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México D.F. Martes 16 de diciembre de 2003

Javier Oliva Posadas

El contenido de los conceptos

En su edición del pasado 4 de noviembre La Jornada publicó, en la página 24, sección de economía, que la confianza del consumidor había retrocedido 3.8 por ciento anual. También daba cuenta -todo con datos del INEGI- de una ostensible contracción de 21.1 por ciento en la esperanza para adquirir muebles y electrodomésticos. Con o sin la denominada reforma fiscal enfrente, la situación y percepción que tienen los consumidores respecto a la economía continúa siendo negativa. Esa visión no se desprende de una mera cuestión coyuntural, sino de un gradual deterioro en el que los partidos políticos, el Congreso y los medios de comunicación, en sentido estricto, poco pueden influir.

Por eso es muy preocupante que pese a que ha sido ampliamente comentado y criticado el hecho de que el jefe de Ejecutivo adelante tensiones con el Poder Legislativo a propósito del tema de la política económica en materia fiscal. Todo parece indicar que parte de una seria confusión conceptual y, por lo tanto, de una imprecisión en la aplicación de procesos de negociación y conciliación de intereses. Y éste sí que es otro cantar. En efecto, no puede denominarse al proceso político que vivimos "transición" cuando lo que vivimos es una alternancia; tampoco a una reforma de la estructura gubernamental podemos calificarla pomposamente de reforma del Estado. Ahora, nuevamente, la grandilocuencia ganó la partida, pero para una mala percepción y peor articulación conceptual.

La miscelánea fiscal que se pretendía aprobar era solamente eso: un conjunto de medidas dirigidas a procurar determinadas metas de recaudación, pero de ninguna manera una "reforma fiscal". De ser así, ya no tendría sentido la realización de la impostergable Convención Nacional Hacendaria, por ejemplo. Sin rebatir los contenidos de dicha propuesta - ampliamente discutidos en la Cámara de Diputados-, lo cierto es que mientras menor sea la precisión en el manejo del contenido y articulación de los argumentos, más cederemos el paso a la consigna y, por tanto, a las subjetividades.

Referirse a una reforma fiscal es una materia que demanda y exige mucho más que una discusión de un periodo de sesiones en el Congreso. La contribución de sectores especializados en la materia, así como de otros segmentos interesados, siguen al natural interés de los ámbitos gubernamentales en todo el país. Así las cosas, lo que se detuvo momentáneamente en la Cámara de Diputados fueron una serie de medidas, que pueden ser aprobadas en otro momento, pero que distan bastante de ser una seria y profunda reforma fiscal. Por otra parte, también es cierto que muchos diputados expresaron que nos encontrábamos ante "la pérdida de una oportunidad de desarrollo". Quizá no recuerden que en Estados Unidos al mismo William Clinton le rechazaron en el Congreso de su país su presupuesto hasta en dos ocasiones, y sí hubo ciertas reacciones, pero de ninguna forma la estabilidad o la incertidumbre se apoderaron de la dinámica económica de ese país.

Lanzar amenazas, descalificaciones o adjetivos calificativos de cualquiera de los representantes de los poderes de la Unión y de los mismos gobernantes, de ninguna manera contribuyen al fortalecimiento del sentido que tiene el estado de derecho y la consolidación de las instituciones.

Para los días que siguen, rumbo al final del año, las esperanzas sobre este gobierno van en caída. Pero eso no significa que ese mismo, el gobierno de Vicente Fox, pueda desconocer o soslayar la muy amplia base social con la que inició y que gradualmente ha ido perdiendo. Hay que considerar que entre mayor es la expectativa, menor es el tiempo que se dispone para cubrirlas. Empecemos por clarificar los contenidos básicos de los conceptos rectores para así poder estar en condiciones de actuar y establecer agenda y aliados en cada tema. Conceptos poco sustentados, siempre arrojan malos resultados.

En esta administración ha sido una constante la imprecisión en la estrategia y la ambigüedad en sus argumentos. Llamar a las cosas como son, siempre se agradece y reconoce.

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