Jornada Semanal, domingo 16 de noviembre  del 2003                núm. 454

LUIS TOVAR

CARTA ABIERTA

Quería destinar esta carta abierta a las personas que tan mal ejercen, desde 2000, algo que se llama gobierno pero que en sus manos no es sino simple (y pésima) administración; quería dedicarla sobre todo a los señores apellidados Fox Quesada y Gil Díaz, en tanto son los principales responsables de esa fechoría pomposamente llamada Proyecto de Decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación. Quería dedicarla también al señor que despacha en Bucareli, a la mejor alumna de Jongitud y al ex gobernador de Chihuahua; al primero porque hace poco se dio el gusto de echar al viento sus aladas metáforas elogiadoras de un cine que ahora está listo a ver cómo se muere, a los segundos porque de su paquidérmica sensibilidad depende en buena medida que no prospere la barrabasada administrativa consistente en disolver, liquidar, extinguir, fundir o enajenar al IMCINE, el CCC, los Estudios Churubusco, el Fidecine y el Foprocine. (La lista, de suyo siniestra, incluye al Fonart, Educal y un largo etcétera de centros de docencia e investigación, y a Notimex, y a...)

Quería destinar esta carta igualmente a quienes, bona fide o sin ella, ejercieron hace tres años lo que se dio en llamar voto útil, porque hoy deben estar tirándose de los pelos con tantas y tan terribles muestras de para qué fue útil su voto: para que una caterva de ineficientes y retrógrados "representantes" del pueblo se hicieran del poder e hicieran con él exactamente lo que los anteriores "representantes" habían venido haciendo, sólo que aumentado por simple acumulación de ineficiencia, impericia, insensibilidad, torpeza, soberbia, más un larguísimo etcétera. Destinarla a quienes con su voto pusieron al neopanismo pintado de tricolor en posibilidades de aplicar su inentendible, inaceptable y suicida proyecto empresarial en un país, como si de la Coca Cola Company se tratara...

Destinarla a la comunidad cinematográfica, para convocarla a hacer lo que sea necesario para evitar que este (dizque) gobierno se saque los ojos; pero no hace falta, porque desde que los Amigos de Fox tuvieron a bien amenazar con la extinción del poquísimo apoyo que le otorgan a eso que luego les sirve para pararse el cuello, la comunidad cinematográfica ha levantado la voz exigiendo que esta nueva andanada de despropósitos no quede sino en el cada vez más abultado cajón de los malos recuerdos de un (pseudo)gobierno cuyo único buen momento será el de su extinción.

Pero el destinatario de esta carta abierta son todos los anteriores más todos los demás. El destinatario es usted, soy yo, somos los habitantes de este país que no merece quedarse, entre tantísimas otras carencias, sin más cine que aquel importado de Hollywood y anexas. La pretensión de disolver, liquidar, extinguir, fundir o enajenar lo poco con que se cuenta en materia cinematográfica es tan absurda, tan indignante, que resulta muy difícil abordarla mesuradamente, midiendo el lenguaje para no acabar haciendo, como se lee arriba, una lista de todos modos insuficiente de calificativos e improperios.

"Si la ley no sirve al pueblo, lo que no sirve es la ley", dice Sancho en el Quijote. A este pueblo, a nosotros, no nos sirve quedarnos sin una escuela cinematográfica vanguardista y respetada mundialmente; no nos sirve perder un Instituto de Cinematografía que durante años ha salvado producciones que de otro modo jamás hubieran llegado a la pantalla; no nos sirve que el escaso presupuesto de Fidecine y Foprocine sea destinado a engrosar, casi nada por cierto, los faraónicos pagos del rescate bancario y la deuda externa; tampoco nos resulta útil perder los únicos estudios cinematográficos dignos de ese nombre desde el río Bravo hasta la Patagonia.

Hablando del mismo tema, bien recordó Fernando del Paso el lunes pasado la tristemente célebre frase de Hanns Johst atribuida a Goebbels: "Cuando escucho la palabra cultura saco el revólver." Centaveras e insensibles a todo lo que no tenga que ver con finanzas y administración, las personas arriba mencionadas y su oscura y ominosa cauda de secuaces/asesores/beneficiarios, cuando escuchan la palabra cultura sacan el ábaco y, viendo que esa cosa no da ganancias monetarias, deciden que sale muy cara y prefieren destruirla por omisión.

Como todavía faltan tres años para que se vayan, tenemos que exigirle a este Consejo de Accionistas que entienda que está obligado a gobernar, no a simplemente administrar. Hoy es el cine, insustituible en la construcción de toda identidad cultural; mañana será el resto de las artes. Ojalá esto fuera puro catastrofismo de mi parte, pero desgraciadamente la catastrófica es la realidad misma. No lo permita. No lo permitamos.