.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
CineGuía
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada en tu PALM
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo Electrónico
Búsquedas

M U N D O
..

México D.F. Miércoles 1 de octubre de 2003

Robin Cook*

El doble discurso de Tony Blair

El primer día de la Conferencia Laborista tuvimos un vibrante discurso de campaña de Gordon Brown, uno de los mejores que jamás haya pronunciado ante un público. Logró ganarse la aceptación de los delegados, por la sencilla razón de que habló de los mismos valores que los hicieron dedicarse a la política.

Algunos medios de prensa han comentado el discurso como si Gordon hubiera presentado su solicitud para el liderazgo del partido. Sin embargo, es tan evidente la falta de un liderazgo que los periodistas habrían escrito las mismas opiniones aun si Gordon se hubiera puesto de pie y leído el directorio telefónico de Bournemouth, donde se celebra la conferencia partidista.

Durante el segundo día de la Conferencia Laborista, el más que caluroso recibimiento que logró Blair en la sala de conferencias destruyó la idea de que las raíces fundamentales del partido aún buscan lugar en la cúpula. La verdad es que muchos en el partido están conformes con el liderazgo conjunto de Blair y Brown y no quieren perder ninguna mitad de esta dualidad. El Partido Laborista parece decidido a continuar este experimento único de cohabitación como modelo de liderazgo.

El discurso de Tony Blair mostró por qué él es una de las figuras complementarias del partido. Mientras Gordon apeló con vigor al corazón del instituto político, Tony dirigió su discurso al cerebro. Recordó constantemente a los delegados las valiosas mejorías que el laborismo ha hecho posibles en la vida de los ciudadanos comunes, y enfatizó que se lograron gracias a que estamos en el poder, y si estamos en el poder se debe a nuestra disciplina. Fue un discurso impresionante por su calculada obstinación y, desde luego, impresionó a los presentes.

Las predicciones de los medios de comunicación de que habría una batalla en las colinas de Bournemouth siempre sonaron a una profecía que pretendía cumplirse a sí misma. La generación actual de delegados sabe lo que la prensa espera y está decidida a decepcionarla. Desde luego, era imposible pasar por el centro de prensa sin llegar a la conclusión de que las voces más contrariadas en Bournemouth no eran las de los delegados, sino las de los periodistas que no podían encontrar las noticias sobre divisiones y traiciones que sus directores esperaban de ellos.

Sin embargo, hay dos profundos problemas que siguen sin resolverse, que continuarán haciendo ruido en el diálogo privado dentro del partido y se escucharán fuera de los micrófonos. El primero se intensifica por una convicción desafortunada que apareció durante todo el discurso de Tony Blair. Por un lado, enfatizó constantemente que está dispuesto a escuchar. Es una respuesta sabia ante el alud de encuestas según las cuales la población considera que el primer ministro no tiene contacto con la opinión pública y está demasiado convencido de sus propias opiniones. De ahí el anuncio de que habrá una discusión nacional, que ofrecerá al pueblo opciones reales.

Por otro lado Tony Blair llegó con el firme mensaje de que no habrá cambio de rumbo. Resulta difícil no detectar las inflexiones convincentes que adoptó, así como la retórica asertiva, cuando declaró que no habrá rendición alguna y prometió "la más grande consulta política jamás realizada".

Es fácil demostrar la evidente tensión entre estas dos posiciones. Hagan sus apuestas. Todos sabemos ya, sin recurrir a la consulta nacional, que cuatro quintas partes de la población cree que los políticos tienen ideas políticas podridas. No tiene mucho caso invitar al público a darnos su opinión de que el gobierno ya resolvió que él tiene razón y el público está equivocado.

