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México D.F. Domingo 19 de octubre de 2003

Promete el nuevo presidente boliviano "sanciones sin venganza" contra los represores

Decidirá el Congreso responsabilidad de Sánchez de Lozada: Carlos Mesa

Comienzan miles de mineros y campesinos a abandonar La Paz y principales ciudades del país

Evo Morales ofrece una tregua, mientras Felipe Quispe ordena mantener bloqueos de caminos

AFP, PL, DPA Y REUTERS

La Paz, 18 de octubre. Miles de mineros y campesinos comenzaron hoy a abandonar La Paz y otras ciudades de Bolivia, mientras el nuevo presidente Carlos Mesa inició gestiones para integrar el gabinete de su gobierno de transición y prometió que "habrá sanciones sin venganza, pero sin olvido y con justicia" por los casi 90 muertos que dejó la represión del renunciado Gonzalo Sánchez de Lozada.

Aunque esta capital regresó a la normalidad, aún persistían los bloqueos de caminos, y mientras el líder cocalero Evo Morales ofrecía un "respiro" al nuevo gobierno, el dirigente campesino Felipe Quispe advirtió que la interrupción de ru-tas continuaría hasta que el Ejecutivo dé una respuesta al pliego petitorio de su organización.

Mesa, por su lado, busca conformar un gabinete ministerial sin partidos políticos, por primera vez en la historia del país, en el que la representación de mujeres e indígenas tendrá un papel preponderante, según dijo, pero no incluirá a líderes cocaleros en su gobierno.

El mandatario afirmó en su primer discurso ante el Congreso, tras ser designado anoche, que llamará a los mejores bolivianos y bolivianas sin militancia partidaria, para alejar de su gobierno las "pugnas" por cuotas de poder que inmovilizaron al anterior gobierno y desataron el repudio ciudadano.

La toma de posesión de su gabinete, prevista para esta noche, fue postergada para este domingo, informó la oficina del mandatario, pero medios de prensa locales adelantaron que Mesa tiene la intención de contar con la colaboración de la periodista Ana María Romero, ex defensora del pueblo, quien encabezó a figuras de la clase me-dia en un ayuno para pedir la salida de Sánchez de Lozada.

Carisma y afabilidad

Mesa, conocido historiador, ex-perto radial y conductor de influyentes programas televisivos, quiere gobernar menos de los tres años y 10 meses que establece la aplicada norma de sucesión constitucional, es decir, el fin del mandato de Gonzalo Sánchez de Lozada.

En este sentido, dijo que buscará un acuerdo con el Legislativo para reducir el periodo y llamar a elecciones en un plazo "razonable".

Entre los compromisos, Mesa dijo que realizará una consulta po-pular sobre la exportación del gas -el detonante de las protestas- y prometió revisar la ley de hidrocarburos, para redefinir la relación esencialmente impositiva del Estado con las empresas privadas que en 1997 ingresaron al sector.

Asimismo, durante un mitin en la ciudad de El Alto, vecina a La Paz y donde el pasado fin de semana murieron decenas de personas por la represión, se comprometió a buscar sanciones para los responsables de las muertes ocurridas durante la crisis "sin entrar en venganzas, pero sin olvido y con justicia".

Mesa, que hoy se dio un "baño de pueblo", es un hombre dotado de un gran carisma y afabilidad -se considera "admirador de Estados Unidos, pero crítico de algunas de sus políticas"-, a diferencia de Sánchez de Lozada, empresario educado en Estados Unidos que habla con dificultad el castellano.

Esta tarde, durante su primera reunión con la prensa, Mesa dijo sobre la cuestión de la violencia que ordenará una investigación para deslindar responsabilidades sobre las muertes, pero precisó que será el Congreso el que decidirá la responsabilidad que puedan tener el ex jefe de Estado y sus más cercanos colaboradores.

Agregó que en el plano personal tiene "un profundo respeto" por Sánchez de Lozada, de quien fue su vicepresidente, porque su relación con él "fue muy estrecha".

También reiteró que afronta el "desafío gigantesco" de aplicar una nueva fórmula que consiste en go-bernar sin partidos pero con apoyo parlamentario, y admitió que corre el "riesgo del naufragio total".

Insistió además en que el gran tema de su agenda tiene que ver con la cuestión de la explotación de gas y la convocatoria a asamblea constituyente. Pero también habló de mantener una lucha frontal contra el narcotráfico y combatir los plantíos ilegales de coca.

