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México D.F. Miércoles 5 de noviembre de 2003

Luis Linares Zapata

Mediocre partidocracia

Los dirigentes de los grandes partidos mexicanos están lejos de ser, siquiera, una partidocracia que vele por sus propios y restringidos intereses. Esta deformación de las estructuras políticas puede, cuando cumple con eficacia diversos cometidos, montarse sobre los problemas y utilizar las esperanzas de una sociedad cualquiera para fines válidos en relación con los demás. Puede, incluso, regir y optar, con mano diestra, entre diversas disyuntivas que se enfrenten, encontrar rutas posibles de acceso o salida y ofrecer resultados a la altura de las condiciones que los mandantes puedan solicitarles. Pero no es el caso de los que se presentan como líderes de partidos, presidentes de sus comités directivos, gobernadores, integrantes de los diversos consejos políticos, directores de centros de estudios o coordinadores de bancadas legislativas.

Lo anterior es válido, por evidente y sonoro, para el PAN, que no ata en su marasmo ni se asoma un tanto más lejos para otear algo superior a la constante búsqueda de canonjías partidarias en el gobierno, viáticos públicos para representar asuntos privados ante tribunales o contratos que les den influencia y cartel ante sus reducidas audiencias, con frecuencia formadas por un puñado de amigos de infancia. Menos aún a los priístas, enredados en destejer la tela de sus enfrentamientos solapados y exponer, con sus miserias al aire, las rivalidades entre coterráneos para depositar, en otros, sus responsabilidades y caer, así, en las enroscadas manos de operadores cínicos, inescrupulosos pero, al final del día, ineficientes también. O los del PRD que luchan contra los molinos de una izquierda que esquematizó sus programas y sueños hace ya muchos, angustiosos años. Militantes que hoy se arrinconan pertrechados hasta los dientes con rencores, expulsiones y propuestas simples, que no logran arrancarle al ciudadano la simpatía que requieren para ser una alternativa viable de gobierno para la ansiosa República. Del Verde Ecologista no puede predicarse más que su bandolerismo político, y de otra calaña, que vive a expensas del voto de una franja de analfabetos electorales que aún alcanza cifras notables en el país.

En este periodo que debía ser consolidatorio de la dilatada transición a la democracia que emprendió México, y que tantos recursos le ha sacrificado a su paso, las burocracias partidarias no son más que eso, un conjunto de personajes trajinando sin sentido ni dirección definida, imbuidos, únicamente, en sus obsesiones y perseguidos por sus fantasmas en una arena de suyo harto resbalosa. No importa que se trate de enfrentar el simple programa presupuestal para un solitario año fiscal, las señales quedan cruzadas y se navega en espera de un final alocado que, antes de una medianoche navideña, pueda aliviarles su irresponsabilidad. La incompetencia de los dirigentes se acentúa si se trata de armar un complejo diseño de medidas adecuadas para sacar la economía del agujero de mediocre crecimiento donde la metieron, desde hace más de 20 años, anteriores amanuenses de fórmulas financieras estériles que hoy se pavonean en foros internacionales y cobran en consejos de compañías que antes protegieron. La intentona de modelar, de acuerdo con pedestres intereses de sus líderes y aspirantes a señores y damas de poder, la mejor y más respetada institución de los mexicanos (el IFE), ha concluido en un traspié monumental. La profesora Gordillo y sus manipuladores subordinados tendrán que pagar por ello. Ojalá que los consejeros entrantes puedan remontar las carencias de su triste alumbramiento.

Mostrar la perspectiva y altura de miras necesarias para empujar la reforma del Estado y llevarla a concretar leyes que diseñen un esquema operativo para su nueva e interrelacionada realidad es una tarea que se aprecia de titanes ante el enanismo que se padece. Las pocas figuras con el empaque suficiente para emprender las empresas que aún esperan a la nación o son enviados al extranjero, se les trata de aislar, se les cataloga de necios o se ven forzados a esperar tiempos mejores ante el acoso de la medianía que, ante ellos, se agrupa temerosa mientras se le corroen las entrañas de envidia.

Todo apunta a que es en el Senado de la República donde se han hecho fuertes algunos personajes que todavía aspiran a ser representantes legítimos del pacto federal que le da sentido a su quehacer. Ahí todavía pueden respirarse los aires de posiciones que corresponden, a cabalidad, con los intereses nacionales. La defensa de la industria eléctrica, por ejemplo, ha sido una aventura no exenta de riesgos y menosprecio por los que se dicen gente respetable. Un grupo de senadores del PRD y del PRI que ha resistido, a pie firme, la andanada que se lanza desde las metrópolis del poder a escala global. Campaña que pasa por Los Pinos, se campanea por las oficinas de los empresarios deseosos de cortar su rebanada del pastel y se apoya en los análisis y trabajos de centros de estudios ad hoc de corredurías y bancos. Un trabuco de influencias y prestigios que bien se reflejan en los medios de comunicación y en las posiciones de muchos críticos e informadores profesionales que obedecen a estos influjos y sugerencias o los hacen suyos con una vehemencia digna de mejores causas.

Pero no todo está extraviado para la República, todavía puede entreverse un conjunto de políticos que no serán víctimas propiciatorias de la privatización rampante. A los demás, aprendices de políticos, mejor sería sustituirlos, según la lógica de la opción más barata y a precios competitivos con el exterior, por litigantes franceses que embauquen con su acostumbrada soberbia a los dispuestos jueces locales; rolleros argentinos que saben nuclear, a costos abatidos, entre agrias disputas; se podrían importar también algunos árabes que visiten y abanderen causas de mercados sobre ruedas; promotores neoyorkinos de bienes raíces que lleven mejor sus ofertas a los que buscan casa a 10 minutos de la carretera de cuota a Puebla, o políglotas checos que superen las trabas mentales de los profesores que quieren legislar. Se tendría así un Congreso, integrado por subasta mundial y, a lo mejor, resulta mejor de los intereses y gustos populares del que ahora se tiene.

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