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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 25 de noviembre de 2003

En nombre del progreso se ha dejado de someter a juicio ético la realidad, afirma

Marcos Roitman: la sumisión inducida conduce a castrar la condición humana

La aceptación pragmática del orden establecido puede llevar a una especie de autismo, dice

Presenta hoy su libro El pensamiento sistémico, los orígenes del social-conformismo

KARINA AVILES

En la década de los noventa, el científico social Marcos Roitman comenzó a visualizar un comportamiento colectivo por el que los individuos, motu proprio, silencian la voz de la conciencia, renuncian al ejercicio del juicio crítico y pasan a ser presa fácil del poder. Después de varios años de reflexión, entrega una obra en la que construye la teoría del social-conformismo, un tipo de acción sumisa que, alerta, conduce a "castrar" la condición humana al grado de reducir la existencia a un estado de "autismo social".

El pensamiento sistémico, los orígenes del social-conformismo (Ed. Siglo XXI) es el título de la obra del sociólogo chileno-español, quien platica con La Jornada sobre las vías por medio de las cuales opera lo que en realidad es "un proyecto político de dominio y explotación".

El autobús, la facultad, los intelectuales

El desarrollo de su teoría se alimenta de la experiencia cotidiana, desde tomar el autobús en el pueblo madrileño de Getafe para ir a dar clase a la Universidad Complutense. hasta el contacto con estudiantes en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología.

También se nutre de los diálogos con sus colegas, al ver cómo "la mayoría renegaban de un pasado político y de un criticismo teórico, para abrazar de manera ferviente los valores de la sociedad de consumo". Asimismo, no olvida las relaciones de pareja, en las que la mentira sustituye o encubre un vínculo que nada tiene que ver con el respeto propio y el del otro. Tampoco queda al margen el deterioro de la amistad como parte de la vida diaria.

Algo alarmante ocurría en el entorno, señala Roitman. La constante de las conductas identificadas era una sola: "justificar lo injustificable", no obstante la presencia de elementos suficientes para darse cuenta del autoengaño.

El engaño de un mundo feliz

"No entendía cómo personas de las más diferentes procedencias y niveles culturales confluían en un aceptar pragmáticamente el mundo en que viven y el cual rechazan. Una especie de esquizofrenia nacía de esta actitud, había que explicarla". En un contexto cruzado por el fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín, no pocos intelectuales pensaban que "el origen de todos los males estaba en el comunismo. Y una vez derrotado se entraría en una nueva era en la que todo sería color de rosa.

"Desde el campo de la izquierda -expresa- muchos creyeron en un mundo feliz y se dejaron seducir por los sueños del mercado. Sin embargo, esos sueños sólo alimentan deseos que se transforman en pesadillas, porque el supuesto triunfo del capitalismo es más bien una victoria pírrica, cuyos muertos, miseria, hambre y explotación hablan por sí mismos de la gran mentira de vivir en un mundo feliz". En esta farsa y en nombre del progreso se optó por renunciar conscientemente a someter al juicio ético esta realidad de infamia, alerta.

Para Roitman, detrás de esta cobardía se esconde un "pensamiento político justificador y otro sociológico que legitima un nuevo orden social-conformista que busca bloquear la capacidad de pensar en una realidad alternativa".

Para los mentores del mismo, explica, "es necesario encubrir este comportamiento social-conformista mediante un pensamiento sistémico", consistente en dar al sujeto todos los códigos útiles para que no sienta la necesidad de pensar por sí mismo. El sistema piensa por él. Ya no le es necesaria la voluntad, es decir, la inteligencia puesta en acción. Sólo requiere operar con el lenguaje del sistema", cuyos códigos son el poder, el dinero, el amor y la verdad, tal como señala Niklas Luhmann, artífice del pensamiento sistémico.

"Se trata de imponer un lenguaje técnico sintáctico y no semántico, es decir, un conjunto de signos cuyo significado no los aporta el sujeto, sino que los produce el orden del sistema. Conocerlos posibilita sobrevivir en él sin molestarse en preguntar quién los produce, para qué, por qué y cuáles son sus objetivos", añade. En definitiva, lo que requiere el pensamiento sistémico es un operador diestro y capaz de moverse en sus redes, destaca.

Así, la existencia del individuo se reduce a descifrar mensajes lanzados por el poder. El sistema surge como el nuevo dios regulador y organizador, controla todos los tiempos, el político, el social, el comunicativo, el cotidiano, el privado y el público, indica.

Para controlar los tiempos, en el pensamiento sistémico no hay referencia al pasado con el fin de que todo sea supuestamente "nuevo" y, de esta forma, construir el mundo a los individuos bajo los valores social-conformistas, señala.

Por ello, enfatiza, el objetivo es el de no relacionar la memoria histórica con la inteligencia, porque ambas permiten la capacidad de construir tiempo, con lo cual se relacionan hechos y se conoce el mundo. El sociólogo expresa que para romper dicho pensamiento sistémico es necesario enunciar una forma de existencia en la que las personas pasen de ser consumidores de códigos en el mercado a ciudadanos políticos.

Explica que postular la pérdida de la centralidad de la política "permite aceptar, como parte de la eficacia de la gestión pública, un estado policial con un alto grado de control social" y construir "una ciudadanía superficial desligada del ejercicio pleno de la participación en los procesos de toma de decisiones colectivas y de la búsqueda del bien común, el cual señala el sentido ético de la ciudadanía política plena". Otra manera de luchar contra el social-conformismo es la de "asumir la responsabilidad de pensar nuestro tiempo". En el ámbito intelectual, dice, lo anterior implica el compromiso ético de describir, explicar, enunciar y denunciar la lógica del poder.

"Si los intelectuales optan por el silencio -aun teniendo el conocimiento, la comprensión y el lenguaje- serían cobardes y cómplices de este proceso de deshumanización", afirma. En la esfera política es indispensable romper con las "visiones simplistas en las cuales suele prevalecer el beneficio de corto plazo", así como asumir que éste es el momento de la reflexión para tener la capacidad de hacer un diagnóstico y un proyecto propositivo, añade.

En el ámbito de la experiencia cotidiana es necesario asumir el valor ético de un compromiso fundado en la dignidad, en el respeto a uno mismo y a los demás. "El homo sapiens es dos veces sapiens. Es un ser que sabe que sabe, y el saber obliga. La renuncia al saber que sabemos cuando actuamos bien o mal es lo que nos hace un ser cobarde o uno valiente."

En síntesis, finaliza Roitman, la debilidad del pensamiento sistémico radica en su propio enunciado, en advertir que pretende "castrar" la condición humana al grado de reducir la existencia a un estado de "autismo social".

El pensamiento sistémico, los orígenes del social-conformismo será presentado hoy a las 18.30 horas en el Centro Cultural Isidro Fabela: Plaza San Jacinto 15, colonia San Angel. Acompañarán al autor el científico social Pablo González Casanova, el investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM Federico Álvarez, y el coordinador de opinión de este diario, Luis Hernández Navarro. 

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