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México D.F. Sábado 20 de diciembre de 2003

James Petras

Qué significa la caída de Hussein

Los principales medios de comunicación masiva de Estados Unidos y Europa se unieron a la celebración de la Casa Blanca por la captura de Saddam Hussein. Como era de preverse, las masas occidentales secundaron el júbilo, con visiones de un rápido y venturoso fin a la guerra colonial. En Irak, en cambio, la cólera crece en la medida en que Estados Unidos y sus fuerzas satélites intensifican el allanamiento violento de miles de casas, la destrucción de moradas de "sospechosos de terrorismo" como forma de castigo colectivo y el cateo indiscriminado de cientos de jóvenes en sus razzias nocturnas. Las actuales injusticias del ejército invasor -detenciones arbitrarias, arrasamiento de hogares, tendido de alambradas de púas al estilo gueto en torno de aldeas y ciudades, asesinato diario de niños y civiles- son causa de mucho mayor preocupación para el pueblo iraquí que la detención del ex presidente. Que Washington lo sometiera a juicio por violaciones a los derechos humanos sería un movimiento muy peligroso, porque los mismos crímenes de los que se le acusaría pueden atribuirse a la administración colonial angloestadunidense.

La captura de Saddam Hussein, al contrario de lo que dicen los medios masivos estadunidenses, no es un golpe a la resistencia popular, sino una severa derrota al fundamento mismo de la ocupación colonial (así como el fracaso en descubrir armas de destrucción masiva socavó el pretexto imperialista para la guerra). Toda la argumentación para la ocupación y la violenta represión de millones de iraquíes se construyó en torno de la amenaza del "regreso de Saddam Hussein". Nos dijeron que había "robado miles de millones de dólares" y que estaba "financiando una red de terroristas baazistas y ex militares especializados" para atacar a las fuerzas "de liberación". Sin embargo, su hallazgo en una choza de pueblo, enterrado en un hoyo de tres metros, sin comunicaciones y ni siquiera instalaciones higiénicas elementales, indica a un fugitivo que se escondía por su sobrevivencia individual y no la mano que dirigía en secreto un movimiento de resistencia de alcance nacional.

Su captura fue resultado de un informante, no producto de la diligencia, la tortura o la destreza indagatoria de sus perseguidores estadunidenses o sus asesores del Mossad. No hubo una ofensiva general lanzada por fieles seguidores después de su aprehensión, sólo las "acostumbradas" docenas de ataques y dos grandes atentados con bomba de la resistencia islámica. Pero los limitados fondos hallados en posesión de Hussein, y su ubicación remota e inaccesible, revelan que era falso que las acciones de la resistencia estuvieran financiadas y dirigidas por el ex presidente. En suma, la captura de éste y su condición constituyen un fuerte indicio de que no ejercía prácticamente ningún liderazgo y que cuando mucho era un símbolo para algunos sectores del partido Baaz, que es a su vez una pequeña minoría en la resistencia.

Hay muchas razones para creer que la captura incrementará la resistencia a la ocupación. En primer lugar, Estados Unidos sigue siendo el principal enemigo de muchos iraquíes, contra el cual se unen nacionalistas seculares, islamitas, izquierdistas y otros que probablemente tenían visiones diferentes del régimen de Hussein. En segundo, el descubrimiento del "aislado" Saddam refuerza la hipótesis de que la resistencia es un movimiento descentralizado, libre para desarrollar su propia iniciativa sin un mando único. En tercero, la pobreza que rodeaba al ex dictador sugiere que el "aparato baazista" carecía de operatividad y era incapaz de brindarle seguridad. En cuarto, el aislamiento en que se encontraba subraya el hecho de que la actual resistencia iraquí no es un movimiento de "restauración", sino un movimiento para renovar la soberanía nacional y establecer un sistema electoral viable, libre de dirigentes elegidos por el imperio.

ƑQué podría ocurrir si Hussein es llevado a juicio? Podría presentar alguna evidencia incriminatoria sobre sus prolongadas e íntimas relaciones con el gobierno estadunidense hasta la primera guerra del Golfo. Incluso podría llamar a Bush padre, Rumsfeld, Baker y a los dirigentes israelíes de 1980 como testigos de personalidad. Podría ahondar detalles y demostrar la ausencia de armas de destrucción masiva, con lo cual clavaría otro clavo en el ataúd de la letanía de mentiras con que Washington e Israel justificaron la guerra. O tal vez sufriría una imprevista enfermedad fatal durante su internamiento e interrogatorio y sería incapaz de presentar evidencias impertinentes que pusieran en vergüenza a Bush y sus aspiraciones de relección.

Lo más probable es que la lógica de la resistencia anticolonial polarice aún más a la sociedad iraquí, con gran desventaja para Estados Unidos. A medida que crezca la resistencia, en particular los ataques contra colaboracionistas locales, sobre todo la policía, es probable que haya menos "voluntarios" y más infiltración en las fuerzas de seguridad de militantes de la resistencia, colaboradores renuentes y agentes dobles. La respuesta fuera de Irak también muestra mayor polarización. Sharon ha indicado a los partidarios sionistas en el Pentágono que tras la caída de Saddam es tiempo de ir contra Siria, Irán y Líbano, mientras Estados Unidos firma acuerdos de largo alcance con el régimen de Assad. Dentro del gobierno de Bush crecen las diferencias entre los sionistas extremistas (Wolfowitz, Feith, Abrams) y sus influyentes colaboradores en Washington (Perle, Kagan, Cohen, Kristol, Pipes), por un lado, y los "realistas" del Departamento de Estado y la Casa Blanca por el otro en torno al tema de un "cambio de régimen" a escala mundial. Con el pretexto de una "campaña global para imponer la democracia", los sionistas del Pentágono buscan profundizar y extender la intervención estadunidense para destruir a los opositores a Israel. Los realistas están cada vez más conscientes de los costos políticos en las próximas elecciones presidenciales, y del peligro de seguir el liderazgo de funcionarios que en verdad o apariencia tienen doble lealtad.

La captura de Saddam Hussein y la resistencia anticolonial en aumento incrementan la posibilidad de que algunos de los candidatos presidenciales demócratas sostengan que el "objetivo" de la intervención era detener al ex presidente, y que ya es tiempo de convocar a elecciones y retirar a las tropas. Estas demandas probablemente tendrían resonancia en amplios sectores del electorado que están hartos de los crecientes costos políticos y económicos de la invasión, de la corrupción y los robos que cometen los contratistas de guerra y de la fanática persecución de los objetivos especiales de los cabilderos de Israel a expensas de los intereses nacionales estadunidenses.

Está en la naturaleza de los medios de este país inflar las victorias propagandísticas, como la aprehensión de Hussein, durante unos días, capturar la atención del público y estimular la euforia. Luego, cuando resurja la realidad de la lucha prolongada de liberación nacional iraquí, y crezca la lista de soldados estadunidenses muertos y heridos, lo normal será que el público del país busque alguien a quien culpar, acusar y rechazar.

Traducción: Jorge Anaya

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