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México D.F. Lunes 8 de diciembre de 2003

Llegaron desde Iztapamatan, Aragán, El Molis, Minesota, Nalgarte, de allá y acullá

Bajo la luz de luna, 130 mil jóvenes acompañaron a Maná en el Zócalo

Muchos apartaron su espacio durante 11 horas para ver gratis a los de Hechicera

Tocaron para los amorosos, los de conciencia social y hasta para las traicioneras

ARTURO CRUZ BARCENAS

Al oírse Hechicera, una de las canciones más conocidas de Maná, la masa concentrada en el Zócalo capitalino comenzó a escupir gente. Más de cien mil personas, "130 mil" según los organizadores, se dieron cita para hacerse grito colectivo, bajo la luna brillante. Llegaron desde todas las puntas de la rosa de los vientos, muchos desde Iztapalapa, "¡Iztapamatan, cabrón!", a juzgar por los ríos de personas que se dirigieron a la línea verde. Era su oportunidad de ver a Fher y compañía, pues no tienen baro para verlos en el Auditorio Nacional.

Los muchachos no iban a desaprovechar el chance. De a grapa todo entra. Las primeras filas se fueron formando a eso de las nueve de la mañana del sábado. Compraron unos banquitos de madera, se proveyeron de botellas de agua y refresco, de unas sombrillas y unas cobijas o varias chamarras. Para no perder el lugar mandaban comandos a comprar quesadillas y se turnaron para ir al baño.

Fueron llegando más, algunos de esos seres más bien gandallas, la runfla de mozalbetes de carácter ojete. Se les quedaban mirando, retadores, burlones. No los pelaron. A las tres de la tarde ya había una bandota y los vendedores de todo llegaban hasta ellos para ofrecerles tortas de milanesa de apariencia cartonesca, eso sí, con un montón de lechuga recién partida.

Por allá en el costado norte de Catedral los concheros no aflojaban el paso. El tamborileo incesante se sumó al sonido de las decenas de bocinas de los aparatos de los vendedores de discos piratas, de a diez pesos la pieza. "¡Lleve el de Maná, el disco oficial del concierto de hoy!" Y llegaban más y más. De Aragón, "De Aragán, y sin ache, ¿eh?"; de El Molinito y San Esteban, "de El Molis", cercanos cotidianos del Campo Militar Número Uno; de Neza, muchos. También de las colonias del Centro y de la Narvarte, "Nalgarte"; de allá y acullá. Pura célula cuarta.

Familias enteras, para defenderse, hicieron pequeños círculos. Pero llegaron más de ellos. Cinco mil, 10 mil, 20 mil, 30 mil, 40 mil, 50 mil... A eso de las seis de la tarde la cosa estaba pesada. Los puntos del Zócalo estaban convertidos en trincheras. Yo de aquí no me muevo. Yo tampoco. Ya llevo más de nueve horas. Aguanté el frío y el calor. Son las siete de la noche y ya son como 60 mil. Se escuchan ruidos, pruebas de sonido. Para apaciguar los ánimos de desesperados, suben Gus y Los Extremos, con sus rolas afroveracruzanas, como las definió él.

Los rostros de los jóvenes y otros mayores a ellos reflejan desesperación. Rictus de dolor. Se van los extremosos. La esperanza de que pronto comiencen los ex Sombrero Verde. Los camarógrafos colocan en el corral dispuesto para la prensa sus equipos de trabajo y reciben mentadas. No nos vas a dejar ver a Fer ni a Alecs. Con su soberbia habitual, los trabajadores de las televisoras ni voltean a ver a quienes les pedían que se quitaran de enfrente. Son amos y esclavos del rating y deben llevarse las escenas netas del planeta, según ellos.

Como en todas las guerras, hay pérdidas. Se escuchan nombres de niños perdidos; son muchos, casi 20. También solicitudes de papás: te esperamos, fulano, en tal sitio. En el módulo de Locatel. Los paramédicos ya han atendido a varios apachurrados y a casi asfixiados. Algunos lloran.

La hora anhelada

¡Por fin! Ocho y cinco de la noche, y tras 11 horas de espera los jóvenes anhelantes ven subir a los de Maná. En los costados del escenario se proyectan estrellas rojas, que los viejos comunistas, los revolucionarios usaron como estandarte en nombre de la libertad. Maná ha incluido esa imagen en la iconología mercantil de su disco Revolución de amor.

