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P O L I T I C A
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México D.F. Miércoles 5 de noviembre de 2003

Gustavo Iruegas

A priori o a posteriori; pero a fortiori

Con verdadera satisfacción vimos cómo los gobiernos representados en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas resistieron la presión que Estados Unidos ejerció sobre ellos para que autorizaran la agresión a Irak. En México, el presidente Vicente Fox no ha logrado mayor aprobación para un acto de política exterior que el de negarse a apoyar la guerra. Pero no duró mucho el contento. México -hay que decir que junto con el resto de los miembros del Consejo- claudicó de su posición antibélica y de respeto al derecho internacional y aprobó la creación de una fuerza multinacional para la ocupación de Irak y la creación, por la fuerza, de un gobierno afín al estadunidense.

Apenas iniciada la ocupación, los representantes de los Estados Unidos y la Gran Bretaña entregaron una carta al presidente del Consejo de Seguridad en la que le dijeron que los miembros de la coalición "siguen actuando juntos para asegurar el desarme completo del Irak respecto de las armas de destrucción en masa y sus sistemas vectores, de conformidad con las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad". Esto quiere decir que, no habiendo sido aceptada la iniciativa estadunidense de que el consejo tomara una resolución autorizando la invasión de Irak, los gobiernos de la coalición decidieron hacer caso omiso de la negativa y usar las resoluciones emitidas 10 años atrás para revertir la invasión de Kuwait por Irak.

Eso bastó para que la ONU empezara el irregular proceso de legalización de la ocupación de Irak. Primero por omisión: nunca condenó y ni siquiera reprobó el ataque a Irak. Nunca reconoció que ni siquiera el pretexto del ataque -las mentadas armas de destrucción masiva- era cierto. El Consejo de Seguridad simplemente tomó partido por el agresor.

En plena ocupación, pero todavía en mayo, el Consejo de Seguridad -lejos de actuar como lo exige su carta, en el sentido de determinar el quebrantamiento de la paz- asentó en su resolución 1483, estar "reafirmando la soberanía e integridad territorial del Irak", para en seguida reconocer "la autoridad", la responsabilidad y las obligaciones específicas que, "en virtud del derecho internacional aplicable" (las convenciones de Ginebra de 1949), corresponden a las potencias ocupantes bajo un mando unificado.

Sí se cuidó -cínicamente- de señalar que "la situación en Irak, aunque haya mejorado, sigue constituyendo una amenaza para la paz y la seguridad internacionales", lo que lo lleva a "actuar en virtud del capítulo séptimo de la Carta de las Naciones Unidas", que prevé la acción en caso de amenazas o quebrantamientos de la paz, o actos de agresión.

Con estos antecedentes el Consejo de Seguridad tomó su resolución 1511 el pasado 16 de octubre. Ella revela una actitud que bien entraña la intención de engañar o bien es simplemente cínica. Después de citarse a sí mismo como fuente de inspiración y sabiduría, el consejo asegura que "la soberanía del Irak reside en el Estado del Irak", y reafirma "el derecho del pueblo iraquí a determinar libremente su propio futuro político y controlar sus propios recursos naturales" para en seguida reiterar "que la situación en el Irak, si bien ha mejorado, sigue constituyendo una amenaza a la paz y la seguridad internacionales." Por supuesto que no explica por qué es así. El consejo no se toma la molestia de decir que el gobierno perverso de Saddam Hussein ya no existe; que las armas que se le acusaba de tener no existían; y que la paz y la seguridad internacionales no pueden estar amenazadas por un país ocupado militarmente por grandes potencias y por tanto resulta incapaz de atentar contra la seguridad del más humilde de sus vecinos. Que en realidad, a quien considera una amenaza a la paz y a la seguridad internacional es al pueblo iraquí, porque se defiende, porque resiste y lucha contra el invasor, como cualquier pueblo con sangre en las venas tiene que hacer.

La ONU nunca fue vista en Irak como institución justiciera encargada de vigilar la observancia de la ley internacional y preocupada por la vigencia del derecho humanitario. Esto fue trágicamente demostrado en el atentado que sufrió su sede en Bagdad y cobró la vida del representante especial del secretario general y de otros funcionarios internacionales. No había por qué esperar otra cosa. Al margen del conflicto que causó la liberación de Kuwait en que Irak fue el agresor, no hay que olvidar que fue Naciones Unidas la que administró el abusivo programa Petróleo por Alimentos que padeció el pueblo iraquí en el periodo de entre guerras. De cualquier manera, la aceptación y adhesión por el Consejo de Seguridad al fait accompli que fue la invasión y la ocupación de Irak, se perfeccionó en el párrafo 13 de la resolución 1511, el que "autoriza a una fuerza multinacional bajo mando unificado... a que tome todas las medidas necesarias para contribuir al mantenimiento de la seguridad y la estabilidad en el Irak, hasta que se establezca un gobierno representativo, internacionalmente reconocido, y asuma las funciones de la autoridad".

Al permitir una fuerza multinacional no se hace otra cosa que convalidar y sumarse a la agresión, la invasión y la ocupación de Irak. Al condicionarse la restitución real de la soberanía iraquí a la existencia de "un gobierno internacionalmente reconocido" por Naciones Unidas o, para decirlo sin eufemismos, por Estados Unidos, es exigirle al pueblo de Irak que abdique de una vez y para siempre de esa noción de voluntad propia que gustamos de llamar soberanía.

Los latinoamericanos estamos acostumbrados a una situación semejante en nuestra región. Por eso a la Organización de Estados Americanos se le ha llamado "ministerio de colonias de Estados Unidos". La ONU es ahora el enérgico capataz del mundo, fiel a su patrón, a ése que no paga las cuotas.

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