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México D.F. Lunes 24 de noviembre de 2003

Feria de orejas baratas en la cuarta corrida de la temporada de la miseria

José Luis Angelino dio un baño de arte a Rafael Ortega y El Fandi

Hoy se espera el fallo que levantará el castigo a Enrique Ponce

LUMBRERA CHICO

j.lCuando José Luis Angelino recogió con el capote al novillo de su confirmación de alternativa como (paradójicamente) matador de toros, y lo lanceó con suavidad para llevarlo al tercio y pegarle una soberbia tanda de verónicas; cuando le cuajó en los medios un bellísimo quite por chicuelinas y tafalleras; cuando lo banderilló acariciándolo con el pecho para templar la suavidad de las embestidas; cuando lo toreó por derechazos deletreados de tan lentos que eran a media altura; cuando, en fin, ejecutó ese doble cambio de manos caminándole por la cara, como si fuera el amo del mundo, los ingenuos que estábamos en la Monumental Plaza Muerta (antes México) pensamos con reiterada certidumbre: este muchachito tlaxcalteca, de sólo 21 años de edad, nació para ser una primerísima figura del toreo.

Napoleón, su "enemigo", era un borreguito caribello de 461 kilos, un cárdeno bragado, precioso y paliabierto, dócil como un niño, manso como un fraile, fijo como una idea obsesiva, repetidor como el hipo, y los ingenuos pensamos que Angelino era un enviado de los dioses para rescatar del cementerio a la desdichada tauromaquia mexicana. Y aplaudimos la oreja que le dieron, después de un pinchazo y una estocada desprendida, y le aventamos de todo, creyendo, los muy ingenuos, que sólo por esa faena había valido la pena ser aficionados a esta pasión tan anacrónica.

Lo malo del caso fue que el juez Eduardo Delgado, al ver que los ingenuos éramos mayoría entre los contados asistententes (no más de 7 mil) a la cuarta fecha de la temporada de la miseria, se puso a darnos atole con el dedo: premió la falta de trapío del bondadoso Napoleón con arrastre lento; luego inmortalizó a Rafael Ortega por haber salido ileso de una voltereta pavorosa, no obstante lo cual pudo levantarse, ponerse un pantalón de civil y tirarse a matar acostando el pecho en el centro del testuz para hundir el acero en lo alto del morrillo (hazaña que habría sido bien recompensada con una oreja, pero el juez estaba en plan de hacer historia para satisfacer a la empresa y le concedió las dos).

Después, quizá porque los ingenuos nos aburrimos con David Fandila, El Fandi, en sus dos turnos, con la segunda bestia de Ortega y con el desmentido que nos ofreció Angelino al revelarnos, ante el sexto de la tarde, que todo lo que usted ha leído no era para tanto, porque había estado sublime ante el borreguito de la ilusión pero no sabe cómo resolver con arte los problemas de un bovino dificultoso, el astuto juez enfrió un poco sus ánimos y negó, con toda corrección, el indulto que los pañuelos villamelones exigían para el otro borreguito del festejo, Melindroso de nombre, con 471, que El Fandi "regaló" a petición de Rafael Herrerías, el gerente del changarro.

Nada logró transmitirnos, ni siquiera a los ingenuos, el basto banderillero granadino (primer diestro de importación que pisa el ruedo en esta campaña "mexicanista" a fuerzas), pero como este Melindroso era tan bienintencionado como Napoleón, los ecologistas trataron de salvarle la vida sin éxito. El ibérico lo mató bien, pero bien a secas, y los villamelones, ante el escepticismo de los ingenuos que bostezábamos, demandaron el rabo, cosa que tampoco dio el juez, pero en cambio decretó de nuevo el arrastre lento, en esta ocasión para quedar bien, quizá, con la ganadería de Santa Bárbara, que no tuvo empacho en mandar un encierro de borreguitos a la plaza más cara y más ratera del mundo.

Hoy por la noche, cuando vea la televisión, usted se irá de espaldas o saltará de alegría al saber que el fino estafador valenciano llamado Enrique Ponce toreará muy pronto en el garito de Mixcoac, una vez que le sea levantado el castigo que le impedía pisar nuestra arena hasta abril del año entrante por haber estoqueado, violando todas las leyes, un toro que el pasado 5 de febrero se sacó de la manga para seguir engañándonos a nosotros los ingenuos. 

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