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México D.F. Jueves 11 de diciembre de 2003

Sergio Zermeño

Cuarto piso y quinto patio. Participación ciudadana

Hay que hacer un alto; no es posible que la esfera de la política establezca su tiranía sobre nuestra nación de la manera en que lo está haciendo. ƑPor qué, en un momento no electoral, las diez primeras planas de nuestros periódicos y tres cuartas partes de nuestros noticieros radiofónicos y televisivos están dedicados a los reacomodos y a las tensiones que tienen lugar entre los dirigentes políticos, entre los partidos políticos y en el seno de éstos, entre los legisladores y el Presidente de la República? ƑPor qué en este país hay un canal de televisión exclusivamente dedicado a transmitir lo que sucede en la vida de los políticos y tenemos que estar escuchando, aunque sea de pasadita, las sesudas disquisiciones de la nomenclatura, muy a la manera en que los regímenes socialistas sobredimensionaban la importancia de sus dirigentes?

Faltan tres años para el relevo presidencial y ya no se habla más que de eso, y los medios de comunicación relegan todos los otros campos ante la menor declaración del Peje, el mínimo aspaviento de Martita, el tropezón de Vicente.

Uno de los temas que más respetabilidad han atraído recientemente en muchísimos países es el de la participación ciudadana, en la medida en que, justamente, el fortalecimiento de la opinión pública, el poder colocar como temas respetables los problemas cercanos a la ciudadanía en sus barrios, colonias y regiones, el proveerlos con instrumentos para presentar esas demandas con fuerza significa un gran contrapeso frente al poder concentrado en los partidos, el espacio parlamentario y los aparatos estatales.

En México, en medio de esta cultura estatal nuestra, hemos hecho dos grandes esfuerzos para ponernos al día con estas temáticas de empoderamiento social: una fue la euforia por el tránsito a la democracia, desde el autoritarismo priísta, se entiende.

A ese respecto se hizo un buen trabajo organizando a los partidos políticos y los procesos electorales, pero visto en perspectiva, y habida cuenta de nuestra cultura estatal, el ejercicio se instaló más bien en la esfera del andamiaje institucional y el Instituto Federal Electoral, como constatamos recientemente, corre el riesgo de convertirse en una fortaleza tomada por la política; ahí se ha vivido la politización acelerada, el secuestro desde lo alto de lo que debió ser puente entre política y ciudadanía.

El otro ejercicio fue la participación de los ciudadanos, y arrancó realmente con el perredismo en 1997, en la capital de la república. La primera legislación al respecto los convertía prácticamente en mil 360 grupos atomizados en barrios, colonias y pueblos que debían gestionar las demandas de los vecinos ante las ventanillas de las delegaciones (léase: ante los políticos).

Tres años después, la nueva administración habló de los comités vecinales como de los integrantes de un "cuarto piso de gobierno", es decir, como globitos insertados en la sociedad, pero orgánicamente integrados al cuerpo gubernamental.

En la medida en que no funcionaron así, porque 90 por ciento de ellos nunca había tenido ni cultura ni entrenamiento para ordenar y jerarquizar demandas o para articular iniciativas de la administración, el gobierno se desesperó, y en un nuevo esbozo de ley prácticamente hizo desaparecer los comités sustituyéndolos por unas asambleas vecinales, muy a la manera sindical o estudiantil, que se reunirían cada tres meses, lo que en los hechos nunca sucedió, como es obvio imaginar, y la continuidad del ejercicio quedó absolutamente rota. Para colmo fueron suspendidas las elecciones de comités en 2002. Ahora la Asamblea Legislativa acordó realizar esas elecciones en agosto, pero con una legislación que quiere aprobarse precipitadamente en enero, e insiste en las asambleas y otras figuras que siguen concibiendo a los ciudadanos como cuarto piso de gobierno.

Asambleístas, por favor: no basta con foros a puerta cerrada: abran un periodo de discusiones para que los ciudadanos puedan expresarse en torno a una ley que es de ellos y para ellos; no caigan en el apresuramiento.

La diputada Villavicencio se ha quejado del alto costo de las elecciones vecinales (95 millones de pesos, según dice). Esa es una joya del desprecio de nuestros políticos hacia la sociedad: Ƒcómo puede expresarse así una integrante de la Comisión de Participación Ciudadana si conocemos las carretadas de dinero que han costado las contiendas internas de su partido?

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