En entrevista con Reuters, aseguró que protegerá a los inversionistas a pesar del compromiso de revisar las leyes energéticas, y que entiende la preocupación de los mercados, pero que los cambios que se harían no atacarían los capitales invertidos en el país.

"Lo que tenemos que hacer es dar garantías de que la inversión que se ha hecho en Bolivia sea útil para quienes la llevaron a cabo y para el país", indicó.

La asunción de Mesa fue recibida con dispares actitudes por parte de los principales líderes de la sublevación. El líder de los campesinos, Evo Morales, afirmó que da-rá "un respiro, un tiempo" para que atienda las demandas de las organizaciones sociales.

Morales celebró el compromiso formulado por el nuevo presidente de prescindir de los partidos políticos, así como de llevar adelante un referendo vinculante para decidir sobre la exportación de gas, programada para dejar apenas 18 por ciento de las ganancias al país.

"Es importante el referendo vinculante, la recuperación de los hi-drocarburos (en manos de petroleras extranjeras) si quiere servir al pueblo y transformar de manera pacífica al país", dijo el ex candidato presidencial.

Continúa huelga indefinida

Pero la Central Obrera Boliviana, que aglutina a casi todos los trabajadores del país, resolvió continuar la huelga general por tiempo indefinido hasta que el nuevo gobierno se comprometa a "no exportar el gas ni por Chile ni por Perú, y a derogar la ley de hidrocarburos".

Su secretario ejecutivo, Jaime Solares, decidió no respaldar a Me-sa porque considera que la renuncia de Sánchez de Lozada sólo cambió una persona y no modificó el modelo económico.

No obstante, por la noche Mesa se entrevistó con el líder de esa central, quien señaló, tras la reunión, que el presidente destacó su interés por impulsar demandas la-borales como la creación de fuentes de trabajo y que el "salario sea digno para los trabajadores".

Solares, a su vez, le aseguró que "va a tener nuestro respaldo siempre que pelee enérgicamente contra la corrupción, porque le ha hecho mucho daño al país".

Pero la posición más radical fue la del diputado y líder de la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia, Felipe Quispe, quien advirtió que no levantará el bloqueo de caminos hasta que el nuevo mandatario atienda las demandas de su grupo.

"No vamos a dejar de marchar, no vamos a levantar la huelga de hambre" hasta que Mesa atienda el pliego de 70 puntos, pendiente desde abril de 2000.

Por lo pronto, en medio de detonaciones de fulminantes de dinamita, miles de mineros abandonaban triunfantes hoy La Paz y El Alto, epicentros de la rebelión, rumbo a sus distritos andinos.

Esas ciudades retornaban a su vez a la normalidad, con la remoción de barricadas, la reapertura de comercios, bancos y otras instituciones financieras, y la normalización del tránsito vehicular.

Lo mismo ocurrió en otras ciudades como Cochabamba, sede neurálgica de los campesinos cocaleros; Oruro y Potosí, enclaves mineros, y Sucre, que es oficialmente la capital del país.

Los vuelos comerciales en el ae-ropuerto internacional de El Alto, que sirve a La Paz, fueron reanudados al mediodía, poniendo fin a un bloqueo aéreo de una semana, mientras el tránsito por carreteras se restablecía paulatinamente.


Recuerdan que Mesa gobernó "hasta fechas recientes junto al Gringo"

Advierten sindicatos al nuevo presidente: "si nos falla también lo vamos a tumbar"

El ex mandatario boliviano arregló su partida mientras negaba que fuera a renunciar

XIMENA ORTUZAR ENVIADA

Santa Cruz, Bolivia. A las 10:45 de la noche del 17 de octubre, Gonzalo Sánchez de Lozada abordó el avión que lo llevó a Miami, tras renunciar a la Presidencia de Bolivia.

Partió desde el aeropuerto de Santa Cruz, ciudad que definió su triunfo electoral el 30 de junio de 2002.

Había entregado su carta de renuncia durante la tarde, al tiempo que declaraba: "No renunciaré".

