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México D.F. Miércoles 19 de noviembre de 2003

Margo Glantz

Visitar ciudades

Nueva York me fascina, también irrita y cansa. Suele ser inhóspita, con sus larguísimas avenidas y sus altísimos edificios, pocos cafés, muchas tiendas, barrios que cambian incesantemente, cada vez menos restoranes comunes y corrientes, poco cine interesante, casi el mismo que puede verse en México, por lo general cine estadunidense, y con muy pocas de las otras posibilidades que todavía el Distrito Federal ofrece, gracias a las salas de arte, incluyendo la Cineteca, los cines que dependen de la Universidad Nacional Autónoma de México, Cinemanía y hasta algunos de los circuitos comerciales que se atreven a exhibir películas que llegan ocasionalmente del extranjero o las que suelen venir especialmente para los foros y muestras anuales, algunas distribuidas después en los circuitos comerciales.

Además, claro está, de varias de las cintas que todavía en México se producen gracias al Instituto Nacional de Cinematografía y a las escuelas de cine, en grave peligro de desaparecer debido a la aberrante política de adelgazamiento del Estado y a ese afán de privatización que ha arruinado y corrompido a varios países de América Latina y cuyas consecuencias evidentes desconocen flagrantemente los que dicen que nos gobiernan.

Sí, Nueva York. En el Metropolitan una exposición del Greco, se enfatiza con ejemplos su probable influencia en pintores contemporáneos tan distintos como Pablo Picasso y Jackson Pollock, también su arte retratístico y sus imponentes construcciones religiosas. En el Guggenheim, una retrospectiva de James Rosenquist: la exaltación del pop art en sus comienzos. Opera: La Bohème, La Traviata, Il barbiere di Siviglia y una reposición, La Juive de Halévy, majestuoso melodrama adorado por Mahler, una puesta en escena de la Opera de Viena que vi en 1999, durante una temporada de 15 días en que estuve enseñando en la universidad y representada curiosamente sólo en una ocasión anterior en Nueva York en la temporada de 1935-1936, siguiendo tal vez los dictados del nazismo que la había expulsado de sus escenarios.

Otro acontecimiento, un espectáculo comercial y televisivo: la ropa interior de Victoria's Secret. Hay una enorme sucursal frente a Macy's, la tienda más grande del mundo que anuncia con letreros y fanfarria su barata del 11 de noviembre, para conmemorar el Veteran's Day, celebrado de la misma manera en todo el país y en la ciudad un gran desfile que dejó paralizadas durante unas horas a varias calles, entre ellas la Quinta Avenida y colocó enormes arreglos florales en los monumentos de parques y plazas. En esa sucursal una hilera triunfal de jóvenes vendedoras hacen valla y llevan en la mano pequeñísimos biquinis, tangas o brasieres de atractivos colores y sugestivos encajes. En las paredes hay fotos amplificadas de hermosas modelos semidesnudas con las diversas prendas que se venden en la casa, sus posturas apoyan un curioso erotismo y su ropa interior lo subraya; es el erotismo estudiado de las mujeres que viven de sus amantes o el de las prostitutas de lujo.

Recuerdo entonces un pasaje de En busca del tiempo perdido, de Proust, que describe las sesiones amorosas de Odette de Crécy y Charles Swann, Odette viste siempre elegantemente, pero destina la mayor parte de su presupuesto o el de sus amantes a su ropa de alcoba, a sus batas de seda y encaje, a sus camisones maravillosos, a su ropa más interior, experta y delicadísima. La moda actual pretende que todas las mujeres adopten la ropa, los modales, las posturas de las cortesanas.

En el New Yorker correspondiente a la semana que estuve en esa urbe, dos artículos me llaman la atención: uno dedicado a Christopher Reeve, el famoso Superman, cuadrapléjico desde hace ocho años cuando se rompió la columna vertebral en una competencia ecuestre. El subtítulo lo resume todo: ''ƑPuede un actor, decidido a recobrar su capacidad motora alterar la manera en que se conduce (en Estados Unidos) la investigación médica?"

El otro se llama ''Italia, Inc.", tiene un subtítulo: ''A Silvio Berlusconi le gusta tanto Italia que acabó comprándola". Transcribo un párrafo: ''Berlusconi no es simplemente el primer magnate de la publicidad y los medios en Italia. Es el primero que entendió que quien controle sus imágenes de éxito puede apoderarse casi enteramente del poder político. Actualmente monopoliza una enorme cantidad de las fuentes de información del país, en realidad sus fuentes de manipulación. El poder de Berlusconi sobre lo que los otros italianos ven, leen, compran y, sobre todo, lo que piensan que piensan es sobrecogedor". No comments.

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