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México D.F. Jueves 27 de noviembre de 2003

Víctor M. Tirado López

Nicaragua ante el TLC con EU

La época de la globalización del mundo está marcada por los grandes descubrimientos y el avance de las ciencias, las telecomunicaciones y la técnica informática. Sin olvidar el mercado moderno.

La globalización ha transformado el mapa económico mundial y derrumbado muros de regiones en países poco competitivos. De ello se desprende una serie de cambios en la naturaleza, igual que en los aspectos sociales, económicos, políticos, monetarios, etcétera, y, desde luego, la creación de bloques regionales, tratados de libre comercio, pactos aduaneros y arancelarios, entre otros.

Las viejas reivindicaciones de los trabajadores siguen teniendo los mismos objetivos, aún insatisfechos: el destino del trabajo y el salario. Sin embargo, en torno a la protección del ambiente, la defensa de la naturaleza y la democracia, las demandas de género, la niñez y la familia (vinculadas las últimas al salario social), se promueven nuevas luchas en busca de alternativas. A esto se suma la seguridad del agua como recurso natural, cuyo desafío es responsabilidad del Estado, no del sector privado.

Las estrategias económicas de las grandes corporaciones financieras no se han liberado de los viejos esquemas en los que se sostiene el modelo estructural. Las multinacionales imponen las condiciones, controlan y dirigen el mundo globalizado, junto con el comercio y el mercado. Eso ha hecho pasar a Nicaragua de país pobre a país empobrecido.

En el actual orden de la globalización y el libre mercado, el pasado militarista pesa demasiado en la política exterior de Estados Unidos e impone el poder mediante la fuerza, a costa de la política económica de los países subdesarrollados e, incluso, de los desarrollados.

Cuando ya se avizoraba la supremacía de la doctrina monetaria en el área económica contra la guerra, el control de la recesión y la inflación, de pronto aparece la doctrina preventiva antiterrorista del presidente Bush, apoyándose en la tragedia que provocó el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. El terrorismo cambió el rumbo.

Sin embargo, no es esa la causa fundamental para elevar a estrategia la lucha contra el terrorismo y afianzar el mercado de la economía de guerra en las relaciones comerciales internacionales, sino que la guerra adquiere autoridad y con ella se trata de moldear la historia, utilizando el poder militar en todos los confines de la tierra.

La globalización es el rumbo por donde hacen marchar la economía mundial. La globalización lleva al capitalismo de bienes y servicios al nivel más alto de la producción social mundial. La izquierda la ha minimizado, la sigue interpretando con visión neoliberal, y la ha convertido en el centro de la crítica al sistema capitalista. Pero la doctrina del neoproteccionismo, aún no estudiada en su verdadera dimensión, se alza como fuerza dominante en el plano de la macroeconomía, por encima de la producción real y neoliberal. La práctica se está encargando de darle la razón a esta corriente.

Entre el mundo de la libertad de comercio y el proteccionismo, el último tiene muchas facetas y causas sobre el estancamiento de nuestros países: es el que ha controlado la economía mundial; el neoliberalismo no ha sido más que un apéndice.

Durante los diez meses que van de este año se ha abierto una discusión y una negociación seria acerca del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Centroamérica. A ese mundo globalizado y neoproteccionista se va a enfrentar el TLC. Existe toda una corriente de juicios e ideas al respecto, unas favorables, otras en contra, y algunas equilibradas, pero sin llegar a la idea central: la búsqueda de la alternativa.

El TLC no deja de ser influido por el pensamiento neoproteccionista. El neoliberalismo está considerado por las distintas fuerzas económicas y políticas de izquierda de Nicaragua como la doctrina económica causante de la extrema pobreza, no obstante que para el capital financiero especulativo el mundo es la forma concreta del neoproteccionismo, por la cual los lleva a fortalecer el militarismo estadunidense. Así, la negociación del TLC va en busca de un mejor nivel de vida para la población centroamericana. Sin embargo, el capital financiero recobra vida y fuerza al imponer el gran poder económico neoproteccionista a los países pobres y extremadamente miserables.

Ahora bien, si el TLC se supone que es el instrumento idóneo de desarrollo de las economías centroamericanas, lo que toca a los gobernantes y a la sociedad civil es crear el instrumento apropiado de las instituciones que ofrezca garantía y legitimidad con una economía sólida, que contribuya igualmente a dar respuesta a los problemas de los cinco países; que marque las diferencias y la unidad entre la diversidad económica de estas naciones, y sea fuente de cambio, riqueza y empleo. Efectivamente, la economía necesita reformas fundamentales. El TLC, como lo están negociando los gobiernos y el sector privado, no resultará beneficioso en los próximos cinco años. Este acuerdo es el intento de crear un capitalismo moderno dentro de países subdesarrollados o altamente empobrecidos, bajo un proyecto proteccionista.

En el mundo de la globalización los países de economía rural, de pequeña empresa, no están participando en la economía mundial porque las zonas de influencias ya están definidas y distribuidas; no alcanzan en el gran tablero mundial, como también llaman las grandes potencias a estas zonas de influencia.

Sin embargo, no todo está perdido. Algo debemos rescatar de este monstruo. Centroamérica necesita de ese instrumento y monstruo, discutirlo sin temor, ser crítica y cambiante en todos los terrenos, como están discutiendo Brasil y el Mercosur las relaciones comerciales con Estados Unidos y el Area de Libre Comercio de las Américas. Los países subdesarrollados, para crecer, necesitan que los desarrollados se sometan a las exigencias primarias de nuestras naciones para que en su inicio y futuro el tratado de libre comercio exista en igualdad de circunstancias, signifique crecimiento económico, mercado, competitividad y exportaciones.

Debe existir una política arancelaria favorable, sin condiciones; un sistema aduanero que facilite las exportaciones; un sistema que condicione los intereses de los trabajadores con empleo y trabajo, sustituyendo el proteccionismo vulgar que mantiene Estados Unidos. Y un mercado planificado, porque eso es globalización; que sea el resultado de la negociación, que sea un tratado que no nos imponga límites al crecimiento, sobre todo en el sector agropecuario. En todo caso, se trata de prepararnos para competir.

Si no es así, entonces no competiremos y, al no hacerlo, no prosperaremos. Estos son los nuevos cambios y retos que va a plantear el TLC, una vez que sea firmado, El mundo será de los bloques regionales, de las uniones aduaneras, de los mercados comunes, de los tratados entre estados que reduzcan el papel de los conglomerados mundiales a las exigencias de los países subdesarrollados.

Que Estados Unidos tome en cuenta esta realidad, y que no negociemos el TLC como cinco países no debe ser justificación para que el Congreso estadunidense se niegue a ratificarlo. El mundo debe ser de la sociedad civil, de la paz, la democracia y la convivencia pacífica.

El autor, nacido en Sinaloa, fue uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación, de Nicaragua

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