A las 17:20 horas el todavía presidente abandonó la residencia oficial de San Jorge, en La Paz, por la puerta trasera. En contraste, una vez en el aeropuerto Viru Viru de Santa Cruz -hasta donde lo trasladó un avión de la Fuerza Aérea Boliviana- se instaló en el salón VIP de la terminal, en espera de la salida del avión comercial que abordó con su esposa, hijos y algunos colaboradores.

Mientras el grito colectivo de "Sí se pudo" resonaba en diversos confines de Bolivia, al conocerse la renuncia, el dimitido mandatario abandonaba su país en medio de fuertes medidas de seguridad, sin admitir responsabilidades y sin lamentar las 134 muertes de bolivianos ocurridas durante conflictos sociales en los 14 meses de su gobierno.

En La Paz, a las 22:55 horas, tomaba posesión Carlos Diego Mesa Gisbert, el presidente número 62 en la historia republicana de Bolivia, y anunciaba de inicio que no quiere políticos en su gabinete ministerial.

La terminal aérea de Santa Cruz, fuertemente custodiada por personal uniformado, fue el último lugar del territorio en que estuvo Sánchez de Lozada, quien optó por el autoexilio para evitar el juicio político que demandan vastos sectores del país por su responsabilidad en dichas muertes.

En efecto, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en Bolivia y diversos informes de prensa señalan que 134 personas fallecieron en Bolivia -un promedio mensual de 10 muertes violentas- durante la gestión de Sánchez de Lozada. Al respecto, líderes sindicales aclaran que tales cifras no se registraron ni siquiera en tiempos de dictadura.

La mayor cantidad de muertes sucedió los días 11 y 14 de octubre en la denominada guerra del gas, que tuvo sus epicentros en las ciudades de La Paz y El Alto, aunque se extendió luego a otras localidades, y que terminó con el segundo gobierno de El Gringo, como lo llamaban despectivamente, aludiendo a los estudios que realizó en Estados Unidos y a su admiración manifiesta por ese país. Más aún, en los últimos días los gritos de los manifestantes eran "Lozada, cabrón, andáte a Washingtón".

El sucesor y los desafíos

Carlos Diego Mesa Gilbert tiene 50 años. Es periodista e historiador. Se asomó por primera vez a la actividad política en febrero de 2002, cuando Sánchez de Lozada intentaba aumentar el magro 21 por ciento de apoyo popular con que contaba para lograr la relección, postulado por una coalición de partidos. Hasta entonces, Mesa negó siempre tener preferencias políticas. Aceptó, sin embargo, y sorprendió a políticos y analistas. El 30 de junio fue elegido y en agosto asumió como vicepresidente.

Cuando se recrudeció esta reciente crisis política, detonada por el anuncio de la venta de gas natural boliviano a Estados Unidos y México, pasando por Chile -elemento este último que exacerbó los ánimos de los opositores-, y la represión cobró vidas humanas, Mesa marcó distancia del presidente. La opinión en la calle fue que se iniciaba así el fin del mandato del Goni.

Desde ayer, Carlos Mesa es el presidente de Bolivia, ratificado por la unanimidad del Congreso.

Sus actividades anteriores fueron esencialmente culturales.

Ha escrito 10 libros; entre ellos, Presidentes de Bolivia: entre urnas y fusiles.

En 1976 fundó la Cinemateca Boliviana y la dirigió hasta 1985. Sus amigos de entonces lo recuerdan "vestido de hippie y abocado a su pasión de entonces: el cine".

Para muchos de ellos, esta nueva actividad de Mesa -la de gobernante- le plantea serios desafíos para los cuales le reconocen atributos y carencias.

Por ejemplo, su sucesor en la dirección de la Cinemateca, Pedro Susz, dice: "Es un hombre de sólidos principios éticos. Un intelectual en el más profundo sentido del término, vale decir, hay ciertas ideas que orientan su vida. Es un conocedor apasionado de nuestra historia, tiene la inteligencia, la perspicacia y la sensibilidad necesarias para ser un gran gobernante. Le falta, sin embargo, experiencia política, pero eso podrá suplirlo con el apego a la Constitución y con un buen equipo de asesores. Como todos los intelectuales, es poco cálido, pero muy leal como amigo y muy cooperador".