Tony Blair es el más formidable comunicador de esta era mediática moderna. Su debilidad es una tendencia a considerar la comunicación como un proceso cuyo único objetivo es explicarnos que él tiene la razón. Escuchar otros puntos de vista no es una de sus fortalezas. Sin embargo, lo que el público más desea en estos momentos es sentir que sus opiniones son valoradas y que existe un proceso democrático. Los ciudadanos sólo creerán eso si la nueva consulta en verdad tiene posibilidades de producir cambios en la política, y no solamente dar más oportunidades para que el gobierno nos diga que no hay alternativas.

El segundo problema en la conferencia es que las continuas derrotas en Irak seguirán dominando los debates, como ya dominan las discusiones en las mesas de trabajo, bares y reuniones informales en el contexto de la reunión partidaria.

El pasado lunes, el debate con el diario The Independent atrajo a una multitud tal que mi colega columnista Donald Macintyre no pudo asistir, ni siquiera de pie, al recinto donde se celebró. El tema de la reunión no era Irak, y las ponencias no lo abordaron, pero casi todas las preguntas de los presentes reflejaban las inquietudes de los delegados en torno a la ocupación.

No debemos malinterpretar el ánimo de los delegados en cuanto a Irak. No quieren que se lleve a cabo una misión inquisidora durante todo el tiempo que esté en funciones el Parlamento actual. Sin embargo, no creen que se pueda poner fin a la controversia a menos que el gobierno dé algún indicio de haber aceptado los errores que causaron el episodio de relaciones internacionales más desastroso que el país ha vivido en la década anterior.

El discurso de Tony no dio ese indicio. No hubo ninguna admisión de que se haya cometido un solo error en la redacción del dossier sobre Irak, en retar al Consejo de Seguridad de la ONU o en no preparar una administración competente para el Irak de posguerra. En forma desafiante, Blair dijo que volvería a tomar las mismas decisiones otra vez, sin importarle que otros piensen que está equivocado.

Es peligroso que el gobierno no admita sus errores porque significa que no aprendió ninguna lección de ellos. Creo que Tony Blair estuvo en lo correcto cuando dijo que el público está dispuesto a perdonar a un gobierno que comete un error; está claro que enviar a las tropas británicas a la guerra con base en datos defectuosos de inteligencia es la madre de todos los errores.

Pero el público nunca perdonará a un gobierno que comete dos veces el mismo error. Para evitarlo, Blair necesita demostrar que la debacle en Irak ha producido cambios. En el futuro deberá mostrar más cautela cuando se trate de lanzar una guerra con el dudoso argumento de la prevención. Tenemos que restaurar el principio fundamental de que un ataque como forma de autodefensa sólo es legítimo cuando existen indudables evidencias de que existe una amenaza inmediata, no sólo un temor caprichoso.

Y la comunidad internacional debe restaurar ese principio de inmediato, antes de que otra nación decida invadir a un país vecino con el pretexto de la prevención que nosotros nos encargamos de fabricar.

Posteriormente, Tony Blair debe convencernos de que esa nueva disposición a escuchar que nos ofrece la aplicará también a la forma de conducir su propio gabinete, no sólo cuando lleva a cabo consultas con el pueblo. Irak ha demostrado que si las decisiones más importantes son tomadas por una sola persona, puede haber terribles consecuencias si esa persona se equivoca.

Pero ante todo, Tony Blair debe analizar muy a fondo si en verdad volvería a tomar otra vez la misma decisión. No excluyo la posiblidad de que los neoconservadores que rodean a Bush puedan encontrar muy pronto otro país candidato a ser invadido en un inútil intento de vencer al terrorismo con tanques. Pero si la política británica va a salir del empantanamiento de Irak, Tony Blair debe primero dejar claro a la nación que entiende que, la próxima vez que el gobierno de Bush llame a nuestra puerta en circunstancias similares para pedir la participación británica, su respuesta debe ser "no".

©The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

* Robin Cook fue ministro del Exterior de Gran Bretaña y este año renunció a su puesto de presidente de la Cámara de los Comunes en protesta por el apoyo que el gobierno de su país dio a la guerra contra Irak

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4329 y 4110
Email