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México D.F. Viernes 28 de noviembre de 2003

Clare Short

Los iraquíes deben decidir el futuro de su país

Lo que debemos hacer ahora en Irak es lo que debimos haber hecho desde un principio. Aun después de que se nos apresuró para entrar a la guerra y el engaño que siguió al conflicto, debe ser posible organizar la reconstrucción con legitimidad y cooperación internacional.

Lo que esto implica se refleja en el derecho internacional. Según la Convención de Ginebra y las resoluciones de La Haya, los poderes de ocupación en territorio invadido tienen el deber de mantener el orden y proveer inmediatamente en lo humanitario. No tienen autoridad alguna para proclamar soberanía o involucrarse en reformas institucionales mayores. Los ministros británicos tomaron esto muy en serio. Su recomendación al ejército fue enfocarse a mantener el orden para que la Organización de Naciones Unidas (ONU) pudiera brindar la ayuda humanitaria necesaria. Mediante una resolución del Consejo de Seguridad, la organización tendría que otorgar autoridad a un representante del secretario general pa-ra consultar con los iraquíes sobre la mejor forma de instaurar un gobierno iraquí interino y poner en marcha un proceso constitutivo con miras a celebrar elecciones.

La ONU estaba totalmente preparada para adoptar este papel y, sobre esta base, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Asiático para el Desarrollo se dijeron listos a asesorar al gobierno interino iraquí para llevar a cabo un programa de desarrollo y de reformas económicas. Yo sostuve encuentros marginales a las reuniones que celebró el Banco Mundial en marzo pasado con ministros franceses, alemanes, escandinavos y canadienses, en los que se habló de las posibilidades para ayudar a Irak.

Pero Estados Unidos no estaba de humor para pedirle a la ONU ninguna ayuda. El Pentágono había hecho a un lado al Departamento de Estado e instalado su propia oficina para la reconstrucción de Irak bajo la responsabilidad del general retirado Jay Garner. No querían que la ONU se involucrara de manera alguna y estaban muy ocupados peleándose con el Departamento de Estado sobre quién iba a escoger a los iraquíes que formarían parte del nuevo gobierno. Increíblemente, nadie se ocupó de planear responsablemente la reconstrucción de Irak mientras tenían lugar estos juegos. To-ny Blair, en un ánimo triunfalista que siguió al periodo de enorme tensión en que trató de reconciliar las contradictorias promesas que le había hecho a George W. Bush y a Gran Bretaña, no tenía el menor interés en escuchar el consejo de los servidores públicos o de cumplir las promesas que me hizo.

La única cosa que entendió era que una resolución del Consejo de Seguridad crearía la autoridad legal que le permitiría a Estados Unidos actuar a su gusto. Así que el círculo de Blair se dedicó a realizar intensos contactos telefónicos con la Casa Blanca y acordó redactar un borrador de resolución para el Consejo de Seguridad, documento que los ministros británicos vimos por primera vez en la página web de la BBC.

La resolución de la ONU daba legitimidad a los poderes de ocupación y no establecía papel alguno para la organización. Los miembros del Consejo de Seguridad decidieron que era mejor no resistirse, para evitar la ira estadunidense. Dejaron que la resolución pasara, pero el contenido hacía imposible la cooperación internacional plena. Al representante del secretario general, Sergio Vieira de Mello, se le dio un papel secundario al de las fuerzas ocupantes en la formación de un gobierno de ocupación. Esto contrasta con el papel que jugó el representante del secretario general en Afganistán, pero a pesar de esto -o quizá en parte por esto mismo- la ONU apareció confiriéndole po-deres excesivos e inapropiados a los ocupantes. Más tarde, el complejo de Naciones Unidas fue atacado, y Sergio y varios de sus colaboradores murieron.

Las fuerzas de ocupación debieron haberse enfocado a mantener el orden; la Cruz Roja estaba lista para remendar y componer los sistemas de salud, electricidad y sanidad como lo hizo durante la guerra. De la mis-ma forma, la ONU, que durante años llevó adelante el programa petróleo por alimentos, podría reanudar de inmediato sus responsabilidades. Y una vez que se levantaran las sanciones contra Irak, una autoridad local interina legítima hubiera trabajado con la comunidad internacional y con muchos iraquíes educados y capaces, para así echar a andar la economía.

El problema fue que Estados Unidos quería controlar el futuro de Irak y por ello no estaba dispuesto a entregarle autoridad a la ONU. Ahora la coalición quiere desesperadamente salir de Irak en junio de 2004, y que se celebren elecciones para finales de 2005. Washington también lamenta el desmantelamiento del ejército iraquí e intenta construir una fuerza policial con toda celeridad. Evidentemente, la situación es ahora mucho más difícil de lo que pudo haber sido si la reconstrucción se hubiera manejado correctamente desde un principio.

Persiste, sin embargo, la verdadera pregunta: Ƒestá Estados Unidos dispuesto realmente a transferirle el poder a un gobierno iraquí que con toda probabilidad será anti-estadunidense y antisraelí? De no ser así, los problemas que se avecinan serán comparables a los de Vietnam. Ya hay una ola de violentos ataques contra los iraquíes que colaboran con la coalición.

Aquellos que han consultado a la opinión pública local dicen que se incrementa la hostilidad hacia la ocupación y que existe riesgo real de que la resistencia se fortalezca. Y eso que la comunidad chiíta todavía no está del todo unificada, pese a que sus dirigentes saben lo mucho que ganarían con la democracia. También existen reportes cambiantes sobre la presencia de combatientes no iraquíes. Pero en una región que hierve de furia por el apoyo estadunidense hacia Israel, sería muy sorprendente que numerosos jóvenes iracundos no estuvieran ingresando a Irak.

Por tanto, la situación es muy peligrosa y podrían no funcionar los planes para una estrategia de salida. Aún hay un importante papel que jugarán los británicos, si es que podemos separar al primer ministro del discurso neoconservador que ha asumido por completo. Si es verdad que nuestro objetivo era rescatar a los iraquíes de los sufrimientos que les causaba Saddam Hussein, debemos darle autoridad política a la ONU e internacionalizar el apoyo a una reconstrucción en-cabezada por los iraquíes. Esto hará posible la salida de las tropas angloestadunidenses y garantizará que serán los iraquíes quienes decidan el futuro de Irak.

Clare Short renunció a su cargo como secretaria británica de Desarrollo Internacional del gobierno de Tony Blair, en protesta por la guerra contra Irak.

© The Guardian/Dpa

Traducción: Gabriela Fonseca

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