Después de la Cinemateca, Mesa incursionó en el periodismo radial y más tarde pasó a la televisión, donde se consolidó además como analista. En 1990 fundó la red Periodistas Asociados de Televisión (PAT), que se convirtió luego en un canal privado que él mismo dirigió. La actual gerente general de esa entidad, Ximena Valdivia, opina: "Trabajé con Carlos Mesa en PAT durante 11 años, y puedo asegurar que es una de las personas más honestas y correctas que he conocido. A lo largo de toda su vida profesional ha tenido una calidad ética y moral únicas. Tal vez tiene mal carácter, pero nada que no se pueda manejar. Creo que él siempre está a la altura del momento que le toca vivir, tiene una capacidad analítica muy grande y su conocimiento de la historia boliviana le da un grado de reflexión de muy alto nivel. Por todo lo anterior, creo que está absolutamente capacitado para asumir una responsabilidad como la Presidencia de Bolivia".

Como vicepresidente, Mesa puso especial interés en combatir la corrupción dentro de la administración pública.

Lupe Cajías, secretaria del organismo Lucha Contra la Corrupción, señala: "Carlos Mesa sabe escuchar y eso es fundamental para quien tiene responsabilidades grandes. Es humilde aunque no lo parezca. Acepta sus errores y trata de rectificarlos. Sobre todo, he visto en él a una persona equilibrada y de principios sólidos. Pero es ingenuo y demasiado sincero. Pone las cartas sobre la mesa, cuando en política hay que saber ser calculador. Le falta conocimiento de la administración pública. En el año que lleva en el gobierno ha aprendido mucho, pero le falta ahondar ese conocimiento".

Además de los dos grandes temas del momento y a cuya solución prometió abocarse, el referéndum para modificar la Ley de Hidrocarburos y la Asamblea Constituyente para discutir el tipo de país que la mayoría quiere, el nuevo mandatario deberá enfrentar la grave crisis económica que aqueja a Bolivia, el país más empobrecido de América del Sur. Según datos de la Cámara Nacional de Industrias (CNI), más de 100 grandes empresas cerraron en los pasados tres años y al menos 2 mil trabajadores fueron cesados.

La tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) de los pasados cinco años ha fluctuado entre cero y 2 por ciento. El crecimiento de 1998 había sido de 4.5 por ciento, pero al año siguiente cayó a cero. En 2002 subió a 2.3 por ciento, principalmente por un auge del sector de hidrocarburos, pero ese crecimiento comparado con el 2.4 por ciento del crecimiento de la población se vuelve nulo en términos reales.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el desempleo a escala nacional es de 8.5 por ciento. Estudios de otros organismos no oficiales elevan la taza a 11.5 por ciento. Sumando a lo anterior el subempleo -o empleo temporal-, las cifras afectan a 45 por ciento de la población económicamente activa.

El sector productivo está al borde de la parálisis, y la industria opera a 50 por ciento de su capacidad.

En el plano financiero, el Banco Central de Bolivia alerta acerca de la moratoria de pagos, que en años recientes llegó a alcanzar 25 por ciento del total de la cartera y que actualmente no baja de 15 por ciento.

En lo político, Bolivia recuperó la democracia -o al menos algunas de sus características- en 1982. En estos 21 años ha habido siete presidentes; cinco elegidos por voto popular y dos vicepresidentes que han asumido el mando tras la renuncia de los titulares.

En días recientes, el rechazo a los políticos y la casi nula credibilidad en los partidos representados en el Congreso se hizo evidente por parte de los manifestantes que se opusieron a la venta de gas, quienes no sólo exigían la renuncia del gobernante, sino también la de los líderes de los partidos que lo apoyan: Jaime Paz Zamora, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria; Manfred Reyes Villa, de Nueva Fuerza Revolucionaria; John Fernández, de Unión Ciudadana Solidaridad, y los dirigentes de Acción Democrática Nacionalista, a quienes acusaron de "corruptos, asesinos, mentirosos y ladrones".

Renunciado Sánchez de Lozada y asumido Mesa, el líder de la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia, Felipe Quispe, conocido como Mallku, anunció la continuación del bloqueo de caminos, "si es posible, bloqueo armado para parar a los oportunistas que quieren aprovecharse de la lucha que nosotros iniciamos el 2 de septiembre y que terminó con el gobierno".

A su vez, las organizaciones sindicales advirtieron que iniciaban una tregua en espera de las propuestas del nuevo presidente, pero dijeron que no bajarán los brazos y que, de ser necesario, reiniciarán las movilizaciones. "Si éste (presidente) también nos falla, también lo vamos a tumbar," afirmaron.

El secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana, Jaime Solares, fue más preciso: la misma noche de la asunción de Mesa se le dio un plazo de 24 horas para que atienda las demandas centrales.

"Estaremos alerta. Mesa puede ser bien intencionado, pero no olvidamos que gobernó hasta fechas recientes junto al Gringo."


Respalda AL al gobierno de Carlos Mesa; España, preocupada por sus "intereses"

Elogia EU a Sánchez de Lozada por "su compromiso con la democracia"

DPA, AFP Y REUTERS

Washington, 18 de octubre. Estados Unidos elogió hoy al ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada al destacar "su compromiso con la democracia y el bienestar de su país", tras lamentar las circunstancias que lo llevaron a renunciar, al tiempo que se comprometió a brindar apoyo al nuevo gobierno boliviano.

Al mismo tiempo, la comunidad internacional expresó su respaldo casi unánime a Carlos Mesa, designado anoche presidente por el Congreso, con expresiones de felicitación de los mandatarios de Chile, Colombia, Brasil, Venezuela y Perú, así como la disposición a cooperar por parte de las organizaciones de Naciones Unidas (ONU), de Estados Americanos (OEA) y el Grupo de Río.

El canciller argentino, Rafael Bielsa, señaló que la misión conjunta de su gobierno con Brasil resultó "decisiva" para la salida de la crisis en Bolivia; horas antes el vocero de la cancillería en Buenos Aires, Oscar Feito, ha-bía declarado que para el gobierno argentino la misión había sido "claramente exitosa".

"Se cumplieron las expectativas de los presidentes" Néstor Kirchner, de Argentina, y Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil, para lograr una transición incruenta y sin quebrar el orden institucional, dijo Feito.

La misión fue cumplida por los diplomáticos argentino Eduardo Sguiglia y el brasileño Marco Aurelio García, quienes se reunieron la víspera con Sánchez de Lozada y los líderes de la oposición.

El canciller Bielsa comentó que naciones latinoamericanas como Bolivia "no están discutiendo opulencia sino subsistencia", por lo que advirtió que "las recetas neoliberales no son aplicables", y añadió que según la idiosincrasia de cada país "la reacción es distinta, pero lo que siempre es lo mismo es que muere gente y, por lo general, gente que padece, que ha perdido lo poco que tenía".

El Departamento de Estado, por su parte, señaló en un comunicado que "lamentamos las circunstancias, que incluyeron la pérdida de vidas, que condujeron a la renuncia (el viernes) del presidente Sánchez de Lozada. Entendemos que, de conformidad con la Constitución de Bolivia, asume la presidencia el vicepresidente Carlos Mesa".

El ex mandatario arribó en la madrugada de hoy a Miami, donde fue recibido por el cónsul de su país, Moisés Jarmusy Levy. Iba acompañado de su esposa, una hija y otros cuatro familiares, así como de los ex ministros Yerko Kukoc, Carlos Sánchez Berzaín y Javier Tórrez Goitia.

Postergó su viaje a Washington, donde po-siblemente llegue el lunes, pues siempre ha sido considerado como "amigo y aliado" por el gobierno de George W. Bush.

El vocero adjunto del Departamento de Es-tado, Adam Ereli, indicó que "es ahora responsabilidad de los bolivianos tomar me-didas para terminar con la polarización política, garantizar el respeto a la vida humana y el imperio de la ley", convocó a los bolivianos a "trabajar unidos para resguardar la de-mocracia" junto con la OEA, acorde "al espíritu de la carta democrática interamericana".

Continuará la cooperación

El embajador estadunidense, David Greenlee, afirmó que Washington seguirá sin cambios su cooperación con el pueblo y el nuevo gobierno de Bolivia, tras reunirse con Carlos Mesa, a quien definió como "figura grande en una coyuntura muy importante".

Admitió que la preocupación de Washington es que "un presidente elegido por el pueblo pueda bajo presiones tener que dejar sus funciones", al explicar el firme respaldo que brindó a Sánchez de Lozada.

Acerca de los anuncios del nuevo gobierno de efectuar una asamblea constituyente, que someterá a referendo la política de explotación de los yacimientos de gas y revisará las leyes sobre explotación de hidrocarburos, Greenlee advirtió que si Bolivia quiere revisar sus leyes es cosa de ellos, pero espera que en la revisión haya reglas claras, ya que se requiere de "un buen ambiente para la inversión, porque es lo que el país necesita".

