La Jornada Semanal,   domingo 9 de noviembre  del 2003        núm. 453
ANGÉLICA
ABELLEYRA
MUJERES INSUMISAS

DOLORES CORDERO: ME ESTRUCTURA LA JUSTICIA

Si algo la rige es el amor. Pero no el amor por la pareja, un hijo o amigo. Es su amor canalizado en tres vías: la lectura, la escritura de poesía y el ejercicio de la justicia. Y si bien lamenta no haberse enamorado nunca, Dolores Cordero (df, 1931) canaliza su pasión en el deber ser de los hombres y las mujeres, y dirige su ímpetu hacia los libros, lo mismo aquellos que descubre con mirada atenta que en los versos y sonetos que ella misma construye por el dolor vivido, la fortaleza permanente y la suavidad recuperada.

Aprendió a crecer en medio del silencio y la disciplina. Su familia ejercía reglas estrictas y sus primeros años formativos fueron en casa, junto a sus tres hermanos y la madre convertida en maestra, de la mano de un silabario. Los más grandes atendían las lecciones pero las dos pequeñas asimilaban por ósmosis las palabras y las ideas. El resultado: a los cuatro años Dolores ya leía y aprovechaba los momentos forzados de silencio (mientras el padre descansaba por un dolor de rodilla o los hermanos estudiaban alrededor de la mesa) para alimentarse de la biblioteca paterna con obras de la literatura universal y embelesarse con Garcilaso de la Vega, por ejemplo.

Era época de persecución religiosa en las escuelas mexicanas, así que la madre consiguió la admisión de Dolores y sus otros hijos en un plantel católico escondido, hasta que las religiosas vieron el buen desempeño de los alumnos y les otorgaron becas en un instituto privado de madres guadalupanas donde la niña estudió comercio y al cumplir doce años ya tenía el título de contador privado.

Pequeña de estatura őcomo hasta ahoraő aparentaba aún menos edad así que no logró entrar de meritoria en la oficina del padre. Se quedó nuevamente en casa, ocupando el tiempo en su mayor disfrute: leer.

Con el paso de los años le llegó otra de sus pasiones ligadas a la escritura: el periodismo. Fundadora de Proceso, unomásuno, Punto, La Jornada y, en República Dominicana, de El Nuevo Diario, los primeros pasos sin embargo los dio en terrenos literarios junto a su maestro Alejandro Avilés en la Escuela Carlos Septién García. Le interesaba la prosa y la poesía pero el enfoque social de las noticias le importó tanto que trabajó con Manuel Buendía en la oficina de prensa del Departamento del Distrito Federal, donde aprendió, se volvió "sospechosa" para la autoridad en los momentos de la represión el 10 de junio del ņ71, continuó haciendo reportajes, hasta que salió cuando Vicente Leñero se hizo cargo de la nueva época de Revista de Revistas, de Excélsior. Estuvo en ese medio hasta "el golpe por parte de Echeverría" y transitó entre el semanario dirigido por Julio Scherer y los demás tabloides que abandonó en la década de los noventa.

Feminista desde muy joven "sin saberlo", admite que en el periodismo mexicano actual "hay mucha improvisación y un ambiente de comunicadores-vedette que repugna. El periodista debe ser una persona digna, honrada y que acepte cuando no sabe sobre un tema. Además, hemos llegado a un punto donde impera el gangsterismo porque el periodista se siente con el poder de la palabra en la mano, atemoriza y amenaza".

A pesar del gran amor que le tiene al periodismo ősostén profesional y económico para ella y sus hijos ante el divorcio del marido alcohólicoő por su oficio no pudo ejercitarse en la poesía durante décadas. Sólo cuando salió de La Jornada se dieron los tiempos propicios para escribir y publicó No sé cómo decir (Tiempo Extra Editores, 1996). Ahora prepara un volumen más de poesía y otro de prosa, con sus recuerdos y convicciones, como ésta que la conforma:

"El eje de mi vida no ha sido el amor. Lo que me estructura es la justicia y por eso soy tan exigente con los otros y conmigo. Crecí con un sistema de vida en el cual he hecho lo que debía y no lo que quería hacer. Por eso en el camino se quedaron muchos sueños. Lo que sí lamento es no haberme enamorado nunca y que tanto sufrimiento en mi infancia y juventud me hallan cerrado esa puerta."

Lo que no se cerró fue el ejercicio de su libertad y de ser ejemplo de fortaleza őpara muchos de durezaő que desde hace unos diez años se viene suavizando, le provoca gustarse más a sí misma, no continuar actuando a la defensiva, y sí atenta a su voz interna que la hace estructurar una poesía intimista, profunda, no romántica, siempre de impulsos y de una música extraña que ni ella sabe dónde aprehende a cada instante.