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México D.F. Martes 25 de noviembre de 2003

Marco Rascón

Hacia el paro nacional

"Sólo el pueblo salva al pueblo", solía decirse en el ámbito de las movilizaciones de masas de hace algunos años. Hoy, frente a la capitulación de la estructura partidaria y la severidad de la nueva ofensiva privatizadora, el instinto popular empieza a generar condiciones de defensa. El próximo 27 de noviembre sólo será el inicio de una restructuración nacional frente a la crisis y el vacío de la expectativa del cambio.

Más allá de las privatizaciones y la defensa de las nacionalizaciones, lo que está en el fondo de la movilización del 27 es el problema del poder. A tres años de la derrota del Partido Revolucionario Institucional en las urnas, la lógica de ese sector político-oligárquico ha sido impedir que avance toda consolidación de conducción sin ellos.

Los priístas, atrincherados en los estados que gobiernan, donde han hecho réplicas del viejo sistema presidencialista -levantando campañas contra el impuesto al valor agregado en alimentos y medicinas, que ellos elevaron de 10 a 15 por ciento y festejaron con la roqueseñal; sosteniendo la defensa de la nacionalización de la industria eléctrica desde el Congreso, gracias al vacío y abandono de la representación perredista, carente de iniciativa; tomando por asalto el Instituto Federal Electoral, haciéndolo una extensión del viejo priísmo, maestro en la simulación de organismos "autónomos" y poniendo de nuevo en acción a la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión CIRT, su reducto histórico del control informativo y regulador de la entrega de concesiones-, ahora pretenden reconstruir una nueva unidad nacional que va desde las posiciones de Elba Esther Gordillo, sustituta de Hank Gonzalez en eso de la perversión y el enriquecimiento explicable, hasta la de Manuel Bartlett, ahora defensor del nacionalismo, cuando de él dependió la consolidación del grupo más privatizador del país.

En ese sentido, la movilización del 27 de noviembre deberá defender su carácter independiente frente a la estrategia de recomposición del priísmo. Los núcleos de lucha social y política de la izquierda deberán trabajar por ir más allá de esos oportunismos; hacer crecer la movilización, pero al mismo tiempo establecer un claro deslinde ante la fantasía restauradora del viejo régimen priísta.

La movilización del 27 es la señal de que se terminó la expectativa de cambio democrático y social. La apuesta estadunidense, trasnacional y oligárquica de un cambio simulado, a través de una estrategia mediática y un títere parlanchín como presidente, está resquebrajada y ha creado el gran vacío de futuro en el país. En esas circunstancias, tres años es mucho tiempo y los vacíos, lejos de llenarse, se profundizan.

La relativa calma financiera está anclada a la aventura estadunidense y sus dólares inflados, narco-legalizados y sostenidos con el cuento de los negocios petroleros en Irak, que no harán. Dentro de un año Aznar, Blair y Bush difícilmente se sostendrán, lo cual significa que caricaturas de gobierno como la de Fox estarán a expensas de las contradicciones internas.

Es por eso que, pese a los peligros y los oportunismos, la tarea central, urgente, es la movilización y unidad de acción de los sectores que han mostrado capacidad de resistencia. La movilización del 27 y la Convención Nacional en Defensa de la Soberanía, el Crecimiento, el Empleo y el Ingreso, a celebrarse mañana 26 de noviembre, será la referencia para articular todas las luchas sociales y democráticas, abatiendo los mecanismos de control en los partidos, liberando fuerzas, legitimando luchas y denuncias.

El acuerdo hacia un paro nacional será la posibilidad de iniciar los ejercicios de la amplia movilización que efectivamente conducirá a plantearse el problema del poder por encima de los representantes del viejo régimen priísta, el salinismo, la derecha panista, el clero conservador oligárquico y todos aquellos que se expresan ambiciosamente en estos momentos de gran descomposición política.

La convención de mañana y la llegada de las caravanas el jueves marcarán un punto de inflexión que no sólo podría ser la suma cuantitativa de sectores en lucha, sino un revés a largos años de confusión y repliegue. Un punto de inflexión para estrechar los caminos de la manipulación y el reinado de los contubernios, del protagonismo de una clase política inútil e inservible para defender el país, su soberanía e identidad productiva. Para sobreponerse a una clase política de nuevos ricos, simuladores, traficantes de partidos y causantes de la descomposición.

El pueblo de México deberá abrirse camino en estas condiciones. Por ello, el acuerdo de un paro nacional y el ejercicio de una unidad en la movilización y un programa sensible a la situación actual del país pueden salvar la situación en México.

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