El secretario español de Asuntos Exteriores, Ramón Gil Cáseres, confió a su vez en que la crisis boliviana que provocó la dimisión de Sánchez de Lozada no afecte los in-tereses de las empresas españolas instaladas en el país sudamericano. En especial se refirió a la empresa española Repsol YPF, que participaba en el consorcio internacional de petroleras para la exportación del gas bo-liviano, detonante de la crisis.

El funcionario español dijo en Madrid que habrá que esperar a que la situación se normalice, pero destacó que los cambios ocurridos, a pesar de ser "súbitos y repentinos", se mantuvieron en el marco institucional, y confió en que se celebre la cumbre Iberoamericana prevista en Bolivia para noviembre.

A la par con los saludos de la mayoría de las cancillerías latinoamericanas por la asunción del nuevo gobierno boliviano, el presidente brasileño se comunicó telefónicamente con Mesa, y lo invitó a visitar Brasilia. A su vez, éste agradeció la misión argentino-brasileño y señaló que impulsará la concertación nacional para superar la crisis.

También el venezolano Hugo Chávez se puso a "la orden" de Mesa, al transmitirle que "estamos cuadrados" ante Bolivia, su pueblo y su gobierno para cooperar en lo económico y social; atribuyó la crisis a la exclusión social y al modelo neoliberal.

En Cuba, el diario oficial Granma destacó que el Congreso boliviano haya aprobado la renuncia de Sánchez de Lozada, mientras que Juventud Rebelde atribuyó el desenlace a una "victoria del pueblo boliviano".

El secretario general de la OEA, César Ga-viria, expresó su respaldo al nuevo gobierno de Mesa, y elogió al Congreso boliviano por "su compromiso con el pueblo y el país", poniéndose por encima de intereses particulares. Además, resaltó la preservación del orden constitucional y pidió a los bolivianos unirse para recuperar la tranquilidad pública y buscar soluciones consensuadas a sus complejas realidades políticas y sociales.

El secretario general de la ONU, Kofi Annan, ofreció a los bolivianos asistencia, y señaló que deben aprovechar la oportunidad para comprometerse en una cooperación constructiva por una sociedad más justa.

El Grupo de Río respaldó la solución constitucional a la crisis boliviana, y dijo alentar los esfuerzos que a partir de ahora habrán de desplegar el pueblo boliviano y sus gobernantes para solucionar los problemas sociales mediante los cauces legales.


"Hay que atrapar a ese desgraciado", dicen en las calles sobre Sánchez de Lozada

Alegría y demandas de justicia, un día después de la revuelta boliviana

Ya se restableció el transporte público y los comercios empiezan a abrir sus puertas

LUIS A. GOMEZ ESPECIAL PARA LA JORNADA

La Paz, 18 de octubre. "¿Y no tienen su dirección en Miami? Tenemos que atrapar a ese desgraciado que nos ha matado; mucho ha robado", dice Carlos Quispe Suárez, uno de los 2 mil cooperativistas mineros que llegaron ayer por la noche a La Paz. Luego de enfrentar dos días a los militares en la localidad de Patacamaya, Quispe sonríe tímidamente a la cámara de un periodista internacional. El jueves pasado por la mañana, en el corazón del árido altiplano andino, el convoy que los transportaba desde las zonas mineras del sur de Bolivia fue detenido a balazos por el ejército. Primero dispararon a las llantas de los camiones, luego tiraron granadas de gas lacrimógeno, y cuando lograron ahuyentarlos sustrajeron de sus vehículos la ropa y los alimentos que traían.

Los mineros de Huanuni y del sector de Catavi, entre los que se encontraban algunas jilacatas (autoridades tradicionales indígenas), se indignaron y comenzaron a reagruparse. Durante cerca de dos horas, armados con dinamita, enfrentaron a los efectivos del ejército, el cual comenzó a responder con ráfagas de Fal y M1. Ese día murieron dos cooperativistas mineros y hubo una docena de heridos. En La Paz, durante las marchas que coparon la ciudad ese jueves para organizar el cabildo abierto para exigir la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada, la gente pensaba que ese suceso iba a convertirse en la tercera matanza de la guerra del gas. Jaime Solares, máximo dirigente de la Central Obrera Boliviana, afirmó que si los mineros morían en masa, en masa se iba a vengar el pueblo: era en Patacamaya donde se comenzaba a decidir el rumbo de la lucha contra el gobierno. "Nosotros no lo vimos así, estábamos muy espantados (...) y enojados. Pensábamos que estos masacradores podían matarnos, pero no había tiempo para pensar en otras cosas", reflexiona Quispe.

