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México D.F. Viernes 31 de octubre de 2003

Ningún códice de los siglos XVI y XVII describe completo ese ritual: Román Berrelleza

Los mexicas molían y cremaban los cuerpos para separar el alma

El hallazgo reciente de restos humanos calcinados, en la Casa de las Aguilas, arroja nueva luz

Realizan investigadores ''un trabajo pionero'' sobre las exequias de altos dignatarios aztecas

MONICA MATEOS-VEGA

El hallazgo reciente de restos humanos calcinados en una tumba frente a la escalinata principal del edificio conocido como La Casa de las Aguilas, en la zona arqueológica del Templo Mayor, ha proporcionado importantes detalles, hasta ahora desconocidos, acerca de la forma en que la elite mexica realizaba los funerales de sus dignatarios.

Si bien los cronistas de la época colonial describen que los tlatoanis e importantes guerreros aztecas eran incinerados, ningún códice o crónica de los siglos XVI y XVII habla de las características de ese acto, ''quizá porque los informantes indígenas no lo revelaron o los españoles no presenciaron el rito en su totalidad", señala Juan Alberto Román Berrelleza, director del museo del Templo Mayor e integrante del equipo de investigadores que ha reconstruido uno de los rituales más importantes que se realizaban en Tenochtitlán.

Incineración prolongada

Después de cuatro años de estudios, la historia de los funerales del personaje descubierto en 1999 por el equipo del arqueólogo Leonardo López Luján puede narrarse de la siguiente manera: se trata de un hombre, probablemente un comerciante, que falleció de muerte natural, es decir, de tlalmiquiztli.

Pasados cuatro días de rezos y diversas ceremonias, al cadáver se le cortó un mechón de cabello del área de la coronilla, para ser colocado en la misma caja en la que se guardaba otra porción de cabello que le fue recortada cuando nació (ésta era una costumbre generalizada en el pueblo mexica). Luego se prendió fuego al cuerpo, pero con el único propósito de ''liberar" los huesos de los tejidos blandos.

Los huesos ''pelados" fueron golpeados, probablemente con un hacha de piedra de entre 350 y 500 gramos de peso, hasta ser reducidos a pequeños fragmentos. En una pira abierta, los huesos y demás objetos ceremoniales (cerámica, obsidiana, pedernal, basalto, turquesa, oro, concha, copal, palma; así como esqueletos de perro, jaguar, águila y gavilán) se sometieron a una segunda cremación prolongada, esta vez hasta alcanzar la incineración completa de los materiales.

El 95 por ciento de los restos óseos de mayores dimensiones, todavía en estado incandescente, se depositaron en un botellón policromo, el cual fue introducido de inmediato a la fosa (tanto el fondo del recipiente como la tierra muestran quemaduras). Cuando la pira ya se había enfriado, una segunda porción de huesos calcinados se echó en un vaso teotihuacano. Finalmente, el resto de las cenizas y algunos fragmentos de cobre se colocaron en una olla con rostro de anciano, que imita el estilo de las que se fabricaban en Guatemala.

Faltan muchos fragmentos del esqueleto del personaje, pero ello se debe a que numerosos pedazos quedaron reducidos a polvo o a que ciertos residuos fueron desechados, entregados a los deudos o ingeridos mediante un ritual.

Intento por recuperar el ADN

''La hipótesis más fuerte que tenemos es que con la cremación se pretendía acelerar el desprendimiento de las almas del individuo, en particular del teyolía, que es el más importante y que se suponía que estaba en el corazón. Para acelerar el proceso se fragmentaba el esqueleto", explica Román Berrelleza.

Agrega que en esta investigación se aplicaron técnicas nunca usadas en estudios arqueológicos, por ejemplo, para conocer los detalles del proceso de combustión de huesos. También se intentó la recuperación de ADN, ''pues algunos reportes dicen que se puede recuperar material genético humano de material cremado, pero no se logró. Sólo hicimos un intento porque se trata de técnicas muy caras para nosotros; hablamos de 800 a 900 dólares por análisis. Para los estándares presupuestales mexicanos se trata de una suma elevadísima", consideró.

El investigador puntualizó que 60 por ciento de la evidencia arqueológica analizada no corresponde en nada a lo que se narra en las crónicas de la época, por lo cual las investigaciones en torno a este hallazgo ''constituyen un trabajo pionero que, si bien resuelve parcialmente las interrogantes que tenemos en torno a los rituales funerarios, sienta bases firmes para poder analizar, cuando llegue el caso, el entierro de un guerrero de alta jerarquía o de un tlatoani. Entre otras dudas, todavía queda por esclarecer qué significa la ubicación de los entierros en estas zonas específicas del corazón de Tenochtitlán".

El próximo año, el museo del Templo Mayor presentará una exposición que detallará las características del entierro de la Casa de las Aguilas, después de que concluya el largo proceso de restauración de los materiales hallados.

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