Jornada Semanal, domingo 26 de octubre  del 2003                núm. 451

LUIS TOVAR

MORELIA
Y EL CINE MEXICANO
(III Y ÚLTIMA)

Siempre ayuno de difusión, siempre ausente de la cartelera como no sea porque se le incluye ocasionalmente en alguna muestra o foro, siempre producto de apoyos cuyo entusiasmo y determinación suele no solucionar su escasez, el género documental ha sido el rubro más sólido de la cinematografía mexicana. Desconocido para el público masivo sobre todo a causa del reducido número de vías para que éste acceda a él, y no tanto porque su múltiple discurso esté restringido a grupos específicos de interés de acuerdo con el tema, el documental sigue esperando una difusión digna de la calidad que ha mantenido de modo constante.

Es en este sentido que cobra mayor importancia la instauración de la Primera Jornada de Documental Mexicano dentro del Festival de Cine de Morelia. No obstante, el criterio de inclusión para esta Primera Jornada provoca interrogantes parecidas a las que genera el resto del programa del Festival. Por ejemplo, ¿no había algo más reciente que Gabriel Orozco (2002) para completar el programa? El documental es inobjetable, no así el carácter de ajonjolí de todos los moles que muestras, foros y festivales en México le siguen dando más de un año después de su primera exhibición. Algo semejante parece suceder con otros dos documentales, Los rollos perdidos de Pancho Villa (2003) y La canción del pulque (2002). Me hago cargo de la paradoja implícita que hay en pugnar porque el género documental se exhiba y, al mismo tiempo, cuestionar la reiterada inclusión de uno en particular en todos los eventos cinematográficos; la contradicción sólo es aparente, y tiene que ver con la falta de canales que hagan llegar el documental a un público verdaderamente masivo. Si una de las principales características de un festival cinematográfico es presentar nuevas producciones, carece de lógica seguir exhibiendo un filme que ya se ha presentado fuera y dentro de competencia en México. En otras palabras, una cinta como Gabriel Orozco a estas alturas debería acceder a otras instancias de exhibición. Pero para eso sería necesario que "otras instancias" fuesen una realidad y no sólo una esperanza.

La Primera Jornada de Documental Mexicano incluyó diecisiete cintas, cinco de las cuales hace tiempo fueron comentadas en este espacio. De las doce restantes, un alto porcentaje da fe de la buena salud de la que sigue gozando el género, y entre ellos destacaron xv en Zaachila y The Sixth Section, ganadores de sendos premios en el festival, así como Onces y Five O’clock Tea, que según la opinión de muchos espectadores bien pudieron haber ganado.

xv en Zaachila, del egresado del cuec Rigoberto Perezcano, se vale de la celebración de una fiesta de quince años para presentar un amplio panorama de las costumbres, tradiciones e idiosincrasia de los habitantes de ese poblado oaxaqueño. El documentalista recoge la historia desde los primeros preparativos y llega hasta el momento de la celebración, dándole voz a sus protagonistas y contrapunteando hábilmente la cercanía y la distancia narrativas. Filmado necesariamente en orden cronológico, el filme gana mucho en virtud de la edición y, lejos de ser un mero recuento de hechos, se convierte en una suerte de fresco sociológico no carente de gracia.

The Sixth Section, dirigido por Alex Rivera –que a sus treinta años de edad es ya un documentalista experimentado y más que solvente– documenta la relación que un grupo de inmigrantes mexicanos en Nueva York mantiene con Boquerón, Puebla, su poblado de origen; la narración de cómo se construyó un campo de beisbol con las remesas de dinero e incluso con el trabajo de los propios inmigrantes, da pauta para explicar un fenómeno del cual abundan los ejemplos a lo largo de los dos territorios, el mexicano y el estadunidense: el de los flujos materiales y culturales entre quienes se han ido y quienes se han quedado.

Estos documentales, así como Onces –la clave que identifica a los reporteros de la nota roja–, Five O’clock Tea –que registra sin estridencias la vida de dos solitarios, hombre y mujer, atrapados en la monotonía y los sueños que se van llenando de polvo–, Ocho candelas, Volver a ver, Palabras zapatistas contra la injusticia, Chacahua y Maletilla, compusieron lo más relevante de la Primera Jornada de Documental Mexicano dentro del Festival de Morelia. Hubo otros dos, La caja de Emilio y Niños de la calle –este último premiado inmerecidamente según mi modesto entender–, a cuyas virtudes sólo puede abonarse el de ser políticamente correctos, condición común de cualquier modo a todo el programa.