Conocer y reconocer nuestros árboles

Catalina Juárez

Coordinadora de Educación Ambiental, Remuceac

Correo electrónico: [email protected]

Formas, estructuras, colores y texturas son algunas de las características que debemos tomar en cuenta para poder conocer y reconocer a los árboles que habitan en nuestro entorno. Biología, geometría, taxonomía, arquitectura, ecología, arte e ingeniería son disciplinas que nos dan herramientas para entender mejor las formas, el funcionamiento, las relaciones que establecen con el ambiente, su comportamiento, su valor cultural, los servicios que nos prestan y los usos que les damos.

Percibir a los árboles como un todo implica verlos como una estructura completa y reconocer en ello no sólo una forma caprichosa de la naturaleza sino una arquitectura específica. Podemos saber que su forma es cónica, como la de los pinos, o postrada como la del sauce llorón; o escultórica, como la de la yuca, y de esa manera entrar al fascinante mundo de las clasificaciones que permiten conocer muchos detalles sobre los árboles.

Hule

Las formas de las hojas, el borde y el dibujo que presenta la nervadura, el color que tiene en ambos lados, la manera en que se organizan en las ramas, el color y la textura de la corteza y, en caso de tenerlos, el color de las flores y los frutos son algunas de las características a las que se debe prestar especial atención ya que nos ayudarán a distinguir una especie de otra. Además, todas estas características son las que "visten" al árbol, su fronda es el resultado de cómo se combina todo esto con su estructura.

Hay muchos otros detalles que podemos conocer de cada especie. Basta con observar cómo se comporta cada árbol al paso del tiempo, ver que tienen ciclos que realizar, de tal manera que podemos saber cuándo da flores y cuándo fructifica y en qué meses del año maduran sus frutos o si son de los que pierden sus hojas. También podemos saber cuándo sucederá esto. Muchas veces estos ciclos se ven afectados por razones climatológicas, por perturbaciones en el entorno, por contaminación o por plagas. De tal manera, al observar su comportamiento durante un ciclo completo podemos saber con más precisión cuáles son sus condiciones de desarrollo.

Los árboles deben crecer en poblaciones. Desafortunadamente existen casos de ejemplares que quedan aislados y no es fácil su polinización. Esta situación suelen padecerla algunas especies de frutales que no reportan fructificación en la Zona Metropolitana del Valle de México por una mala distribución en áreas privadas y públicas.

Liquidámbar (ovoidal)

Cada especie necesita ciertas condiciones de clima y de suelo para desarrollarse a plenitud. Se puede saber cuáles son los niveles de humedad que necesita, la temperatura media que requiere para crecer fuerte, si es árbol de sol, de sombra o tolerante ante ambas situaciones. Se sabe también qué tan resistentes son a la sequía, las heladas y a las bajas temperaturas. Otro dato fundamental es la cantidad de agua y humedad vital para un crecimiento sano, el tipo de suelo que necesitan sus raíces para afianzarse, o para encontrar los nutrientes básicos y adecuados a su especie.

Existe información que nos ayuda a conocer el medio ideal para que cada especie pueda desarrollarse de la mejor manera. Sin embargo, encontrar esas condiciones en suelo urbano es prácticamente imposible. Vivimos en sistemas perturbados, por lo que el arbolado urbano también realiza esfuerzos para adaptase al medio en que ha sido sembrado. Así, podemos observar que hay especies más resistentes que otras a ciertas condiciones de perturbación, algunas encuentran la manera de satisfacer la falta de sol o de luz y son capaces de modificar su tronco para "ir" en busca de la luz solar que necesitan para vivir. Otras especies toleran la falta de agua pero su crecimiento se ve afectado y están más expuestas al ataque de plagas o al estrés. Algunas más se ven obligadas a limitar sus espacios de crecimiento de tal manera que su fronda no se desarrolla a plenitud o bien tenemos un árbol débil porque sus raíces no cuentan con el suelo y el espacio adecuado para afianzarse, nutrirse y crecer.

También podemos darnos cuenta que hay árboles que representan mayor riesgo en un ecosistema ajeno al que naturalmente les corresponde. Tal parece ser el caso de los eucaliptos, tan ampliamente distribuidos en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), y que ahora padecen una plaga muy agresiva y tenaz nada fácil de controlar debido a la ausencia en nuestro ecosistema de un enemigo natural que permita neutralizarla.

Como el arbolado de la ZMVM está obligado a "convivir" con el medio urbano, es importante que conozcamos los efectos y las consecuencias de ser sembrados en calles, camellones, parques, jardines públicos y privados. Por razones de espacio, del cuidado de la red subterránea de tuberías de agua o de gas, cables de luz o de teléfono, mobiliario urbano, señalizaciones, etc., los árboles se ven obligados a "responder" por los daños que ocasionen. Generalmente pagan con podas indiscriminadas y, en el peor de los casos, con la tala completa del ejemplar.