La Plaza de San Francisco está en calma esta tarde. Uno de los carriles de la avenida Montes, en el que los manifestantes construyeron barricadas con adoquines y las estructuras de aluminio de las paradas del transporte público, sigue cerrado al tránsito. En el asfalto quedan algunas huellas negras de las fogatas, trozos de vidrio y polvo fino que vuela a la menor provocación. La gente transita en paz, los vendedores ambulantes vocean sus productos, y al fondo, en una gradería de piedra, los tradicionales pajpakos (merolicos) comienzan a ofrecer a los paseantes chocolates, remedios para la jaqueca y alguna raíz milagrosa. Subiendo unos metros sobre la plaza, en dirección a la carretera, los camiones de los cooperativistas mineros están acelerando el regreso.

Son vehículos de carga pesada, sin lona para cubrirlos, en los que poco a poco se acomoda la gente. En el costado de uno se pueden observar los redondos impactos de balas. "Nos queremos ir antes de que sea de noche", expresa Carlos Quispe, "pero antes vamos a comer un poquito". En la banqueta, haciendo una jocosa cola, están los demás integrantes de la Federación de Cooperativistas Mineros de Huanuni, sus compañeros de Catavi y los jilacatas, ataviados con sombreros hechos de lana cruda, con ponchos rayados en rojo y negro, y cada uno con un látigo colgado al hombro: el símbolo de su autoridad y fuerza. "Nos han traído de almorzar", explica Quispe.

Poco antes de las cuatro de la tarde apareció una señora que venía de un barrio de la ladera este de La Paz. Llegó en un auto cargando dos inmensas ollas de aluminio, rebosantes de fideos con papa y mortadela en salsa de jitomate. Nadie la conoce, ni siquiera por su nombre. Simplemente se instaló frente a los mineros y luego de una breve charla con los dirigentes del contingente comenzó a repartir la comida. "Platos no tenemos", dice un señor antes de desaparecer en uno de los camiones. "Sí, pues", confirma don Carlos, "hemos ido por allá arriba (a la zona comercial del centro paceño) a comprar bolsitas".

Cuando las bolsitas se acaban, los mineros van en busca de otros recipientes. Uno llega con cuatro envases de refresco, sacados de un montón de basura, que lavan y cortan para hacer cuencos. Uno de los jilacatas, cuyo poncho es verde brillante, se acerca con su plato lleno, pero antes de comenzar a comer empieza a hablar en aimara con suavidad y la mirada fija. Sus compañeros traducen: "Dile a tu compañero que me preste su cámara. Foto le he de sacar yo ahora para que sienta", y luego de otras palabras incomprensibles eleva al lente su comida y consiente orgulloso: "Sácame foto. ¿Por qué su poncho es de color tan vivo? Soy comisario. O sea que yo estoy a cargo de una fiesta en mi pueblo, allá por Huanuni. Somos mineros todos, y tenemos llamitas... por eso, pues, no traigo yo chicote".

Detrás de la cola de la comida aparece un hombre con las piernas deformes. Tiene aspecto de ser una de los cientos de personas que en La Paz y El Alto viven de revisar y reciclar la basura. Trae un saco rojo en las manos y se acerca a los mineros que ya ocupan uno de los camiones: "Oyes, haceme el favor... ¿mujeres?" Luego de unos instantes de desconcierto, el hombre comienza a sacar raídas blusas y algunas polleras del saco, que pasan de sus manos a los mineros.

