Jornada Semanal, domingo 19 de octubre del 2003        núm. 450

NAIEFYEHYA

INCENDIAR EL ORIENTE PRÓXIMO

REALIDADES EN EL TERRENO

Como hemos venido señalando en esta columna desde el inicio de la Segunda Intifada, en septiembre de 2000, el objetivo del gobierno de Sharon nunca fue hacer la paz con los palestinos ni permitir la creación de un Estado viable en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania. Desde que la extrema derecha tomó el poder en Israel la meta ha sido concretar su "solución final": llevar a cabo la limpieza étnica de Palestina histórica al expulsar a la población árabe y anexar los territorios. No podemos olvidar que el propio Sharon fue uno de los principales promotores de la política de colonización, con la cual deseaba crear "realidades en el terreno" al cambiar la demografía de la zona. Hoy, debido a esa política, hay más de un cuarto de millón de israelíes viviendo en tierra palestina, muchos de los cuales están dispuestos a matar y a morir antes de abandonar sus hogares. Así, mientras se construye el otro muro de las lamentaciones, no en la frontera de Israel y los territorios sino profundamente enclavado en Cisjordania, la situación del pueblo palestino se vuelve más desesperada. Y la desesperación, como bien sabemos, se ha traducido hasta ahora en más de 103 atentados suicidas en los últimos tres años, que a su vez han provocado desmesuradas represalias del ejército israelí en contra de la población en general (destrucción de casas y la conversión de pueblos enteros en gigantescas prisiones) y numerosos asesinatos extrajudiciales. Pero sobre todo, Sharon ha logrado que las ideas de la extrema derecha sean aceptadas por buena parte de la población.

SIRIA EN LA MIRA

La política hiperviolenta de Sharon ha sido un fracaso: no sólo no ha protegido a sus ciudadanos ni ha logrado pacificar a los grupos extremistas, sino que por el contrario ha alargado las filas de los aspirantes a suicida al negar toda salida aceptable al conflicto, además ha logrado agotar sus "blancos militares", se ha quedado sin estructuras palestinas importantes que destruir y sin líderes que matar (con la excepción de Arafat a quien, lejos de toda retórica, prefieren mantener vivo que convertir en mártir). Esa fue en parte la motivación para bombardear el domingo 5 de octubre de 2003 una supuesta base palestina en territorio sirio. Pero ese bombardeo tiene muchos significados. Por una parte el gobierno israelí ha aplicado la política de los ataques preventivos de Bush, pero si bien podemos imaginar que Estados Unidos está buscando abrir un "segundo frente" contra Siria, e incluso un "tercer frente" en contra de Irán (en cualquier momento podemos esperar que bombarderos israelíes destruyan la planta nuclear iraní de Bushehr, como hicieron con la planta Iraquí Tammuz 1, en 1981), sirviéndose del poderío militar israelí, también podemos intuir lo contrario, que el grupo de los neoconservadores en la Casa Blanca y el Pentágono en realidad no han hecho otra cosa que facilitar la estrategia sionista para cambiar de manera definitiva la geopolítica del Oriente Próximo, al llevar a cabo "cambios de régimen" en los países enemigos de Israel. El bombardeo de Ein Saheb (la supuesta base de terroristas que fue aparentemente abandonada hace siete años) tiene por objetivo intimidar a un Estado que de todos modos es incapaz de enfrentar al ejército israelí. Pero se trata obviamente de un acto simbólico (que se lleva a cabo treinta años después del último bombardeo israelí sobre ese país) ya que difícilmente Israel se aventuraría a emprender una guerra en forma contra Siria, la cual sin duda ganaría pero a un alto costo a largo plazo, como sucedió con la catastrófica invasión del Líbano.

INVENTAR UN NUEVO ENEMIGO

Siria no ha permitido acto guerrillero alguno desde sus fronteras contra Israel desde 1982 y ha sido extremadamente cuidadoso para no provocar a Israel y a Estados Unidos. No obstante, su apoyo a los grupos libaneses y palestinos que luchan contra la ocupación es el principal argumento usado por sus enemigos para condenarlo como un estado "hostil", que protege, entrena y arma terroristas. Además, los halcones del equipo Bush argumentan, como hicieron con Irak, que Siria tiene armas de destrucción masiva. Paradójicamente Siria fue, de acuerdo con las propias agencias de espionaje e inteligencia estadunidenses, uno de los aliados más útiles al inicio de la "guerra contra el terrorismo", ya que a pocas semanas del 11 de septiembre sus servicios de inteligencia ofrecieron valiosa información sobre Al Qaeda a la cia (Siria tiene una larga historia de combatir fanáticos musulmanes), como reportó Seymour Hersh en The New Yorker (28-vii-2003), entre otros. No obstante, los neocons que anhelan una confrontación contra el régimen de Damasco obligaron a la cia a cesar todo contacto con la inteligencia Siria. En un mundo regido por la razón sería prudente preguntarse cuál es la relación entre una joven abogada de Jenin que decidió suicidarse matando diecinueve personas en Haifa y esta "base" en la que nunca puso un pie. Pero este acto criminal tiene lugar en una era dominada por la lógica de la infamia que valida que Estados Unidos pueda bombardear Afganistán e Irak en represalia por la destrucción de las Torres gemelas perpetrada por diecinueve secuestradores aéreos de los cuales quince eran sauditas y ninguno era afgano o iraquí.