por mencionar a los de mayor renombre, y ha reconstruido, en plausibles homenajes póstumos, la música de otros gigantes como Miles Davis y Bob Marley. Según se ha documentado, Laswell decidió meterse de lleno al estudio de grabación (como productor) porque "necesitaba tener el control de su propio sonido", un "sonido individual" que luego mezcló con ritmos de las más diversas naturalezas para crear los ambientes funk, groove y dub que distinguen a sus producciones. Este afán de búsqueda, de constante exploración rítmica, lo llevó a fundar, en 1989, su propio sello discográfico, Axiom Records.
En agosto de 2001, Laswell se presentó en el festival Stern Grove de San Francisco con los integrantes del Tabla Beat Science: Zakir Hussain (tabla), Ustad Sultan Khan (sarangi y voz), Ejigayehu "Gigi" Shibabaw (voz), Karsh Kale (batería y tabla), DJ Disk (tornamesas), Midival Punditz (electrónica), Fabian Alsultany (sintetizadores) y, por supuesto, Bill Laswell en el bajo. De este concierto surgió el disco Live in San Francisco at Stern Grove (Axiom/Palm), calificado por la crítica especializada como una de las mejores grabaciones en vivo desde el Beauty and Beyond, de Miles Davis o el portentoso Live at the Fillmore, de Carlos Santana. Sería una verdadera locura y un martirio para el lector el tratar de abordar la discografía completa de Laswell en una sola entrega. Por ello, concluyo con sucintas reseñas de un par proyectos laswellianos de reconstrucción sónica que considero fundamentales por dos sencillas razones: el peso de los artistas elegidos y la enorme calidad de apropiación. Me refiero a Panthalassa (música de Miles Davis) y Dreams of Freedom (música de Bob Marley). Miles, "el niño prodigioso que planea en las alas del Fénix, el genio que la insanidad invita a jugar...", como lo describe el poeta Umar Bin Hassan en el librillo de Panthalassa, no necesita mayor presentación. Miles Davis fue (es) uno de los más grandes y talentosos músicos del mundo del jazz. Como decía, el gran acierto de Laswell en Panthalassa (Sony Music, 1998) radica en la capacidad para apropiarse, o hacer suya la música de Miles. No se trata de una interpretación en versión remix de las piezas del maestro, ni de mezclas con infames ritmos electrónicos parchadas con texturas sin sentido. Aunque suene mamón, Laswell sustrae el espíritu de Miles para liberarlo en un universo propio. Miles Davis vive en Panthalassa; las exquisitas vibraciones de su música, acompañadas de bajo, tabla, percusiones y piano, llenan los espacios creados en su honor; se expanden y contraen entre mezclas electrónicas sin rebasar los registros que él mismo marcó. Es Miles renovado en un ambiente sonoro afín, que le permite moverse con plena libertad. Para la realización de este proyecto, Laswell convocó a más de una veintena de músicos. Basta mencionar la participación del entrañable discípulo de Miles, Herbie Hancock, así como las de Chick Corea, Wayne Shorter y Jack DeJohnette. Pasemos, pues, al disco inspirado en el reggae del legendario rastafari. "Bob Marley comenta Laswell en el sitio bobmarley.com, fue mucho más que compositor, escritor, intérprete o músico. Fue un mensajero, un ejemplo, un líder, un luchador que peleó por la libertad de su gente, un revolucionario íntegro, una leyenda que sigue creciendo y, desde su muerte, un icono."
La reconstrucción incluye piezas como "Rebel Music", "No woman no cry", "Waiting in vain", una versión inédita de "So much trouble in the world", "Exodus", "Is this love" y "One love". Sin duda, Dreams of freedom es un disco que sorprenderá a los más exigentes fans de Bob Marley. Roberto Garza, México; periodista y ensayista; ha publicado en la sección Opinión de La Jornada y actualmente presta sus servicios en la Cineteca Nacional. |