Olga Harmony

Libros de teatro

Ambos luchan ante todos los peligros que les acechan, IVA a los libros y falta de lectores -amén del obsesivo uso de la Internet- y además el cantado, desde el pasado siglo, fin del teatro ante los embates del cine y la televisión. Ambos sobreviven con bastante buena salud, a pesar de que haya quienes se quejan del precio de unos y otros y se gasten en una botella o en una cena de amigos lo que pudieran invertir en arte y cultura. Por estas fechas enumero y recomiendo los libros con textos dramáticos y teóricos como una manera de apoyarlos y agradecer los que me han sido enviados. Aunque todos sepamos que el teatro es un fenómeno que va mucho más allá del texto, nadie puede asegurar que éste no sea el inicio de cualquier escenificación, por lo que no está de más pensar en regalar en los intercambios de estas festividades, algún volumen destacado. Sé que no hay mucha costumbre de leer dramas, pero también que el gremio -y los estudiantes de muchas de las escuelas públicas y privadas- se ven enriquecidos con el conocimiento de lo que se publica, a despecho de los que se quejan de que se editen pocos volúmenes en la materia y que harían muy bien en adquirir los que se les ofrecen.

La editorial El Milagro sostiene con gallardía un excelente catálogo que se enriquece año con año en coediciones con diferentes instancias, sobre todo el CNCA, con volúmenes de diferente precio y formato, todos muy bien cuidados por sus editores David Olguín y Pablo Moya. En artículos anteriores me he ocupado de algunos, como Un actor a la deriva, de Yoshi Oida, y Dulces compañías, que reúne varias obras de Oscar Liera. Es siempre hacia final de año que la editorial lanza el grueso de su producción. Así, la antología de Teatro norteamericano II, seleccionada por David Olguín con una introducción de David Potter, en la que se cuentan algunas obras ya escenificadas en México, como Tres mujeres altas, de Edward Albee, estrenada en nuestro país en 1994 bajo la dirección de Sandra Félix; Filóctetes, de John Jerusum, montada en estreno mundial 2000 por Martín Acosta, y Cómo aprendí a manejar, de Paula Vogel, llevada a nuestra escena también en 2000 por Otto Minera. La antología ampara también textos no conocidos por nosotros con anterioridad, como la Trilogía del cuarto de hotel, que reúne tres obras cortas de Barry Gifford que transcurren en el mismo espacio en diferentes épocas: Trucos -la que a mi ver es la más interesante-, Apagón y La señora Kashfi. La parte central y probablemente la más importante -aunque me temo de difícil escenificación entre nosotros- es la monumental y exitosa fantasía política gay de Tony Kushner que bajo el nombre genérico de Angeles en América contiene las muy barrocas y plenas de alusiones de la cultura pop El milenio que viene y Perestroika. El volumen se complementa con las excelentes y ambiguas -con esa ambigüedad que vuelve tan interesante el realismo actual- El criptograma, de David Mamet, y El niño enterrado, de Sam Shepard. Junto al primer tomo, publicado en 1995, éste ofrece un buen panorama del teatro estadunidense contemporáneo.

En dos de sus pequeños y elegantes volúmenes, El Milagro editó tres textos de autores quebequenses también escenificados en nuestro país. La lección de anatomía de Larry Tremblay, estrenada en 1998 bajo la dirección de David Olguín, que cuenta con una sustanciosa introducción del propio Olguín en que da cuenta de su proceso -lo que lo convierte en más interesante- y los añadidos que hizo a la obra original en su montaje y con dos textos del propio Tremblay que apoyan esa visión del director. De Suzanne Lebeau se presentan dos de sus obras infantiles, El ogrito y Salvador, dirigidas en México por Martín Acosta y Sandra Félix, respectivamente, ahora en versiones definitivas corregidas por la autora y con prólogo de Berta Hiriart. Además, en otro volumen, Tríptico de juegos, del recientemente fallecido Carlos Olmos, con prólogo de Enrique Serna.

En su colección más popular, La Centena, El Milagro editó varias obras de no muy fácil acceso en la actualidad: Octubre terminó hace mucho tiempo, de Pilar Campesino, el texto por antonomasia del 68; Que viva Cristo Rey, de Jaime Chabaud; Tiro de dados, posiblemente la mejor obra del malogrado Gerardo Velásquez; Opción múltiple, de Mario Moncada, y Durmientes, con otras dos obras cortas del sonorense Cutberto López, Mujer lagartija y Una noche de perros y gatos.