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México D.F. Miércoles 29 de octubre de 2003

Crisis por la detención del magnate Jodorkovsky

Lucha desigual de grupos económicos que buscan el poder político en Rusia

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 28 de octubre. Rotos los equilibrios en el entorno del presidente Vladimir Putin, Rusia se adentra en la crisis que desató la detención del magnate petrolero Mijail Jodorkovsky, detonante de la actual lucha por el poder entre los distintos clanes que, al interior del Kremlin, aspiran a tener influencia decisiva en la toma de decisiones.

La obligada cohabitación de hasta cuatro grupos de interés en el círculo de colaboradores más cercanos de Putin, lo que durante el primer periodo de su gestión presidencial le permitió gobernar con aparentes consensos y sin cataclismos económicos por los favorables precios internacionales del petróleo, tarde o temprano iba a colocar al inquilino del Kremlin ante la necesidad de escoger uno solo.

Porque la indecisión de Putin hizo que operaran dentro de un mismo equipo representantes de los grupos que ostentan el poder económico, gracias a las fraudulentas privatizaciones de la época de Boris Yeltsin, y probados incondicionales -tanto originarios de San Petersburgo como vinculados al aparato de seguridad del Estado- que promueven una redistribución de la riqueza en beneficio propio, bajo las reglas del llamado capitalismo criminal, vigente desde que desapareció la Unión Soviética.

Los equilibrios comenzaron a resquebrajarse en el momento en que Jodorkovsky, a sus 40 años el hombre más rico de Rusia, se creyó presidenciable en 2008, para lo cual empezó a financiar partidos de oposición, así, en plural: la Unión de Fuerzas de Derecha, la coalición liberal Yabloko y el Partido Comunista de Rusia.

Jugando todas las cartas al mismo tiempo, Jodorkovsky no olvidó incluir a uno de los principales accionistas de la petrolera Yukos en la lista plurinominal de la coalición oficialista Rusia Unida, que encabeza (lista y coalición) el peterburgués y ministro del Interior, Boris Gryzlov, por si hubiera alguna duda de qué grupos están detrás de esa formación política. Vladimir Dubov, el socio del magnate, fue revocado de esa lista este martes.

Jodorkovsky apostó a conseguir el control sobre la composición de la Duma, que se renueva en las legislativas del próximo 7 de diciembre, y a contar, como variante segunda, con votos suficientes -de derecha y de izquierda- para impedir que la bancada oficialista tenga una mayoría que le permita modificar la Constitución.

En el primer supuesto, una Duma controlada sería el trampolín de Jodorkovsky para llegar a la presidencia en 2008; en el segundo, haría fracasar los planes que alberga el clan de incondicionales de San Petersburgo y el aparato de seguridad de mantener legalmente a Putin al frente de Rusia, más allá de los actuales plazos constitucionales.

Para Jodorkovsky, Yeltsin designó como sucesor a Putin para asegurar la continuidad de los grandes potentados y debería abandonar el Kremlin dentro de cuatro años, al concluir un segundo periodo presidencial, para lo cual existía el tácito entendimiento de que nadie se opondría a su relección en marzo siguiente.

Esa perspectiva, al parecer, no entusiasma a los ex agentes del KGB que empiezan a disfrutar el tener en sus manos las riendas del poder político y, según se comenta en esta capital, incluso han elaborado un detallado plan de acción para quedarse después de 2008.

De acuerdo con dicho plan, el control de la Duma es fundamental, ya que una holgada mayoría permitiría modificar la Constitución para seguir gobernando. Hipotéticamente, si los legisladores decidieran extender los periodos presidenciales de cuatro a siete años y ello se hiciera en 2006, Putin podría argumentar -como en su tiempo lo hizo Yeltsin- que se trata de una nueva Carta Magna que le permite ser postulado para dos periodos más, otros 14 años, sin contar los 4 que empezaría en 2004.

Esto es lo que, hoy por hoy, está en juego en Rusia, aunque al interior del Kremlin cada grupo tiene sus propios planes; existen otras variantes para prolongar el gobierno de Putin, como también las hay para que no esté más de ocho años.

A estas alturas de la confrontación entre clanes, ya resulta irrelevante qué ocurrió primero: si Jodorkovsky adelantó los tiempos sucesorios de 2008 o si el grupo de incondicionales de Putin, que accedieron al poder político con él, empezaron a diseñar estrategias para también erigirse -a golpe de acosar judicialmente a los magnates hasta quitarles parte de su riqueza- en elite económica, una suerte de nuevos oligarcas de la era putiniana.

Son facetas de una misma crisis porque cualquiera de estas intenciones, invariablemente, provocaría como respuesta la otra.

No es fortuito que mucho -por no decir todo- de lo que se diga y haga en Rusia, de aquí a diciembre próximo, guarde estrecha relación con las legislativas para renovar la Duma, ante la necesidad de sumar votos para un proyecto o para el otro.

Jodorkovsky comenzó a ser considerado un rival de peligro por el clan de San Petersburgo y ex funcionarios del KGB, cuando anunció su disposición de deshacerse de hasta 40 por ciento de las acciones de YukosSibneft, el gigante petrolero que por ahora existe sólo en el papel.

En círculos cercanos a Yukos, se dice que Jodorkovsky estaba decidido a "invertir" hasta mil millones de dólares para tener presencia significativa en la siguiente Duma. Se comenta también que ya tenía avanzadas las negociaciones con ExxonMobil para venderle 40 por ciento de las acciones de YukosSibneft por 25 mil millones de dólares.

Las negociaciones iban bien hasta que -se asegura aquí en Moscú- George Bush padre vino a Rusia para abogar ante Putin por los intereses petroleros de su familia, aparentemente ligados a la oferta de compra de 25 por ciento de YukosSibneft por 11 mil millones de dólares, que presentó ChevronTexaco.

En el Kremlin, que no puede disponer de las acciones que pertenecen a Jodorkovsky pero sí puede perseguirlo judicialmente, hay influyentes cabilderos de ExxonMobil y de ChevronTexaco, elemento que acabó de enredar la trama de confrontación entre los aliados y los enemigos del magnate encarcelado.

Por ahora, llevan ventaja los enemigos de Jodorkovsky, pero sus aliados tampoco están cruzados de brazos. El principal apoyo del potentado al interior del Kremlin, el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aleksandr Voloshin, presentó su renuncia el sábado, apenas supo de la detención de Jodorkovsky.

Hasta ahora, Putin no le ha aceptado la dimisión. Si mantiene a Voloshin, querrá decir que el titular del Kremlin no tiene a la mano otra figura de su maquiavélica talla para sustituirlo antes de las legislativas, y también que la reacción de los mercados hizo reflexionar ayer al mandatario ruso sobre los riesgos de ahondar ahora la ruptura en su primer círculo.

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