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México D.F. Martes 4 de noviembre de 2003

José Blanco

El paso de la muerte

El traspaso de la responsabilidad de los ejemplares consejeros salientes -con su excepción- a los nuevos consejeros es el paso de la muerte. Se dice así cuando hablamos de una acción que involucra un riesgo máximo. Es el caso.

Credibilidad y legitimidad validan al Instituto Federal Electoral (IFE) y en esto no hay medias tintas. No puede esta, hasta ahora, institución de lujo de la República, navegar con un poco de credibilidad o con una pizca de legitimidad. Simplemente las tiene o no las tiene.

Con una cínica falacia jurídica el PRI decidió que ninguno de los experimentados consejeros salientes podía ser vuelto a elegir, tomó el mando de las decisiones, y el PAN se plegó dócilmente. Madrazo dijo al PAN: Luis Carlos Ugalde para presidente y tú te llevas cuatro y yo otros cuatro consejeros, cada uno los que quiera. El PAN, sumisa e interesadamente, dijo sí y asunto consumado.

Es imposible pensar que los dirigentes de estos dos partidos no hayan previsto las consecuencias deslegitimadoras que fulminantemente arrojaron sobre el nuevo cuerpo colegiado que dirigirá al IFE, pero quedó perfectamente claro que la sociedad les importa un pito. El asalto, como adecuadamente encabezó La Jornada el pasado sábado, incluyó la presentación en el pleno de la Cámara de Diputados de nombres y apellidos de personas desconocidas para quienes -diputados de PAN y PRI- de todas maneras los eligieron. Sin currículum, sin ningún dato sobre su trayectoria, sólo nombres propios, no personas concretas, fueron votadas favorablemente por esos diputados, porque lo que estaban eligiendo no era a los representantes de los ciudadanos, sino validando un acuerdo político de interés partidista. Todo a la luz del día, a la vista de los impotentes ciudadanos.

Hay un mundo de distancia entre la elección por unanimidad del equipo encabezado por José Woldenberg, de profesionales ampliamente conocidos por los partidos y por los ciudadanos interesados en los asuntos políticos, y esta elección consumada por Alí Babá y los 360 ladrones. ¡Cuán lejos están los partidos políticos actuales de representar de veras una mediación entre los ciudadanos y las instituciones del Estado! Como las galaxias en el espacio, la ciudadanía y los partidos políticos se hallan en trayectorias de permanente alejamiento mutuo. Al PRI le importa un bledo, porque para este partido las cosas siempre fueron así: el poder es el poder y los ciudadanos, la borregada. Una actitud histórica siempre acompañada de carcajadas.

Impresiona que el PAN, como partido por primera vez en el poder, haya adoptado la misma posición. Detrás de ello tal vez se halle la ilusión acaso cándida de cocinar con el PRI "las reformas estructurales".

Y qué desastre el de los medios. Algunos voltearon dizque ruborizadamente la vista para otro lado. Otros utilizaron un lenguaje equívoco, aunque paradójicamente apegado a los hechos: que dejaron al PRD sin representantes; que sólo el PRI y el PAN los tienen ahora en el IFE. El propio Luis Carlos Ugalde ha dicho en sus primeras declaraciones, sin faltar el mismo equívoco, que está para servir a todos los partidos.

El señor Ugalde está ahí para velar por los intereses de los ciudadanos. Los consejeros no son representantes de los partidos, sino de los ciudadanos. La primera inmensa montaña que tienen enfrente los nuevos consejeros es probar que no representan a los partidos.

En contraste con la total legitimidad y credibilidad con la que inició su trabajo el Consejo General saliente del IFE, el entrante deberá comenzar con mucho menos que cero. Y ello no por tratarse de las personas que lo componen, sino debido al atraco cometido por PRI y PAN. Famélico favor el que les han hecho estos partidos.

Como reconoció con toda "naturalidad" un vicecoordinador del PAN en entrevista televisiva con el Canal 40, momentos después de consumado el bárbaro acto contra la democracia, "el nuevo Consejo General del IFE deberá ganarse su legitimidad en la práctica" (cito de memoria). En efecto, así es, porque llega absolutamente despojado de legitimidad por la rapiña priísta-panista.

A los ciudadanos sólo nos queda otorgar el beneficio de la duda a "nuestros" representantes en el IFE, pero será indispensable, de parte de ellos, ir tejiendo un largo rosario continuo de resoluciones impecables y, sobre todo, una conducción sin tacha del proceso de elección presidencial en 2006, antes que la ciudadanía pueda extenderles una carta de confianza a los nuevos consejeros.

Ha emergido una nueva vulnerabilidad jurídica en el modo de integración del Consejo General del IFE. Pero los ciudadanos en este asunto estamos maniatados; quienes tienen la sartén por el mango no somos nosotros, sino PRI y PAN, en ese orden, para cocinar lo que sea, para sí mismos.

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