En una bocina, el rostro clásico del Che Ernesto Guevara, que el cotorreo popular ha desgastado al dibujar un rostro mitad Che y mitad Cepillín, Chepillín. Comienzan con Revolución de amor, su actual protesta-propuesta. Va Angel de amor. Fher lleva una camiseta estampada con la palabra Greenpeace. Maná ha incluido el rollo ecológico en su rollo global. Oye mi amor. Hechicera... Los de enfrente sienten la presión de una ola cuya inercia viene desde Pino Suárez.

La fuerza del empujón de cien mil personas hace que de las primeras filas se escuchen quejas de dolor. Varios piden ayuda para salir de ese abrazo de oso insoportable. Me valen las ocho, nueve o 10 horas que esperé para ver a Maná. Los sacan en vilo, como en un rave. Sin aire y sudorosos. Un jovencito alza el brazo derecho, del que escurre sangre. Una señora embarazada... ¡pa' fuera! Niños, para arriba y para afuera.

Otros resisten. Su carne se pega a la varillas de las vallas. No me voy, no me voy. Fher: "Este es el primer concierto que damos en el Zócalo". Interpretan Cuando los ángeles lloran. Un ángel cayó, repite la letra, ajeno a lo que pasa enfrente, del fanatismo y sus irresponsabilidades conscientes o inconscientes. Se oye Sábanas frías y en la pantallota se aprecia el cuerpo de una belleza que los ahí presentes nunca gozarán.

Que dice Fher que ahora una de tristeza: Se me olvidó otra vez, de Juanga; Sigue lloviendo. Con las alas rotas, "¡échenle cantadita!", exige Fher. En la pantalla central corren hilos de sangre. La letra habla de un desahuciado amoroso.

La batería de Alejandro parece el área del conductor de un camión chimeco. Adornó su instrumento con dados atornillados en las puntas de las varillas de cada plato o tambor. Te lloré como un río. Alex se avienta un solo de batería. "Es en animal de la batería", asegura Fher. Así ha de ser.

Justicia, tierra y libertad

Llegó la conciencia social con Justicia, tierra y libertad. Se proyectan las imágenes del Che, Pancho Villa, Gandhi, Mandela, Martin Luther King, Lennon. Fher alza la mano y hace la V de la victoria. Maná ha incluido todo eso en su iconología, en su eclecticismo. Hasta el Sagrado Corazón. ¡Ah!, Zapata, por supuesto. Si de corazones se trata, ahí les va Corazón espinado, que un día será arañado o arrugado, ha dicho Alex Lora. A brincar. Va fe "contra la violencia". "¿Tienen frío? ¿Tienen calor? ¡A güevo! ¡Estamos bien pinches emocionados porque esto está hasta el güevo!". Juan, el bajista, ni se inmuta. Toca a lo Wyman. "Para todas la mujeres traicioneras, que son todas, menos mi mamá: Mariposa traicionera... ¡A volar, pinche mariposa!", canta Fher, el ecológico. Escoge entre el público a una dama. Sube ésta. ¡Ah! Es de Guadalajara, como él, pero es casualidad. La sienta en un sofá. Hasta el fondo una copa de vino. Se llama Claudia. Fher le canta Te solté la rienda, Reloj cucú. Ahora le da a boca de botella un sorbote de tequila. La chava aguanta vara y ni hace gestos. Como dueles en los labios. Se va Clau.

Vivir sin aire... Adiós, ya nos vamos. No se salvan del clásico ¡culeros! Regresan con El muelle de San Blas y la hiperalargada Rayando el sol. El concierto está en su apogeo. El que menos, aplaude. Ya se van. Otra: Clavado en un bar. Pirotecnia, parafernalia. ¿Qué falta? Dos banderas unidas: una de México y otra con el símbolo de amor y paz, jipiosa.

Luego de giras internacionales que los han llevado a 32 países, Maná se presentó en el Zócalo capitalino. Ante las críticas de muchos, inclusive de colegas, Fher respondió a este medio: "La crítica es un cliché".

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