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México D.F. Viernes 7 de noviembre de 2003

Emilio Pradilla Cobos

El PRD y la política urbana

En los años 60 y 70, de urbanización acelerada, hubo un gran despliegue del movimiento urbano popular, que intentó unificarse nacionalmente y tener un peso político significativo. Al igual que el régimen político priísta, la fragmentada izquierda de entonces trató de cooptarlo, pero no recogió sus reivindicaciones en una propuesta integral de cambio territorial articulada al proyecto político y económico. El régimen priísta respondió con sus herramientas: planeación regional y urbana ineficiente y sin instrumentos, políticas regionales de desarrollo equilibrado y descentralización ineficaces ante el centralismo agobiante, organismos y programas limitados de vivienda, control clientelar de los movimientos urbanos o represión.

En las pasadas dos décadas se agudizaron los problemas urbanos, se acentuó la desigualdad regional, la metrópoli formada en torno a la capital se convirtió en una de las más grandes y problemáticas del mundo, se multiplicaron los llamados de atención de los investigadores, y el Partido de la Revolución Democrática se formó (1989) en parte sobre la base de movimientos sociales urbanos y sus dirigentes, luego del repunte posterior al sismo de 1985. Pero en el campo de la lucha democrática y de izquierda sólo Cuauhtémoc Cárdenas ha formulado políticas integradas para el territorio y la ciudad en sus plataformas de campaña.

En su segunda campaña presidencial impulsó la formación del grupo Democracia y Territorio y acogió sus propuestas en el programa de gobierno 1994-2000; en su campaña por la jefatura de Gobierno del DF, en 1997, presentó su propuesta Una ciudad para todos, y en su Programa de Gobierno 2000-2006 incluyó un amplio capítulo de políticas territoriales. Estos planteamientos no fueron discutidos a fondo ni apropiados por el PRD y sus aliados; sólo fueron aprobados formalmente.

El programa político del PRD presentado al Congreso de Zacatecas en 2001, aún sin aprobación final, dice muy poco sobre la problemática regional y urbana y sus implicaciones políticas; lo que señala no supera lo más tradicional. Con excepción de Cárdenas en el DF, los gobiernos locales del PRD y/o sus aliados de diverso signo carecen de una política urbana integral alternativa que los diferencie de los del PRI o el PAN, y sus legisladores federales no han incluido en su agenda ninguna iniciativa sustantiva en este campo.

El actual gobierno perredista del DF desechó sin discusión el programa de Cárdenas y aplica una política pragmática, efectista, desintegrada, carente de una visión estratégica de conjunto sustentada en la investigación y la planeación -abandonada como método de gestión-, impregnada por la construcción de alianzas con distintos sectores sociales, incluido el gran capital, que busca popularidad con fines electorales; sólo se diferencia de las aplicadas por los gobiernos locales de derecha en las declaraciones de democracia y apoyo a los pobres o humildes.

Realmente el Gobierno del DF actúa como facilitador de la inversión privada, a la que entregó su proyecto emblema (corredor Reforma-Alameda-Centro Histórico), privilegia a las capas medias usuarias de automóvil con sus megaproyectos viales, aplica una política social asistencialista compensatoria cercana a la neoliberal, desmantela el aparato gubernamental necesario para garantizar el acceso de la mayoría a los bienes y servicios públicos urbanos, ejerce una austeridad cuyo resultado real es el debilitamiento del Estado local, desestima las instituciones parlamentarias o las que defienden los derechos humanos, sociales y políticos de los habitantes, define en la cúpula sus políticas, desmoviliza a las organizaciones del movimiento urbano popular y otros ámbitos, mediante prácticas clientelares, y convierte a sus dirigentes en acríticos funcionarios, legisladores o líderes partidarios. La popularidad y el marketing electoral dominan sobre los principios políticos.

El PRD y otras fuerzas de izquierda guardan silencio; embriagados por la popularidad de López Obrador y prisioneros de la sobredeterminación de la competencia electoral convertida en función casi única de una izquierda cada vez más domesticada por el sistema político, evitan la discusión y la crítica de esta política, la avalan y tienden a convertirla en la suya. Puesto que en las próximas tres décadas llegaremos a la urbanización casi total de la sociedad mexicana, es urgente que un proyecto de izquierda incluya integralmente la cuestión urbano-regional.

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