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México D.F. Domingo 14 de diciembre de 2003

Gustavo Iruegas

Asilo y extradición

Era la época, a principios de los 90, en que Carlos Saúl Menem, entonces presidente de Argentina, había emprendido una sistemática campaña contra Cuba. Durante una de las reuniones en la cumbre del Grupo de Río, la delegación argentina pretendía que la declaración política que emitirían los presidentes incluyera un párrafo francamente condenatorio del régimen cubano. Por supuesto, quien se oponía era la delegación mexicana.

Como las posiciones eran irreductibles, el asunto no pudo resolverse en el nivel de los coordinadores nacionales y, junto con otros tres asuntos, pasó al nivel de los subsecretarios, quienes resolvieron todo, menos el punto de Cuba. El tema fue elevado a los cancilleres, quienes discutieron con intensidad pero, nuevamente, sin alcanzar resultados. La moderadora sugirió escalar con el tema hasta la cumbre y llegar a los presidentes. Los jefes de Estado no admitieron el encargo y regresaron el documento a los cancilleres con la orden de solucionar el asunto.

Los organizadores de la reunión dispusieron una habitación cercana y, mientras los mandatarios conversaban con el comedimiento propio de sus altos cargos, los cancilleres se reunieron nuevamente: la discusión ya era francamente entre Argentina y México, y sólo había ocasionales intervenciones de la anfitriona para moderar, sin éxito, el exaltado debate. En un momento dado el canciller argentino dijo algo más o menos así: la única razón por la que puedo entender que México defienda la dictadura cubana es porque también en nuestro querido México tenemos que lamentar deficiencias en cuanto a libertad y democracia.

La respuesta fue automática: en efecto, canciller, en México discutimos mucho sobre la forma de mejorar nuestra democracia. Pero en cuanto a la libertad, puedo decirle que hace ya mucho tiempo que no tenemos que discutir. Permítame ilustrar lo que digo con una pregunta, y quizá su respuesta nos ayude a ponderar la calidad de la libertad en nuestra región: Ƒsabe usted de algún país de América Latina cuyos nacionales no hayan buscado y encontrado asilo en México? Y para completar, Ƒsabe usted de algún país latinoamericano en el que haya mexicanos asilados?

No hubo respuesta, y la discusión volvió al tema de Cuba. El párrafo resultante fue un verdadero e ininteligible bodrio. La anécdota no viene a mi memoria porque haya casos de asilo pendientes de resolver. Lo que me hace recordarla es el hecho de que hay casos de extradición pendientes de resolver.

En realidad, asilo y extradición son figuras contrapuestas que, sin embargo, están unidas en su esencia por un hilo conductor, que es la distinción que en ambos casos se hace entre el delincuente, enemigo de la sociedad, y el político, enemigo del régimen. Asilo es la protección que un Estado concede a alguien perseguido por otro Estado por motivos políticos. La extradición es la entrega de un acusado que hace el gobierno de un país a las autoridades de otro país que lo reclaman. Pero el asilo no es para delincuentes ni la extradición para perseguidos políticos.

Hay infinidad de testimonios de parte de quienes en algún momento han recibido el amparo de la bandera de México, en forma de asilo diplomático o territorial. Cuando se tiene oportunidad de hablar con ellos, invariablemente sale el tema a la luz y con él los recuerdos y el agradecimiento. Algunos son casos muy sonados de personajes famosos (Trotsky, Cámpora) y otros muchos son de personas simples que en algún momento necesitaron la ayuda de México para salvar su vida o su libertad. Pero, Ƒqué movió a esas personas a buscar asilo en México? Creo que esa fue la respuesta que no pudo o no quiso dar el canciller argentino.

Hay, sin embargo, otra pregunta que resulta más interesante: Ƒqué es lo que ha movido a México a adoptar esa actitud, que le llegó a valer el título virtual de "campeón del asilo"? No fue, por supuesto, el agradecimiento de los beneficiarios lo que lo llevó a extender su protección a esas personas en desgracia. Fue el compromiso nacional con el asilo, la institución humanitaria más antigua que, por cierto, aunque hoy es exclusivamente latinoamericana; la recibimos de España, la grande.

Están pendientes de resolución los casos de los vascos Juan Carlos, Ernesto, Asier, José María, Asunción y Félix. Su gobierno pide que le sean entregados porque asegura que la organización terrorista ETA ha desarrollado una infraestructura económica en España y México "... con el objeto de sostener y allegar fondos a los miembros 'huidos' de la organización terrorista que se han asentado en México y se autodenomina 'el colectivo de refugiados'". Es muy endeble y muy desproporcionada la solicitud española. En el pedimento no hay acusaciones por actos terroristas; son varios los errores técnicos diplomáticos y jurídicos en que incurre el documento y muy contradictorias y vagas las acusaciones sobre "el colectivo de refugiados". Pero exponer y demostrar estos defectos, suficientes todos y cada uno para denegar la solicitud, es tarea de los abogados.

Es otra la faceta del caso que interesa señalar: la acumulación de casos de extradiciones formales e informales de etarras perseguidos y entregados por motivos políticos. Además del daño que se hace a los directamente afectados y del ningún beneficio para el pueblo de España, se contradice el discurso humanitario que el gobierno de México ha venido elaborando en el medio internacional, se lastima el prestigio y el nombre de México y se invita al cambio del viejo título de "campeón del asilo" por el nada honroso de "campeón de la extradición".

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