Jornada Semanal, domingo 7 de diciembre del 2003          núm. 457
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

TERESA MÁRQUEZ:  A NUTRIR EL PATRIMONIO LOCAL

Más que en los megaproyectos tan en boga, Teresa Márquez (DF, 1955) está convencida de que el futuro de México está en nutrir el patrimonio local; en voltear los ojos hacia los desarrollos pequeños para tener resultados grandes, definitivos y definitorios. Y a eso le apuesta con la recuperación del legado ferroviario en el país; con el rescate no sólo de locomotoras, herramientas y documentos de este universo –ahora privatizado y concesionado– sino también en la revaloración de las estaciones de ferrocarril con carácter histórico y en el reconocimiento social del patrimonio industrial, eso que para muchos es sólo fierro viejo y en desuso.

Ahora dirige el Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos, ubicado en Puebla; sin embargo, su relación con los museos data de su adolescencia, cuando recorría salas y tripas del Museo Nacional de Antropología mientras su madre, etnóloga, daba clases. Disfrutaba del museo de manera muy distinta a la visita escolar: en lugar de copiar cédulas para cumplir la tarea, pasaba muchas tardes en compañía de la vaca que estaba en la troje de la Sala Tarasca y al recorrer pasillos y vitrinas aprendía de la vida en Mesoamérica, adivinaba y hasta inventaba los mundos que rodeaban a esos pobladores, animales y horizontes.

En casa, se acercaba a las historias más secretas de algunas piezas; las aventuras de arqueólogos y antropólogos para trasladar, por ejemplo, el Tláloc que da la bienvenida al recinto; escuchaba anécdotas de los mitos y la magia alrededor del dios nahua de la lluvia. Y vivir aquello fue la trampa que la hizo caer en la vida de los museos desde hace veintiocho años.

Estudió antropología social en la ENAH mas no ejerció la carrera. Y mientras se formaba, ingresó como asistente en el museo de Santo Domingo en Oaxaca, donde lo más que hacía era cargar cajas. 1975 marcó el año de su relación profesional con los museos, cuando estuvo en el museo del Castillo de Chapultepec como ayudante de curaduría en numismática. La experiencia fue fundamental ya que había cierta obligación de crear un vínculo permanente en el equipo. Aprendió lo mismo a vigilar una sala que a dirigir una investigación para una muestra temporal y siguió internándose en la vida de estos universos de conocimiento.

Luego de dejar el museo del Castillo en 1979, estuvo en el área de planeación y desarrollo de proyectos del INAH. Allí transcurrió un decenio y para 1989 se integró al equipo de Museográficas SC. Fue como volver a la familia pero con otra dinámica. En ese periodo –hasta 1996– participó en la constitución de los museos Postal (DF), el de Historia Mexicana (Monterrey), el Centro de Ciencias en Sinaloa y el museo de Nubia (África). Además realizó proyectos para los gobiernos de Michoacán, Tabasco, Puebla y Chihuahua.

Su actual tarea la liga a Ferrocarriles Nacionales de México desde 1996, con el fin de desarrollar el Programa de Reutilización de Estaciones e Infraestructura Ferroviaria con Valor Cultural. Explica que, tras el proceso de privatización de los ferrocarriles en 1995, su idea no es convertir todas las estaciones en museos. "Primero hay que hacerse preguntas: ¿Para qué lo quieres? ¿Sirve? Uno piensa en rescatar un patrimonio, conservarlo; eso tiene sentido sólo si a la gente le da perspectiva, la motiva a hacer cosas y la ayuda a mirar para adelante. Si no llega a establecer relación con la comunidad, el museo pierde razón de ser." En la actualidad, en México existen mil estaciones ferroviarias con edificio, de las cuales quinientas son de carácter histórico. Se han convertido en museo dos de Tulancingo, una en Aguascalientes y otra en San Luis Potosí. Hay casas de cultura, bibliotecas, centros de educación comunitaria y estaciones de monitoreo ambiental.

Desde 1997 es directora del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos (depende del CNCA): ocho hectáreas con once locomotoras, algunas de vapor; 40 mil volúmenes en su biblioteca, 80 mil imágenes y 215 mil planos desde el siglo XIX hasta nuestros días. Preside también el Comité Mexicano para la Conservación del Patrimonio Industrial AC y lucha para "darle una carta de presentación a este legado que para muchos es sólo fierro viejo". Ella responde que no; que locomotoras, herramientas y vías son historia, es vida de mucha gente y reflejo de los sueños de cambio y modernización del país. Es por ello que, junto con los lugareños, enfrenta batallas con los empresarios que desean construir malls o condominios en estaciones y, lejos de la especulación, trata de darle un uso social a los sitios por los que antes pasaba una locomotora inglesa que en cada poblado tomó carta de identidad. "¿Oiga señorita, sabe dónde quedó La Mulita y El piojito?", preguntan a Teresa Márquez y ella piensa que muchos furgones ya se convirtieron en chatarra y otros permanecen íntegros como testigos de un tiempo añejo.