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México D.F. Sábado 15 de noviembre de 2003

Samuel Ponce de León R.

Complicaciones médicas: culpa, crimen y castigos

No fue por casualidad o por motivos estéticos que en su juramento Hipócrates señalara destacadamente la recomendación primum non nocere (primero no causar daño). El énfasis habla de la frecuencia de esta situación hace más de 2 mil años. Explicable entonces ante la falta de conocimientos, frecuente hoy ante la imposibilidad de control correcto de todas las circunstancias, ni siquiera de las conocidas y son muchas las que todavía desconocemos. Hoy es frecuente culpar a los médicos y escuchar reclamos, insultos, saber de demandas legales, de despidos, de reclamaciones económicas e indemnizaciones como resultado de complicaciones en los hospitales. Encuentro la situación, como otros muchos jirones de realidad, desquiciada.

Debemos partir por entender que el hombre enferma como parte natural de su proceso de vida y muere como consecuencia natural del mismo proceso. Así es como pervive nuestra especie (no el individuo, que un poco nos perdemos). Actualmente el hombre enferma y busca atención médica, sabe que el desarrollo médico es espectacular y espera resolver cualquier padecimiento con facilidad y sin riesgos. Ciertamente es impresionante el cambio en la expectativa de vida a lo largo de la historia. Hoy, la mayoría de las sociedades medianamente desarrolladas permite sobrevivir más de 70 años, pero ha habido épocas cuando el promedio apenas rebasaba las dos décadas. Triunfos sociales y médicos, en ese orden.

Hace 100 años el paciente buscaba a un médico y éste personalmente lo atendía, conocía a toda la familia y resolvía desde partos o fracturas hasta problemas de pareja. Después aparecieron ayudantes, que evolucionaron a especialistas. Primero la familia y luego el individuo fueron segmentados en el intento continuo de mejorar la atención. Finalmente, hoy son los sistemas de atención los que deciden dónde, por quién y cómo son atendidos los pacientes. La mayoría de los enfermos no seleccionan a su médico, ni siquiera a su sistema de atención; acceden a lo que pueden los que pueden. Lo mismo ocurre con los médicos, trabajan donde pueden encontrar empleo. En el fondo, sin embargo, persisten los motivos centrales para unos y otros: el paciente busca cuidados, salud y afecto, y el médico busca cuidar, atender y curar cuando es posible. Pero hoy esta relación se da en un ambiente institucional. El paciente que ingresa a urgencias no buscó al médico que lo atendió a su llegada, ni seleccionó al cirujano o al especialista necesario, pero la relación se da con la mejor intención de ambas partes. El paciente quiere sanar y no busca reclamar y el médico intenta atender la solicitud y no busca dañar.

El ambiente institucional impone múltiples limitaciones a la relación entre médicos y pacientes, y éstas son graves cuando la insuficiencia es la norma del sistema.

Nuestro país tiene un bajísimo número de camas de hospital, lo que resulta en una capacidad de atención insuficiente, con equipos deteriorados, carencia de insumos, personal de apoyo escaso e impreparado y profesionales abrumados de trabajo, mal pagados y desmotivados. En estas circunstancias, Ƒes válido calificar o juzgar a los médicos por problemas derivados de la institución? ƑEs justo aplicar criterios legales creados hace décadas para circunstancias diferentes?

Las instituciones de salud, en su insuficiencia y desorganización, hacen imposible que la relación de médicos y pacientes sea ya no digamos satisfactoria, sino razonable. Si el paciente no seleccionó al médico y éste no ha decidido sus lamentables circunstancias de trabajo, ni a colaboradores o estudiantes, Ƒpor qué, cuando las complicaciones ocurren, se preparan demandas civiles o penales y se intenta responder institucionalmente con despidos y denigración si resulta que el médico es responsable de la situación?

Es mucho lo que debiera reflexionarse y discutirse sobre este tema, en tanto médicos y pacientes requerimos de una legislación actualizada y sensata. Ante las equivocaciones de los directivos institucionales, que ofrecen recompensas para calmar reclamos y despidos para conservar prebendas, es importante tener claro cómo se distribuyen realmente las responsabilidades.

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