.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
CineGuía
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada en tu PALM
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo Electrónico
Búsquedas

M U N D O
..

México D.F. Martes 30 de septiembre de 2003

Jose Maria Perez Gay/II y última

Edward W. Said (1935-2003)

Después de la barbarie terrorista del 11 de septiembre, el Islam se convirtió en una suerte de sinónimo de miedo y terror. Mientras los servicios de inteligencia de Estados Unidos revelaban la nacionalidad saudita de la mayoría de los secuestradores suicidas, Edward Said publicó un largo artículo en The Observer en el que afirmaba que los términos Islam u Occidente carecían de un sentido preciso, y que los intelectuales críticos debían encontrarlo y dedicarse a limpiar las mentes de telarañas, que manchan y anulan toda posibilidad de entender.

Hablar del Islam sin distinciones significaba, según Said, concederle la ubicuidad de las divinidades: estar en todas partes y ser al mismo tiempo, como ellas, una realidad incognoscible. Una realidad que siempre se oculta a través de sus innumerables apariciones, y que premia o castiga con la misma imprevisible infalibilidad. El Islam es una religión que profesan más de mil millones de personas, y no existe un Islam único; el de Arabia Saudita no es el mismo que el de Indonesia o el de Marruecos o el de Irán.

-Aunque vivo a menos de dos kilómetros de distancia -contaba Edward Said-, no he sido capaz de acercarme a la zona donde estaban las Torres Gemelas. Yo tenía 11 años cuando los terroristas judíos -que intentaban establecerse en Palestina- volaron el hotel King David en Jerusalén. Vivía a poca distancia del hotel, y el recuerdo de la explosión, del incendio, de los cuerpos fragmentados en la calle es todavía insoportable. Desde entonces todo terrorismo me resulta atroz. Según Said, los atentados del 11 de septiembre sirvieron sólo para repetir los viejos estereotipos del Islam; el miedo a la modernidad, el fanatismo, el odio visceral a Occidente. Quizás el único descubrimiento importante tras el 11 de septiembre fue la existencia de Al Qaeda, una organización islámica terrorista que actúa de acuerdo con una estrategia propia.

Pero Said nunca vio las causas de los atentados en la presencia norteamericana en Arabia Saudita, el embargo sobre Irak o en conflicto entre palestinos e israelíes. Por el contrario, esas causas directas las vio en primer lugar en la guerra fría -cuando Estados Unidos decidió movilizar el profundo sentimiento islámico contra el comunismo y el ateísmo que los marxistas-leninistas encarnaban-. En segundo lugar, en el rotundo fracaso de los gobiernos en Arabia Saudita, Irak, Egipto, Túnez, Argelia y Sudán -todas sus instituciones políticas, educativas, académicas y religiosas tienen la infausta tendencia a petrificarse en burocracias teocráticas- su enorme incapacidad de establecer regímenes justos y democráticos.

Los sauditas apoyaron a la contra en Nicaragua; la guerra entre Irán e Irak devastó las regiones y arrojó un millón de muertos: desde aquí salieron muchos combatientes de la jihad que, unos años después, se multiplicaron en personajes como Osama Bin Laden. En último lugar, la idea que se ha impuesto en muchas partes, no sólo en los países árabes, de que la religión es la única respuesta. La política laica puede explicar y consumar muchas cosas, pero al final hay que volverse hacia Dios. Extrañas afinidades electivas: "En esto EU, decía Edward Said, se parece a muchos de estos países".

Edward Said fue valeroso en la cátedra, entero ante las calumnias que lo tachaban de terrorista e indomable en cuestiones de su pueblo, Palestina. "Los israelíes no pueden seguir sin reflexionar sobre lo que sucedió en 1948 y, muchos años después, en 1967, cuando ocuparon sin razón alguna nuestros territorios. El movimiento de los nuevos y brillantes historiadores israelíes lo ha intentado, pero no logró imponerse en la sociedad. La mayor parte de los israelíes desconoce esta historia, viven en una burbuja, siguen sin saber que en 1948 un pueblo fue desposeído y una sociedad destruida. Siguen sin ver a los palestinos, a pesar de que trabajan como su servicio doméstico, como sus camareros y obreros y viven con menos de dos dólares al día. Los israelíes no lo saben, y nos corresponde a nosotros, los palestinos, que se den cuenta de lo que sucede. Pero en lugar de avanzar por esta vía, ponemos bombas en los restaurantes, enviamos bombas humanas, lo que en esta locura produce el efecto contrario".

Said escribió siempre contra los atentados suicidas; su movimiento político, decía, era un movimiento en favor de la vida. Los suicidas representaban para él una distorsión perversa de la lucha palestina, un símbolo de la desesperación, manifestaciones de una religión desplazada. La resistencia palestina debía ser laica, secular. Su fin no era morir, sino vivir. Said estaba profundamente convencido de que la solución para los palestinos era la coexistencia con los judíos. "Antes de morir me gustaría ver un pueblo palestino libre. No es posible ser siempre un pueblo de refugiados -nadie lo sabe mejor que los israelíes- ocupado por el ejército y sin posibilidad de movimiento. Es necesario tener una vida civil. Ese sería mi deseo. Tenemos músicos, escritores, ingenieros, científicos, sabios, universitarios. No se puede vivir siempre limitados por un toque de queda.

Nada más alejado del fanatismo que la sencillez y generosidad de Edward Said. Una inteligencia afilada: audacia moral y sobriedad intelectual. Edward era demás un melómano y un pianista notable, un espléndido intérprete de Chopin. Guiados por su lenguaje preciso y por su nítido pensamiento, a quienes lo leímos nos enseñó que su patria estaba en todas partes. "No tengo la sensación de tener una patria. Nueva York lo es, en cierto sentido. Llevo allí más de 40 años. Pero Nueva York no es Estados Unidos. Es una ciudad con muchas culturas. Y ni siquiera sería Nueva York. Es más bien la Universidad. Y mi familia, mis amigos y colegas. Eso es mi patria."

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4329 y 4110
Email