"Ni olvido ni venganza. Justicia"

El día después de la revuelta popular es de paz y rencuentros, de comercio y de juego para las decenas de niños que corretean en la Plaza Murillo. Luego de una semana intensa y trágica, las bancas están llenas de gente que conversa, intercambia sus experiencias, y de cuando en cuando deja caer algunos granos de maíz a las palomas. Las barricadas que había en las esquinas han desaparecido. Y en el Palacio Quemado, mote singular de la sede del Poder Ejecutivo, las cosas parecen haber vuelto a la normalidad. Los miembros del Batallón Colorados, cuerpo legendario que peleó la guerra del Pacífico, cuando Bolivia perdió su franja marítima, han vuelto a sus puestos como guardia presidencial de honor a las puertas del palacio: sus vistosos uniformes rojos y los quepíes de otro tiempo más recuerdan a un grupo de soldaditos de plomo... salvo que ahora el inquilino ahí es nuevo, y en estos momentos sostiene un diálogo abierto con la prensa internacional.

Hoy, el presidente Carlos Mesa Gisbert ha comenzado sus actividades sin prisas. Su primer acto público como mandatario ha sido en El Alto. A la una de la tarde, con el sol a plomo, el mandatario ha asistido a un evento organizado por la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve). El programa consistió en dos discursos de los dirigentes vecinales, un mensaje de mesa y una homilía en honor de los caídos. En la avenida 6 de Marzo, donde está la sede de la Fejuve y donde hace 10 días comenzaron los enfrentamientos entre la gente desarmada y las fuerzas policiales y militares, se han reunido una vez más miles de personas a esperar las palabras de un gobernante que, sin duda con mucho derecho, sienten que han puesto ellos.

"El mejor homenaje que el Estado boliviano puede hacer a las víctimas es un compromiso por la defensa de los derechos humanos, es el cumplimiento de un compromiso no sólo de indemnización, sino de justicias", señaló el presidente Mesa, lo cual le valió una de las tres ovaciones que recibió de los alteños. Ovaciones mezcladas con gritos exigiendo que castigue al ex presidente y a sus ministros, ovaciones mezcladas con llanto por parte de muchas mujeres ataviadas de negro: negras polleras, negras mantillas y negros sombreros "borsalinos" ladeados a la derecha. Una de ellas secaba el llanto mientras hablaba bajito, se dirigía a Carlos Mesa: "Vas a castigar a ese perro del Goni, quien ha matado a mi hijito. Lo han matado en la tranca (en la carretera que llega del lago Titicaca). Buenito era". Y el presidente pareció escucharla, porque en ese momento terminó esa parte de su discurso diciendo: "Ni olvido ni venganza. Justicia".

Luego de la misa, en la que Mesa comulgó para hacer muestra no sólo de su fe, sino para acompañar a los deudos, la gente esperó atenta su regreso a palacio y acercó decidida las manos para estrechar la suya, para tocar sus hombros pidiendo atención a una urbe que ha sido relegada por los anteriores gobiernos. El presidente se dejó hacer por la gente, trató de esbozar una sonrisa, y subió a la camioneta que lo esperaba.

Esta tarde, Carlos Mesa recibió la visita de Jaime Solares. El líder de la COB ofreció su respaldo al nuevo gobierno, "siempre que pelee enérgicamente contra la corrupción, porque no olvidemos que este punto le ha hecho mucho daño al país". Después de la reunión, Solares, un minero con formación trotskista que viste sencillamente, se alejó solo entre la gente que circulaba sin prisas. Caminó la peatonal calle Comercio, que une el centro con la Plaza de San Francisco, como una persona más, y se acercó al contingente de cooperativistas mineros que consumían el solidario refrigerio de fideos. Luego de desearles buen viaje de retorno y de refrendar su voluntad de seguir peleando, se dirigió a pie hasta la sede de la COB, dos cuadras más arriba.

Poco antes del anochecer, muchos comercios estaban abiertos. Los quioscos ofrecían sus mercaderías y algunos cafés estaban ya poblados de turistas. El transporte público se ha restablecido y los músicos de la calle se encuentran de nuevo en sus puestos en El Prado, parte del eje troncal que cruza la ciudad. Y mientras la gente trata de reorganizar su vida cotidiana, el presidente intenta rehacer el Poder Ejecutivo, lucha por conformar un gabinete de figuras independientes, algunas de las cuales no se deciden a acompañarlo en la tarea de gobernar este país. O como dijo un vecino de El Alto a la gente de su cuadra luego del acto en la Fejuve: "Duro ha estado. Pero se fue el Goni. Ahora que lo enjuicien. Nomás eso haría falta. El Mesa tiene que gobernar para nosotros (...) o no sé qué haremos para que esto se cambie de una vez para siempre".

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