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México D.F. Miércoles 1 de octubre de 2003

FORO DE LA CINETECA

Dentro de la piel

Apropiación radical del cuerpo
Desazón y escándalo

dentrode4_OKDENTRO DE LA la piel. El título en español ignora de entrada el carácter intimista, obsesivamente autorreferencial, de esa experiencia delirante que es el primer largometraje de la francesa Marina de Van, Dans ma peau (Dentro de mi piel). Y justamente lo más provocador y lo que más interesa en la exploración de la directora, colaboradora de François Ozon y actriz suya en Los amantes criminales, Mirando el mar o Comedia de familia, es la apropiación radical que hace de su cuerpo, diseccionándolo literalmente ante la mirada (Ƒy goce?) del espectador, exhibiéndolo de modo narcisista, en ceremonias de contemplación, degustación y deleite, violentando tabúes sociales y nociones de recato y buen gusto ligadas particularmente al cuerpo femenino.

UNA HISTORIA DIFERENTE, crecientemente perturbadora. Luego de un banal accidente en un jardín, la joven Esther (Marina de Van), próxima a casarse y a obtener un buen puesto en un instituto de sondeos, descubre que su pierna está herida, levemente entumecida, y por el momento insensibilizada. La herida sangra, cicatriza mal, se complica. Y el proceso que podría conducir a complicaciones mayores, a una septicemia, a una gangrena, consigue controlarlo la protagonista, aunque sólo para provocarse ella misma nuevas mutilaciones, y una configuración corporal cada vez distinta, hasta el extremo de batallar con su propia mano, durante una cena de trabajo, en una secuencia a la vez cómica y escalofriante.

DEMASIADO PARA MUCHOS espectadores, algunos de los cuales optan por abandonar la sala; no sólo en México, sino en Francia, donde la cinta provoca algo de desazón y escándalo. Desconcierta en la relación de Esther con su futuro marido, el bonachón Vincent (Laurent Lucas), el distanciamiento físico de la joven, quien prefiere las gratificaciones propias al placer compartido. Jugar, por ejemplo, con la piel que rebana y recorta con precisión quirúrgica, para luego preservar los trozos con cuidados de taxidermista. A lado del placer que le procura el goteo casi orgásmico de su propia sangre sobre su rostro, los goces carnales que le propone su novio Vincent son un asunto menor, apenas atendible.

EN LAS EXPLORACIONES que el canadiense Cronenberg (Videodromo, La mosca) hace de la enfermedad y la anatomía humanas, de la experimentación científica y las amenazas virales, no hay nada que se parezca a este enamoramiento de la protagonista con su propia degradación física, forma perversa de construirse una identidad propia. Esther se encamina al autismo sexual, sus gratificaciones son preferentemente masturbatorias. Originalmente la película se pensó como un cortometraje, cuyo título sería Cortadas (Coupures), algo tan gráfico y clínico como lo que hoy en México se llama Dentro de la piel. La decisión final de la directora, sin embargo, fue construir un largometraje donde tuviera cabida un proceso personal, artístico, de apropiación corporal. Mi cuerpo, mi piel. No muy distinto en definitiva de la práctica común entre jóvenes de las transformaciones del cuerpo, vía perforación o tatuaje. Pero Marina de Van va más lejos, enfatizando la función erótica del ceremonial, despojándolo de toda significación social, volviéndolo goce muy personal e intransferible.

LA DIRECTORA CONDUCE su relato pausadamente, al ritmo casi de las escisiones que Esther practica sobre su propio cuerpo. No pretende efecto espectacular alguno en ese ceremonial sanguinolento que no apunta hacia el macabro vampirismo de Sangre caníbal (Trouble every day) de la también francesa Claire Denis, limitándose al performance solitario (el cuerpo, instrumento y obra de arte, expresión radical también, a lo Diamanda Galas, a lo Marilyn Manson). En el panorama actual de cine francés, Marina de Van propone un novedoso punto de vista que se desentiende de la clasificación genérica, de la corrección política, del reclamo comercial e inclusive de una intención artística muy señalada. Una expresión posfeminista, acaso. Una expresión personal, a secas.

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