In
memoriam
Las noticias traen malas nuevas: ha fallecido María Mercedes Carranza. Dicen que de causa natural. Daniel Samper Pizarro en su artículo "Me estoy diciendo adiós. La despedida de María Mercedes Carranza", del 11 de julio de 2003 publicado en el diario bogotano El tiempo, da otra versión: "Al decidir la suya hace unas horas, pudo, al menos, revestirla de respetabilidad y de propósito. María Mercedes no ha muerto por accidente, ni porque así es la vida. Murió porque ya no resistía tanto atropello, tanta injusticia, tanta locura." Como siempre, la verdad de los acontecimientos quedará en la leyenda, el rumor, la sospecha. Lo indiscutible es que su muerte ha sido leída y sentida como producto de la situación que tan largamente afecta al suelo hermano. Una víctima más de la violencia. La herida que desde 2001 la afligía en lo personal: el secuestro de su hermano, Ramiro Carranza Coronado, la larga afrenta por el dolor de su patria, la lucha tenaz por llevar adelante la Casa Silva de Poesía, la humillación del maltrato inmerecido, sólo por ser colombiana, al solicitar una visa para cualquier lugar que la aguardara por su palabra y por su obra. El suplicio de Tántalo y Sísifo acosando a una mujer obstinada, firme, titánica. Hasta que dijo basta. Queda ahora decir lo de siempre: está viva en su obra, en su poesía. ¿Pero a dónde va el dolor de lo vivido? Rastros y señales quedan en su poesía. El secreto de lo indecible, lo que nunca pudo decir, se lo ha llevado. La poesía de María Mercedes Carranza está contenida en Vainas y otros poemas (1972), Tengo miedo (1983), Hola, soledad (1987), Maneras del desamor (1993), El canto de las moscas (1998). Su discurso poético demuestra un dominio de la lengua castellana que le permitía reelaborar un decir sustentado en las claves del barroco español y del Siglo de Oro, y, en otras ocasiones, enunciar el poema desde lo directo de un español actual, despojado, cotidiano y abierto a lo coloquial. Una visión corrosiva, áspera, desencantada, recorre sus poemas, baste recordar "El oficio de vestirse". Dos temas sustentan su obra: el amor desidealizado y el país como espacio degradado. A través de estas coordenadas cruza el vacío y la desesperanza. El amor es construido, así, desde el desencanto, desde las ruinas de la cotidianidad, desde los vestigios que deja la memoria y el recuerdo, desde su inexistencia. El amor es un cadáver. Frente a este mundo desamparado de todo futuro, se yergue la voz de Carranza. Desde allí concretó vida y palabra. Y lo mejor de sus actos queda como ejemplo. Ahí está su capacidad de fundar desde la adversidad existencial y en un entorno que convoca violencia y muerte. Aquí nos deja su capacidad de decir la realidad nacional y personal sin concesiones. Queda, también, como espejo y reflejo amenazante de lo que el horizonte promete. Un canelazo a su memoria y he aquí dos de sus poemas: La patria Esta casa de espesas paredes
coloniales
A menudo silban balas o es
tal vez el viento
Todo es ruina en esta casa,
Los muros de la patria mía Miré los muros de
la patria mía
País usado por un
dios borracho
Los muros de la patria mía
|